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—Ahí le mandé mensaje a Fer —dijo Bárbara en el colectivo—. Igual no le llega, debe tener el teléfono apagado.

Agustín miraba fijamente la ventanilla y tenía ganas de atravesarla.

—Debe estar durmiendo —dijo Lola, que estaba sentada al lado de Bárbara. El rubio iba sentado enfrente de ellas dos.

—Sí, seguro. Uff, tengo un cansancio.

—Mal, yo también. Encima hasta que lleguemos...

—Mal.

—¿Se quedan en casa como siempre? —preguntó Lola.

—Sí, dale —contestó Bárbara. Agustín asintió.


**********


Se despertaron hacia el mediodía, como solían hacer. Mientras "almuerzayunaban" en la cocina de la casa de Lola, su mamá estaba mirando televisión en la sala. Bárbara chequeó su teléfono y dijo:

—Fer me contestó. Me dijo que se fue porque estaba muy cansado.

Lola asintió mientras bebía su café. Agustín estaba entretenido desmenuzando una medialuna.

—Qué noche rara, ¿no? —dijo Lola, pensativa. El rubio la miró.

—¿Por qué lo decís? —preguntó.

—Porque sí, qué sé yo. En lugar de tener la joda en una casa, como hasta ahora siempre fue, estuvimos en un edificio re chetito. Y los mozos, que nos traían las bebidas y la comida...

—Sí, me sentí de otro nivel —se rio Bárbara.

—Mal. Ya quisiera vivir así todos los días.

—Encima los tragos eran re fuertes. Llegué a ver todo re borroso en un momento.

—Mal, yo también.

Bárbara se llevó su taza a la boca. El rubio seguía destrozando la medialuna. Lola se empezó a reír de pronto.

—¿Qué pasó? ¿De qué te acordaste? —le preguntó Bárbara.

—Del momento en que lo re boludeamos al lisiado —contestó Lola. Bárbara se echó a reír—. Le hicimos dar un montón de vueltas, pobre.

—Mall.

—Gusti me llamaba y yo lo llamaba a él... Y encima ni se enteró de que es cornudo.

—Bueno, convengamos que él también hizo cornuda a la novia. Y encima ni siquiera con una chica, sino con un chabón.

Agustín entrecerró sus ojos. No podía sentirse más incómodo.

—Bueno, cambiemos de tema porque Gusti tiene una cara de orto... —dijo Lola.

—Estoy cansado, nada más —dijo el rubio. Bárbara hizo una mueca.


**********


—Uy, loco, esa pasti me dejó re loco mal —comentó un soñoliento Pedro, mientras se desperezaba en su cama. Sus amigos estaban acostados en el piso, Mateo sobre el colchón inflable, y el castaño sobre el otro colchón.

—¿Viste? Este James Harden viene con todo —se rio Gabriel—. Si tenés ganás de bailar, bailás; si tenés ganas de socializar, re va para socializar...

—Sí, yo tenía ganas de abrazar a todo el mundo...

—A mí me re durmió —dijo Mateo con el ceño levemente fruncido.

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