Siete

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Jace despertó horas después. A pesar de ser menos de las doce del día, se sentía muy cansado. Había pasado meses sin acostarse con alguien. Le dolían las caderas y necesitaba alimentarse si quería sobreviviral resto del día.

Se giró lentamente en busca de su ojiazul, pero halló su parte de la cama vacía. Ha huido de mí, pensó de inmediato maldiciendo como de costumbre. Comenzó a hacer locas suposiciones antes de que escuchara la puerta del baño abrirse.

Alec salía envuelto en una toalla mientras se secaba el cabello. Pequeñas gotas de agua se alojaban en sus pectorales al igual que en algunas partes de su marcado abdomen.

Mientras admiraba aquel escultural cuerpo, Jace se sonrojaba sin darse cuenta. Su novio – porque eso era ahora ¿no?- notó aquel color en sus mejillas y con rapidez llegó hasta la cama donde habían pasado aquel encuentro matutino. Aprisionó los labios ajenos con los suyos de forma pasional.

-¿Te gusta la vista?

-Es buenísima, he de admitir. Estás sensacional, Alec.

-Yo tengo tatuado el “altamente deseable” por todo mi cuerpo.- dijo confiado con un poco de diversión el de cabello color carbón.

-¿Te he pegado mi magnífico ego, acaso?

-Lo dudo, yo también sé cuándo tengo atractivo. No eres el único que provoca deseo en este mundo, ojos dorados.

El aludido se giró entonces para quedar sobre su compañero que solo llevaba la toalla con la que había salido de la ducha. Besó su cuello dejando un camino de pequeñas marcas hasta llegar a los labios contrarios.

-Parece que elegí un extraordinario novio a fin de cuentas.- murmuró con ternura.

- ¿Entonces eso somos?- preguntó el moreno.

Jace soltó una pequeña risa:- Después de lo que hicimos aún me sorprende que lo preguntes. – Lo miró fijamente antes de robarle un casto beso.- Lo somos, Lightwood cabezota.

Alec se sonrojó hasta tomar color de un tomate, pero le siguió la mirada.

-Ve a darte una ducha, Herondale. Te prepararé algo de desayunar. –Le besó la mejilla.- Te veo en el comedor.

Dentro de la ducha, Jace estaba pensativo. Le sorprendía la intensidad de sus sentimientos respecto a su parabatai. La runa de amor que tenía en uno de sus costados ardía cada minuto más; por otro lado la runa parabatai posada en su pecho tenía ahora más sensibilidad que antes. Era como si escuchara y percibiera las acciones de Alec a cada segundo.

Haber admitido que estaba enamorado de él, fue un gran paso. Después de frecuentar a tantas chicas o acostarse con ellas, nada se comparaba con lo que había hecho con Alec.

Se imaginó su futuro con el ojiazul. Complicado, lleno de miedos, prejuicios. Pero también habría la mayor comprensión, el verdadero amor y los mejores momentos que alguna vez hubiese pasado junto a alguien.

Y quizá esa era una de las ventajas de estar enamorado de tu parabatai. Podrías estar seguro que aquel amor no se acabaría jamás, no mientras los dos sintieran lo mismo. Ese amor que con el tiempo cambiaría y crecería a través de las runas de amor que marcaran sobre sus cuerpos. El sentimiento sería tan grande que no existiría en el mundo persona alguna que lo comprendiera.

Jace salió de la ducha aún con una tonta sonrisa en el rostro. Eso era estar enamorado ¿no? .Mientras se cambiaba vio la camisa azulada de su chico en el suelo. La tomó entre las manos y aspiró su aroma. Recordó el momento exacto en el cual lo despojó de aquella prenda, así como el instante en el que unieron sus cuerpos como uno solo.

Nada importaba ahora, ni siquiera la maldita Clave, pensó el rubio. Ni siquiera las jodidas reglas. No importaban, no si eso ameritaba dejar la felicidad.

Recordó que lo esperaban en el comedor; bajó rápidamente las escaleras percibiendo el olor a comida. Cuando atravesó el umbral, vio a Alec preparando algo en la estufa. Fue hasta él y se pegó por detrás a su cuerpo rodeándole la cintura.

-Pensé que jamás vendrías.- le susurró el otro chico al sentirlo sobre sí.- Te he preparado tortillas de huevo y había jugo de naranja en el refrigerador. También piqué fruta, puse yogurt...

-Está bien, no tienes que esforzarte tanto Alec. Me gustas siendo tú mismo. –probó un bocado de la comida que reposaba en al lado de la estufa, se lamió los labios y después le mordió el lóbulo de la oreja a su novio antes de sentarse a desayunar.

Estuvieron hablando por horas. Cosas sin nungún sentido, como una pareja normal que llevaba mucho tiempo saliendo. Una pareja de esas que dirías, durarían para toda la vida.

(Fic Jalec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora