|| O C H O ||

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El sonido de la puerta interrumpió el sepulcral silencio de la oficina en la que Tin y Techno se encontraban trabajando.

—¡Pase! — ordenó y la puerta se abrió, dejando ver a un muy abrigado Pete que entró apoyándose en toda superficie a su alcance. Seguido de Can que veía atentamente los movimientos de su hijo.

—¡Ya llegamos! Y buenas tardes Techno — saludo el artista con una enorme sonrisa, cerrando la puerta detrás suyo antes de mirar a Tin.

La escena cambió drásticamente cuando Tim se apresuró en colocar los protectores de goma para que Pete no tuviera ningún peligro; si bien nunca las había usado antes no tuvo problema en aprender cómo usarlas.

—Es un placer volver a verte, Can. Y mejor aún, verte tan bien — Techno saludo con una amable sonrisa.

—¿Tan tarde es, Can? — Tin tomó asiento en el sofá mientras cubría las esquinas de la mesa ratona que estaba al medio del estudio.

Sintió como Can tomaba asiento a su lado, seguramente observando el estudio con atención.

—No, no, solo me desocupé antes y quise venir — aclaró con ese tono suyo; entre amable y firme, tan característico. —La reservación es para dentro de una hora. Aún hay tiempo, tranquilo.

Tin no recordaba haber invitado al artista alguna vez a su estudio en su corto tiempo de casados, y deseo haber limpiado el lugar con algo más de esmeró.

Terminada la protección se levantó dispuesto a guardar los papeles y terminarlos luego para así poder compartir tiempo con su exesposo y el bebé en una cena familiar.

—Creo que esta es mi señal para retirarse — terminó por decir Techno después de un breve silencio, aunque (cabe recalcar) que el más incómodo era él, porque Tin y Can parecían estar familiarizados el uno con el otro. — Nos vemos mañana, Tin. Hasta luego, Can.

Ambos se despidieron del abogado con amabilidad.

A Tin le picó la curiosidad, estaba nervioso porque sabía que estaba haciendo méritos con ser parte de la vida de su hijo, pero no sabía si Can estaba con alguien o no. Debía preguntarle. Debía asegurarse de avanzar.

—Can, tú, ehm. . . ¿Estás saliendo con alguien?

—No, necesitaba tiempo para mí y para Pete — respondió con una sonrisa.

Joder, Tin adoraba la sonrisa de Can porque no era igual al resto, esta era sincera, resplandeciente y capaz de minimizar a cualquier otra sonrisa a su alrededor.

Cuando alzó la vista (dejando de ver, obviamente, la sonrisa del artista) se encontró con los ojos de Can. Tardó en comprender que no lo miraba a él, sino a la pared detrás de él.

—Está vacía, lo sé — murmuró, girándose para observar unos segundos. Era extraño porque tenía una luz de exposición que solo resaltaba el color de la pared, considerando que el estereotipo de una oficina requería de un imponente cuadro —. Estoy reservando ese espacio para alguna de tus pinturas.

Aquella confesión lo hizo sentirse nervioso, volteando a ver a su exesposo con una sonrisa en el rostro. Lo hacía mucho, bastante seguido y aún así se sintió bonito pensar que Tin las provocaba. Se sintió bonito creer, que de alguna manera, era una compañía agradable para Can.

—¿Noche de hamburguesas? — preguntó mientras se dedicaban a salir de la oficina seguido de apagar las luces.

—Noche de hamburguesas — afirmó el artista.

[Y U A N F E N]

Las expectativas de Tin para esa noche eran altas y, para su sorpresa, la realidad había superado enormemente.

No solo porque en el lugar vendían las mejores hamburguesas que había probado en su vida, sino por el ambiente tan relajado y familiar pareciendo, así, una de esas películas estadounidenses que tanto se veían en los cines.

Se sentía irreal, tenía esa tendencia fantasiosa de como las noches podían fluir entre las risas y las intervenciones del bebé.

Tenía esa manera de ser perfecta que Tin temía que fuese solo un sueño.

—Nunca te lo pregunte pero ¿qué pasó con Lemon? — preguntó Can a su lado en el asiento del copiloto de camino al departamento, con Pete durmiendo en el asiento para bebés en los asientos traseros. —Escuche algo en las noticias pero ya sabes como son, exageran todo y no quise creer todo lo que decían.

—Es un poco complicado — Tin suspiró, abriéndose los primeros botones de su camisa aprovechando un semáforo en rojo. —Lemon solía trabajar para mí, en otra área al principio y cuando la conocí inmediatamente la hice mi secretaria. Ella me hizo creer que me quería y que yo la quería a ella. . . No necesitaba a nadie ¿entiendes? Ella solo llego y me hizo creer que sí necesitaba de alguien para ser feliz y bueno, ella parecía ser la indicada.

No quería hablar de eso, había dejado de doler pero eso no quitaba las cosas que habían pasado, le incomodaba recordar lo imbécil que había sido.

—No tienes que hablar si no quieres, Tin — su exesposo puso una mano sobre la suya para apretarla un poco.

No, no quería hablar pero sabía que debía hacerlo, porque se lo debía. Gracias a esa mala mujer ambos habían sufrido, Can más que él.

—Mis padres no querían que me casara con ella y me lo negaron desde un principio, luego me casé contigo y ella empezó a meterme ideas en la cabeza y fue mi culpa, porque yo le creí a ella. No tenía idea de que ella solo se acostaba conmigo por el dinero; un día simplemente desapareció con más dinero del que podía necesitar — explicó antes de aparcar el auto a las orillas del edificio donde había vivido con anterioridad.

—Me alegra que no hayas tenido que declarar bancarrota.

—Si, fue gracias a los ahorros, sin embargo tuvimos que indemnizar muchos despidos. . . Ella volvió a aparecer luego de que los periódicos anunciaran nuestro divorcio alegando que yo la golpeaba a ella también — a Tin le estaba costando decir aquello, no era un tema del cual podías hablar con facilidad —. Sin pruebas no pudo hacer mucho y no he vuelto a saber de ella.

Respiro con profundidad haciendo sonar su cuello, le vendría bien un descanso.

—Tin — lo llamó mientras doblaba su corbata —. ¿Quieres quedarte un rato? 

Yuanfen (TinCan) (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora