Cuatro

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Las lágrimas de Alec brotaron como una cascada, Jace solo pudo abrazarlo hasta que se tranquilizó. Cuando ambos estaban más calmados, el rubio buscó la mirada opuesta.

-Lamento el golpe.- susurró con voz baja.

Alec se rio un poco y lo miró en la oscuridad: -Me lo merecía.

-No, yo fui quien dio a esa reacción tuya después de lo que hice por la noche.

- ¿Estás arrepentido de ello? – preguntó con tono nervioso.

Jace no respondió hasta después de un rato mientras le miraba a los ojos con añoranza: -La verdad es que… me gustaría intentarlo nuevamente sin que estés con la borrachera encima.

Una pequeña sonrisa iluminó los labios de Alec :- Podríamos intentarlo entonces.

Jace se giró para ponerle seguro a la puerta de aquella habitación, después se acercó un poco más al cuerpo contrario para absorber aquel aroma.

Alec olía a menta mezclada con un poco de hierbabuena, su cabello estaba húmedo por el agua de la reciente ducha, sus labios estaban más rojos que nunca y eso impulsó a Jace a probarlos nuevamente. Lo besó con ferocidad. Esta vez no iba a parar hasta que el otro chico se lo pidiera; quería más de él. Quería reafirmar sus sentimientos ese hombre de ojos azules que tenía enfrente.

Pegó el cuerpo de Alec a la puerta mientras jugaba con su lengua al delinear el contorno de los labios ajenos. No había sensación igual al besar al chico ojiazul, tampoco sabor igual a aquellos pequeños labios que estaba devorando.

Alec soltó un jadeo cuando sintió la mano de Jace posarse sobre su entrepierna. Cerró los ojos e intentó relajarse centrándose en la respiración agitada de ambos.

Jace se separó un poco y lo miró fijamente: -Ahora ya sabes lo que siento por ti. Y no tú ni nadie va impedirme el amarte tan ferozmente como lo hago ahora.

-No pienso negarte ese privilegio.- murmuró el nefilim de cabello azabache.- He estado esperando este momento por un largo tiempo.

Ambos sonrieron antes de unir sus labios nuevamente en un beso cargado de desesperación y necesidad.

Sus cuerpos vibraban como si fueran una melodía de Bach: ligera, sonora y armónica.

Sensaciones desconocidas se volvieron parte del nefilim rubio mientras se llenaba del olor de Alec, era como si su cuerpo a través de la runa parabatai pudiese leer todas las emociones que invadía al ojiazul.

-Te quiero, Alexander Lightwood.

-Te quiero, Jace Herondale.

(Fic Jalec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora