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Pedro fue el primero en despertar. Enseguida se dio cuenta de lo incómodo que estaba compartiendo la misma cama matrimonial con sus dos amigos. Se entretuvo con su teléfono hasta que el pirata soñoliento comenzó a moverse.

—Buen día —dijo Pedro.

—Uy, Dios, me arde la cabeza —dijo Gabriel llevándose las manos a la frente.

—Resaca.

—Me quiero morir...

—Es que tomaste un montón, ayer estabas re pelotudo. Y otro que estaba re pelotudo...

Gabriel miró a su amigo, que a su vez estaba mirando a su otro amigo. El vampiro dormía con la boca cerrada y el ceño fruncido. El castaño no pudo evitar reírse.

—¿Qué le pasa? ¿Está soñando que está constipado?

—¿No te enteraste lo que pasó ayer? —preguntó Pedro. Gabriel frunció el ceño.

—Pasaron muchas cosas. Había una cocinera en mi cocina y comí pizza quemada. ¿Qué más pasó?

—Las chicas se fueron re temprano.

—¿Qué chicas? —el pelirrojo revoloteó los ojos—. Aah, las chicas. Sí, claro. ¿Por qué se fueron temprano? Pensé que se iban a quedar acá.

—Ámina se fue re caliente. Parece que... que Teo se chapó a otra mina.

El pirata abrió bien los ojos. Enseguida se incorporó y empezó a mover el cuerpo del morocho.

—Vamos, Teo, arriba. Tenemos que hablar.

Mateo se despertó de a poco.

—Mmm, ¿qué pasa? —dijo frotándose los ojos.

—Despertate, dale. ¿Cómo es eso de que te chapaste a otra mina? —preguntó Gabriel. Pedro alternaba la mirada entre sus dos amigos. La mirada del morocho cambió y de pronto parecía estar mucho más despierto que antes.

—La mina —dijo casi en un susurro. Gabriel y Pedro cruzaron una mirada.

—¿Qué mina? ¿De quién hablás? —preguntó el pelirrojo.

—Soñé con ella. Uy, se me parte la cabeza.

—A mí también —dijo Gabriel—. Hagamos esto, voy a buscar dos ibuprofenos y nos contás. ¿Vos querés, Peter?

—No, yo estoy bien —contestó Pedro. El pirata asintió y salió de la habitación. Pedro miró a su otro amigo—. ¿Con quién soñaste, Teo?

Mateo cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza.

—No sé —dijo antes de taparse la cara con una almohada.

Al rato Gabriel estaba de regreso en la habitación con dos ibuprofenos y un vaso de agua.

—Compartimos el vaso porque me dio paja servir dos —dijo. El vampiro, que ya se había sacado la almohada de la cara y se había incorporado, asintió. Los dos tomaron el ibuprofeno—. Bueno, ahora sí. Contanos ya mismo lo que pasó anoche.

Mateo habló después de tragar la pastilla.

—Había una chica que estaba vestida igual que Ámina, tenía el mismo disfraz de policía.

—¿Quién? ¿La gordita? —preguntó Pedro.

—¿Qué gorda? —preguntó Gabriel.

—No, no era esa —Mateo sacudió la cabeza—. Era flaca y rubia. Y tenía el mismo disfraz. Por eso yo pensé que era Ámina.

Pedro y Gabriel cruzaron otra mirada.

—No entiendo —dijo Pedro algo tentado—, ¿te chapaste a otra mina pensando que era Ámina?

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