Narciso

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-¿Has vuelto este año?
-¿No me ves aquí viva y en persona?

Frank extendió su mano esperando su regalo.

-Oh, no debiste.- Había perdido peso considerablemente desde la última vez que estuve en el pueblo.

Ahora odiaba el sol porque quemaba mi piel con facilidad. "¿Quien necesita una piel roja?"

Frank probó la pequeña camara que le regale. Tomo una foto de mi y sentí que aquella era la primera foto que me tomaban en años.

-¿Y el pequeño Al?

Frank sonrió y me señaló una mesa en el fondo. Sonreí contenta por el. Estaba sentado con ojos de borrego mientras veía a una chica pelirroja que parecía estar bromeando. Así debía verse el amor.

Después de que deje el país, solo Helen había tenido esperanzas de que volviera y recapacitara.

Pero no lo hice.

Y ahí estaba. Dos años después. Esperando una nueva vida. Volvía ocasionalmente a mandarle mensajes a Frank para que me avisara de la situacion. Pero un tiempo antes de volver me habia decidido a esperar a mi regreso para darles una sorpresa. Así que no habiamos hablado en mucho tiempo.

-¿Quieres las buenas nuevas?

-¿Alguien nuevo llegó a la ciudad?

Evite mirar aquel cuadro en el restaurante de Frank. Yo misma lo había dibujado y el contaba la historia a los viajeros.
Pero yo no podía aceptarlo.

-Nah, nada de eso, si ha llegado gente pero no es lo que te quiero decir.- Y asentí sabiendo a lo que se refería.

El se veia dudoso.
Yo tome uno de esos pasteles de pescado que le gustaban y dije molesta. "Esto sigue siendo tan asqueroso como siempre"

Comenzó a reír pero nuevamente volvió a su preocupación.

-En realidad... El señor Aihara ha muerto.

-¿Es así?

Lo fingi demasiado bien. Por ocho segundos. Entonces salí corriendo. Corrí lo mas rápido que mi piernas y pulmones me lo permitieron.

Obviamente me caí. La nieve tenía ese efecto en la gente.

Llegué notablemente cansada a aquella calle vacía. Mire entonces que la tienda de Samuel por fin había cerrado. En su lugar había una tienda que ahora manejaba una señora que nunca antes había visto. Quizá era su hija y solo no lo noté.

Mira al balcón abierto. Y mi corazón golpeo con fuerza.

-¡Oye!

Pero la persona que salió no era ella. Era una chica de pelo rosado con audífonos.

-¿Se te perdió algo?

No podía dar crédito a aquello. Creí que esa casa sería suya toda la vida.

-¿Sabes que paso con la familia que vivía aquí?

Le pregunté con prisa.

-Si, el viejo murió y al parecer tenía cautiva a su hija. Cuando me la vendieron me dijeron que la casa estaba maldita. ¿Por qué?

Sin duda eran mentiras para aumentar el interés de los turistas.- ¿Sabes a dónde ha ido la hija de la familia?

Ella negó rápidamente. Y ahí termino mi búsqueda.

No tenía pistas de aquella chica. Podría tal vez investigar un poco.

Así que corrí de vuelta esas cinco calles como si no hubiese pasado ni un día.

El balcón y la estrella perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora