Ocho

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Los días que vinieron después de que los jóvenes nefilims asentaran su relación como pareja pasaron rápidamente. Jace trataba de no insistirle a Alec que dejara que las cosas fluyeran, que si aquello se hacía público todo estaría bien. El ojiazul se negaba por el miedo de crear un conflicto en la familia o que se supiera en La Clave y ambos fuesen repudiados.

-Podrías por lo menos no apartarte tan bruscamente de mí cuando Izzy o Max están cerca, merecen saberlo.

-Ese no es el problema, Jace.- insistía el otro.- No quiero que esto se salga de control. Te quiero, te quiero muchísimo y es por eso que tomo estas precauciones. Si no tuviésemos la runa parabatai sería más fácil…

-Lo sé. Pero el simple hecho de que te quiero con mi vida cambia todo.- el rubio se acercó a su amado con sigilo.- Aunque dejáramos de ser cazadores te seguiría queriendo, Alec.

-No quiero que terminé así. Ambos somos nefilims y lo seguiremos siendo. Para ti no sería soportable perder eso. Odias a los mundanos, Jace.

-Lo sería si estamos juntos. Nadie nos juzgaría por nada, todo ocurriría como cosa normal.

Alec suspiró frustrado: -Jace terco Herondale, por ti soy capaz de todo. Solo…dame un poco más de tiempo ¿sí?- lo miró profundamente mientras sonreía triste.

Esa mirada mataba a Jace de amor. Sentía como la gravedad que lo sostenía pasaba directamente a fijarse en los ojos azules de su novio. Si lo dejaba de ver, su mundo caería pieza por pieza hasta derrumbarse por completo.

Ojos dorados tomó al otro chico de la cadera hasta pegarlo totalmente hacia él. Primero besó fugazmente sus labios, bajó al cuello succionando cada centímetro de aquella morena piel mientras esperaba la repuesta ajena. Alec cerró los ojos y buscó los labios de Jace con rapidez. A pesar de que estaban en la biblioteca donde cualquiera podría verles, se dejó llevar por aquel fuego que crecía cada vez más en su pecho.

Jace recostó a Alec en el sofá que estaba más cercano a ellos sin dejar de besarlo. Probó diferentes puntos sensibles en aquel cuerpo con los labios hasta que no pudo respirar más y tuvo que recobrar el aliento.

El ojiazul lo miraba con sumo deseo. Bastaron unos segundos para que tomara ventaja de la situación antes de que el otro se repusiera por completo. Le desabotonó la camisa con suma rapidez mientras pasaba sus dedos por uno de los pectorales tan bien formado de Jace. Delineó las runas que se alojaban ahí y después lo hizo con cada uno de las que se remarcaban en aquel cuerpo estructural.

-Alec Lightwood, cada vez me sorprendes más.

-Aún no has visto nada…

Siguieron de aquella manera por largos minutos, tocándose e intercambiando besos. El mundo desaparecía cuando estaban juntos. No existía luz, materia u organismo más vivo que ellos.

-Le diré a Izz en cuanto la vea.- murmuró Alec muy bajito.

Jace, que estaba recostado sobre su pecho desnudo sonrió mientras se apoyaba en los brazos para mirarlo.

-Ese es mi chico.

-No te vanaglories antes de tiempo, ególatra sexy.

-No lo hago moreno de ojos preciosos, pero por algo se empieza ¿no?

Alec se giró dejando debajo de él el cuerpo de Jace. Lo besó con ternura repetidas veces mientras pensaba que después de todo, él era la felicidad personificada de su vida. Iba a afrontar cada uno de los problemas que su relación conllevara, pero por nada del mundo alejaría a su único amor de la maravillosa vida que comenzaba a florecer ante sus ojos.

-Estoy enamorado de ti, Jace Herondale. Y no voy a privarme de ese magnífico sentimiento, ni de tus labios, o tu mirada, o tu risa. Nada.

El aludido sonrió bobamente mientras miraba con adoración al pelinegro.

-Estoy enamorado de ti, Alexander Gideon Lightwood. Mi deseo es amarte hasta que el corazón que llevo en mi pecho deje de latir; hasta que mis ojos se cierren para siempre y no puedan encontrar los tuyos nuevamente; hasta que mi aliento haya desaparecido en un último beso de tus labios. Estoy enamorado de ti, porqué me das más de lo que alguna vez he deseado con tan solo sonreírme o reírte de mi ego; porqué eres maravillosamente atractivo en todo momento; porqué tu semblante es el perfil de un dios griego al que todos quisieran tener en su cama…

Ahora fue él quien giró dejando al chico de cabello azabache debajo para mirarle. Alec estaba llorando, llorando como si sus ojos fuesen una cascada.

-Eres más hermoso de lo que imaginas, Alexander Lightwood.

-Me has declarado tu amor con esas palabras ¿lo sabes?- murmuró el ojiazul limpiando sus lágrimas.

Jace asintió: -Lo he hecho de la manera más sincera. Te quiero, te he querido desde hace tiempo solo que... me cuesta admitir mis sentimientos. Amar es destruir, ser amado es ser destruido. Eso me lo enseñó mi padre, no cambió nada hasta que me enamoré de ti. Descubrí que quizá, el amor era lo que me hacía mejor persona. Tú eres el que me hace mejor persona…

Era amor, pensó Alec. Amor del bueno, de ese que se siente una sola vez en la vida. Una runa parabatai elegía a tu alma gemela, pero al parecer la de ellos había elegido algo más.

(Fic Jalec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora