Capítulo 4: ¡Sorpresa, sorpresa!

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De camino a casa, no dejaba de darle vueltas a todo lo que acababa de pasar..

Nunca antes había visto a Jess. O por lo menos eso pensaba, ya que dudo que no me hubiese fijado en él, ya que es de esas personas que rápidamente captan tu atención de una u otra manera.

Supuse que no vivía en la ciudad y que, simplemente, se habría pasado a visitar a algún familiar.

O quizás, eso era lo que yo me quería creer.

Olvidandome del tema de Jess, tenía que reconocer que estaba exageradamente hambrienta. Había salido de casa sin desayunar, y todo esto, por evitar ir al cementerio con mis padres y Marc.

Además, también estaba cansada. Al salir corriendo del cementerio, no me fijé y cuando me dí cuenta, había tomado el camino por el que me llevaba más tiempo llegar a mi casa.

Debía de llevar una media hora caminando, cargando con la cajita entre mis brazos. Aunque no era muy pesada, se me hacía bastante incómoda.

Pero por si esto no fuese poco, el tiempo no acompañaba a mi suerte, ya que estábamos a principios de septiembre y hacía un calor insoportable.

Estaba sudando tanto, que empecé a pensar que si los pájaros me veían así, me acabarían confundiendo con una fuente y vendrían a bañarse en mí. Pobres de ellos si lo hiciesen, acabarían intoxicados, ya que dudo que en ese momento oliese especialmente a rosas.

Por fin llegué a casa. Justo mi madre acaba de terminar de cocinar unos macarrones a la boloñesa con una pinta exquisita. Tenía que reconocer que mi madre era una cocinera magnífica, quizás de las mejores que existan en este mundo.

Dejé en mi habitación la cajita, y bajé a comer. Si no lo hacía, acabaría devorando al hámster de mi hermano, y para un animal al que le tiene cariño, sería muy cruel por mi parte.

Mientras comíamos, todos estábamos más callados de lo normal. La falta de Lucy se hacía notar en esa mesa; ojos llorosos, rostros tristes, sonrisas fingidas... Mirase a quién mirase, sabía que todos estaban pensando en ella.

Al acabar de comer, subí a mi habitación.

Quería relajarme un poco después de una mañana un tanto extraña.

Me tiré en cama y puse la música lo más alta posible. Hasta que mi móvil empezó a sonar.

-MAAAAAAAAY! -escuché gritar a mi mejor amiga al otro lado de la línea.

-Dime Susan.. -le dije dudando.

-Tú. Yo. Esta tarde. Centro comercial. Compras. Cine. ¿Qué te parece? -me preguntó, aún sabiendo que no aceptaría un 'no' por respuesta.

-No me apetece, mejor lo dejamo..-le decía antes de que me interrumpiera.

-Anda May, que hace tiempo que no tenemos una tarde solo de chicas. -dijo insistiendome.

-Hace una semana que tuvimos una. ¿Crees que ya me han salido ya canas desde aquellas? Deberíamos pasar por la peluquería.. -le dije irónicamente mientras intentaba aguantar la risa sin éxito.

-Sí, pero ya si eso, después de ir al cine. Paso a las 17:00 a buscarte. Te quiero mejor amiga. - me dijo antes de colgarme, sin darme tiempo a contestarle.

Llevabamos siendo amigas desde que nacimos. Nuestras madres fueron compañeras de habitación en el hospital cuando nosotras nacimos y desde aquellas, siempre fuimos como hermanas y ya no solo por el hecho de nacer el mismo día, sino, por la millonada de cosas que tenemos en común y por todo lo que hemos vivido juntas.

Sabía que no tendría forma de librarme de irme al centro comercial, así que fui a ducharme para estar lista cuando ella llegase.

Mientras me duchaba, no dejaba de pensar en lo triste que se había puesto Jess cuando dijo que el destino siempre se lleva a las mejores personas.

Me preguntaba si el habría perdido alguien importante para él.

Pero cuanto más pensaba peor me ponía yo, asi que, decidí olvidarme de todo lo relacionado con él, porque al fin y al cabo, no volvería a verlo nunca más.

Salí de la ducha. Después de secarme, me puse mi vestido favorito; un delicado vestido de encaje de color azul celeste.

Iba secarme el pelo, cuando inesperadamente sonó el timbre. Aún faltaba media hora para que viniese Susan, y viniendo de ella sería un milagro que llegase antes de tiempo.

Bajé lo más rápido que pude y al abrir la puerta, no podía creerme lo que estaba viendo.

-¿Qué haces tú aquí? -dije sorprendida.

No todo es dolor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora