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Le costaba asimilar que Elsa estaba viviendo en su casa, con ella. Compartiendo sofá, cocina, comida, miradas, palabras, pequeñas conversaciones. Paso a paso.

Pero sobretodo, lo que más compartían era la tensión que se podía palpar en el ambiente.

Esta tensión empezaba a crecer como por segundos y que Elsa necesitara ayuda para meterse en la ducha, por ejemplo, no ayudaba nada. Realmente Anna no sabía desde donde sacaba la fuerza. 

-Ann, ya puedes pasar-

La mencionada refunfuñó bajito por el diminutivo y entró al baño, encontrándose con Elsa enrollada en una toalla. 

Sus miradas chocaron y ambas aguantaron la respiración. Ahí estaba la tensión. 

Anna sentía la cara arder. No recordaba haber pasado tanta vergüenza.

-Bu-Bueno... Acabemos con esto. ¿Como lo hacemos?- 

Elsa se removió incomoda en el sitio y Anna alucinó.

¿La gran Elsa, nerviosa?  

-Pu-Pues.. me ayudas a entrar en la ducha, me tapo con la cortina, te doy la toalla y ya está. 

-Sí, claro. Fácil, sencillo y rápido- 

¿Seguirá teniendo abdominales? Claro que sí, es Elsa. Está buenísima

Con el último pensamiento se sonrojo de sobremanera y se acercó a la rubia. Le rodeó la cintura con un brazo y la atrajo hacia si.

Elsa estuvo tentadisima de oler su pelo, besar su cabeza, pasar las manos por su rostro y seguir el recorrido de las pecas que se perdían por su cara y su cuello. 


Bueno bueno, ¿Como estamos, no? 

Un besicoo 

Otra vez túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora