«Capítulo Dieciséis»

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Narradora

La recostó en la cama con suavidad, sin despegarse del beso. Luego, sus labios ya no eran lo suficiente y empezaron a conocer sus lenguas. El beso, una vez tierno, se volvía cada vez más apasionado.

Cuando el aire empezó a hacer falta en su pulmones, se separaron con lentitud, maldiciendo a sus cuerpos por la necesidad que tenían por oxígeno. Seguían con los ojos cerrados, con miedo de que la vida le estuviera jugando una mala pasada y que todo sólo fuera un dulce y deseable sueño.

Pero no era así.

Y tuvieron la certeza de eso cuando sus miradas se encontraron. Ambos con la respiración agitada y la llama de la lujuria enmarcada en sus pupilas.

Aquello... Era muy real para tratarse de un sueño.

No había necesidad de palabras. Ambos sabían lo que querían, lo que sus cuerpos deseaban y lo que sus almas anhelaban desde hace tiempo. Quizá, desde siempre.

Cuando, al fin, logró calmar su agitada respiración, el chico miró hacia abajo. Su vestido se había bajado un poco, dejando a la vista parte de las redondas y grandes esferas que la chica tenía como pechos. Trago grueso y se sonrojó, nunca se había sentido tan nervioso. Con una timidez que no sabía que tenía, guió su mano hasta el inicio del vestido. La miró a los ojos, preguntando si podía seguir, recibiendo una leve sonrisa como respuesta.

Interpretando este gesto como un sí, prosiguió a bajarle el vestido. Ansioso, llevó sus manos temblorosas hasta el inicio de la pieza. Su boca se hizo agua cuando los senos, redondos y llenos, fueron liberados de la fastidiosa tela. Los pezones, rosados y duros, casi clamando por su atención.

Y por supuesto que los concedería.

Terminó por quitarle el vestido, dejándola sólo con unas bragas blancas con dibujos infantiles de flores y hadas. Sonrió ante eso. Era increíble como podría verse tan sexy, sin dejar su característica ternura a un lado.

Al cabo de unos segundos, él ya se había quitado su ropa, quedándose sólo en un bóxer negro que dejaba ver claramente la gran erección que tenía. ChiChi se sonrojó al darse cuenta. Se había sorprendido por el ancho y grueso que era. Y eso que aún seguía atrapado en la tela de su ropa interior. Dudó si entraría en ella y, por un momento, sintió miedo. Pero todas sus inseguridades se fueron hacia muy lejos cuando sintió al rubio nuevamente sobre ella, mirándola, no sólo con deseo, sino con amor. Unió sus labios una vez más y ella no se negó a corresponderlo con la misma intensidad, deseando que este momento fuera eterno y que no se tratara de un sueño, como su mente hacía parecer por el efecto de la alta cantidad de alcohol en su sangre.

Al separarse, volvió a mirar hacia abajo. Suspiró, pesadamente, llevando su mano a uno de los senos de la chica, tocándole con suavidad. Su miembro pulsó, aún atrapado en la tela de su boxer. Se sentía en el límite. Aunque haya imaginado este momento muchas veses, la realidad superaba, incomparablemente, todas sus fantasías. Tanto, que sólo un simple toque en la lechosa, blanca y delicada piel de ella lo ponían al máximo. Ella soltó un gemido leve, que lo prendió por completo, más de lo que ya estaba, observando como sus senos se movían al compás de la respiración.

Y quería más, mucho más.

Si posible, hacerla gritar de placer.

Filofobia ||GoChi||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora