Aria: Esperanza

142 82 70
                                    


El dolor empieza a ceder poco a poco y no tardo en quedarme dormida.

—Arii, hija..— escucho la voz de mi madre— despierta tu padre está aquí— esas últimas palabras acaban de despabilarme por completo.

—¿Que carajos acabas de decir?— se que normalmente no habría reaccionado así, pero mis hormonas esta a flor de piel y no puedo ocultar mi fastidio.

—Aria no empieces...— me dice y sale de mi cuarto dejándome con las palabras en la boca.

No quiero salir, no quiero verlo, no como estoy ahora o no podré controlar nada de lo que salga de mis labios.

—Dios dame paciencia por favor — le pido en voz alta, por que tuvo que venir en estos días, definitivamente será un pésimo fin de semana.

Salgo y me dirijo a la sala de la casa y lo veo, esta jugando con mono, y el niño actúa como si nada pasó, como si no había estado ausente por casi seis meses, como si dejó aquí un mueble que lo esperaría el tiempo que el quisiese. No puedo evitar enfurecerme.

—¿Qué haces aquí, acaso se te quedó algo?— me dirijo a mi madre —Madre que no te das cuenta que seguro se aburrió de la mujer con la que estaba y vino para donde nosotros— mi madre me mira con los ojos llenos de lágrimas y no puedo evitar sentir pena por ella, me parte el alma ver como ese hombre juega con sus sentimientos, el por otro lado no dice nada, mas le vale no opinar —Madre por favor date cuenta, te lo suplico, no sigas dejando que toda esta toxicidad te consuma, nos consuma— esto lo digo mirando al hombre que es mi padre a la cara.

—Yo sé que no soy nadie para venir después de tanto tiempo y esperar que me reciban como si salí por unas horas— dice y yo me quedo perpleja, nunca pensé escucharlo decir esas palabras —de hecho vine para decirle a tu madre y a ustedes que me iré definitivamente, no puedo quedarme más, conseguí un buen trabajo en EE. UU y me iré a vivir allá, les enviaré dinero todos los meses...

—No se por que pensé que de tu boca podría salir algo bueno, eres el hombre más despreciable que existe— eso lo digo llena de todos los sentimientos encontrados del momento, ira, dolor, pena, desprecio, ira y más ira.

—Aria ya!!..., por favor— mi madre habla con la voz cortada.

—Maldita sea mi vida, que haces aquí, que quieres de nosotras, nos quieres joder acaso, mas de lo que estamos— una Yulia más que enfurecida acaba de llegar.

Y ese hombre no hace más que bajar la cabeza, no puede hacer más que eso, no lo dejaré decir una palabra más.

Entre todo este mar de miradas dolorosas, resoplidos y lágrimas, esta un niño, en medio de toda una mierda creada por los adultos, sin culpa alguna pero sufriendo todas y cada una de las secuelas, un niño que lejos de entender que pasa lo único que puede hacer es llorar y traumarse sin poder evitarlo y lo peor es que es mi hermanito, pero ya estoy harta ya esto no puede continuar así no lo permitiré, si mi madre no puede parar esto lo haré yo.

—No sé qué mal te hemos hecho para recibir esto de tu parte— digo con vos calmada pero firme, interrumpiendo a una Yulia que no había parado de decir cuanto despreciaba al hombre frente a nosotras —no lo sé, tampoco lo quiero saber, pero lo que sí te voy a pedir es que nos dejes en paz, que si te olvidarás de nosotros sea de una vez y por todas

—Acaso no te basta ya con lo jodido que estamos, no podemos tener una vida normal por tu culpa, tu hijo, ese que dices querer míralo!! —digo esto acercándome a él y no sé con qué motivo lo hago, tampoco es como que pueda controlar lo hago o haré ahora mismo —sufre por tu culpa todos los días, por que no tiene un padre que esté con el, y tu mujer esa que juraste amar para toda tu vida, se desvive por ti se preocupa y ora todos los días para que vuelvas y que haces tú? Nada joder no haces nada, quiero que te des cuenta de todo el desastre que has causado y de cuántas vidas has dañado.

La Dulzura En Lo AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora