14.- ¿Cuántas mentiras más?

1.2K 123 11
                                    

Los meses pasaban tan rápido que pareciera que fue en un abrir y cerrar de ojos, ahora se encontraban en Vísperas navideñas, y Leslie había invitado a Meliodas a pasar las fiestas decembrinas con ellos

Aceptó por supuesto.

Se encontraba terminando de arreglarse frente a su tocador, eligió un vestido rojo con detalles dorados y adorno su cabello con un prendedor de noche buena.

Entusiasmada bajo al salón, ahí estaban sus amigos cercanos.

Diane y sus padres, Elaine con su familia, Ban, Meliodas, y su familia de ella

Lo tenía todo.

Caminó lentamente hasta ellos sonriendo feliz.

Las risas y la plática armoniosa estaba presente.

En un momento ella quiso estar a solas con su rubio, lo busco con la mirada y lo encontró con su mamá, ambos caminaban hacia el despacho de su padre.

Decidió seguirlos.

Estaba por empujar la puerta ya que la dejaron semi abierta, y logro escuchar su plática.

-Se que has estado dándonos mucho dinero Meliodas pero entiende Baltra no la está pasando bien, si no fuera por lo que me das, no se que hariamos.-

-Lo entiendo señora Liones, y yo les ayudo con gusto por Elizabeth.-

-Gracias de verdad Meliodas eres buen muchacho.-

Elizabeth de pie fuera de aquella habitación apretaba sus puños con fuerza, le daba mucho coraje el que su madre aún siga pidiendo dinero al rubio.

Reunió valor suficiente y empujó la puerta dejándose ver ante ellos dos

Meliodas rascó su cabeza.

Leslie en cambio parecía estar muy tranquila.

-¿Puedes dejarnos a solas?-

Mencionó con la cabeza baja.

-Claro, yo las espero abajo.-

Respondió el rubio dispuesto a irse.

-No, tu te quedas Meliodas, la que quiero que se vaya es mi madre.-

Elizabeth tenía mucha molestia en su tono de voz.

Leslie frunció el seño, sabía que cuando su hija hablaba con ese tono nada bueno haría.

Sin embargo no dijo nada y caminó junto a ella tranquila y salió de la habitación, cerró la puerta y dejó a los tórtolos solos.

Meliodas se mantenía de pie con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón esperando que su peliplata diga algo.

Ella se tranquilizó y alzó poco a poco su mirada.

-¿Porque continuas haciendo esto Meliodas?-

-Por ti, para que continúes con tu vida que acostumbras.-

-No, no es justo, así que te pido por favor que al menos me dejes pagarte algo de lo que gastaste en nosotros.-

-¿Que? ¿Y que quieres hacer? No te entiendo Elizabeth, no tienes porque hacer eso.-

-¡Es que quiero hacerlo! ¡Por favor! ¡Deja que te ayude en tu hacienda en tu fábrica! ¡En algo!-



Lo pedía casi a gritos de súplica, su mirada determinada lo completo todo.

¿Cómo podía negarse a su petición? Y si era para dejarla tranquila aceptaría.


-Bien, mañana me voy a mi hacienda, prepara tu maleta entonces.-

Elizabeth alzó su mirada y una gran sonrisa se le dibujo en el rostro.


-¡Gracias!-


Se abalanzó a sus brazos muy feliz.

Meliodas rodeó sus brazos a su pequeña cintura.

Colocó su nariz a su cuello y aspiro el dulce aroma de su fragancia

-Pero no harás nada fuerte ¿Ok? Solo me servirás de compañía, a dónde yo vaya irás a mi lado.-

Elizabeth asintió entusiasmada


Regresaron al salón de la mano y continuaron platicando con todos los invitados.

Brindaron con copas llenas de champaña y comieron aquella deliciosa cena.






Al día siguiente tal como le dijo Meliodas fue con el a su hacienda, estaba feliz de saber que aunque sea para apuntar le serviría de algo a su novio y de cierta forma pagaría el gasto que el ya había hecho.

Su madre pegó el grito al cielo cuando Elizabeth le mencionó el porque iba a la hacienda de él, pero era eso o obligaría a Meliodas a no dar ni un peso más a los Liones.

Leslie no tuvo de otra que aceptarlo.

No sabía cuántos días haría, así que empacó bastante ropa.

Llegaban por fin a la hacienda, ella veía maravillada a su alrededor desde adentro de la camioneta. Notó que había un jardinero que regaba las plantas de la entrada, que más bien era solo césped.

-Necesitas color en la entrada, es todo verde.-

Meliodas la miro, a ella le gustaba la jardinería, así que se le ocurrió una gran idea.

-¿Te parece si tú primer trabajo sea decidir que plantas te gustaría poner aquí?-

Elizabeth lo miró asombrada.

-¿En serio? Soy buena en la jardinería, hasta yo misma puedo plantarlas. ¡Claro que sí lo hago!-

La sonrisa de satisfacción en el rostro de su chica era todo para él.

Apenas llegaron a la entrada, bajaron de la camioneta mientras Meliodas indicaba a una de las empleadas que llevará sus maletas de Elizabeth a una habitación.

Elizabeth saco una pequeña libreta de apuntes y comenzó a escribir que flores le gustaría plantar.

Cerca de las caballerizas se encontraba el corral de las gallinas, ahí estaba Zaneri sacando los huevos con su canasta.

Cuando salió de ahí, comenzó a caminar hacia la entrada de la cocina, que quedaba a un costado de la entrada principal.

Estaba llegando cuando encontró con la mirada a Meliodas con la chica de ciudad.

¿Que hacía ella ahí?

Se preguntó a si misma mientras apretaba con fuerza la canasta.

Eligió ignorarla, seguramente solo venía por unos momentos como siempre solía hacer.

Camino segura de si misma hacia dentro de la casa y continuó con sus labores.

Ayudaba a cortar verduras cuando escuchó de una de las empleadas decir que habían llevado su maleta a un cuarto.

¿Acaso planeaba quedarse a dormir ahi?

Eso aumentó su molestia y mal humor.

Sin embargo debía mantenerse serena.

Salió de la cocina y se dirigió hacia el comedor principal.

Escucho la risa de aquella chica.

Miro hacia donde provenía.

Ahí estaba ella colgada del brazo de Meliodas platicando a gusto con el y riendo.

Seria un día largo sin duda.


Jaula De OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora