E P Í L O G O

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Dedicado a todxs porque los amo y porque se lo merecen.

Un año después

Las luces tendían a ser cegadoras. El ruido, las risas. Estar al lado de Can y Pete lo hacían sentir en familia. Con la música de la feria de fondo Can se apoyó en la baranda que daba al río y suspiró, sonriendo. El día podría haber sido largo, las filas eternas y el griterío agotador, pero ¿con qué derecho iba a quejarse si se trataba, al final, del día especial de su hijo?

La familia que siempre soñó y ahora por fin tenía la oportunidad de hacerla realidad.

—Cariño — lo llamó Tin, apoyándose en su lado para tomarlo por la cintura y apegarse a él, transmitiendo todo el calor que sólo refugió las emociones de Can. —Ven conmigo a la noria — pidió, mordiendo su labio inferior con nerviosismo mientras tomaba su mano y, entrelazando los dedos, tiraba de él.

—¿Y Pete? No lo he visto desde que se fue con Techno — ¿era posible amar más a una persona? Tin creía que sí.

Había pasado un año desde aquella noche donde se había disculpado, pero no fue fácil. Poco a poco se fue infiltrando en el departamento, al principio con pequeñas mudas de ropa, teniendo amaneceres al lado de la persona que amaba, viéndolo descansar. Luego de unos meses tomaron la decisión de vivir juntos, haciendo más fuerte su convivencia y haciendo méritos para que su amor perdurará.

Le tomó un año entero tener intimidad como pareja. Le tomó un año entero sentirse capaz de tocar la piel almendrada del artista. Les tomó un año entero dar el paso.

—Techno lo llevará a una función, junto con Kengkla — lo tranquilizó, apretando el agarre con fuerza y Can se cuestionó si no le molestaba tomarlo de la mano aún cuando el artista seguía llevando el anillo de su antiguo matrimonio.

«Aunque hasta yo me olvido de que está allí» pensó, apresurando el paso para alcanzar a Tin y llegar a la noria. Con tanta gente que rondaba, fue llamativo que la atracción estuviera casi vacía y Tin rápidamente pagó los boletos, adentrándose sin dudar ni un segundo.

—Cielo, ¿por qué tanta emoción? — la pregunta salió jocosa mientras entraba a la cabina y cerraba con fuerza la puertita, curioso ante la actitud infantil pero tan genuina que Tin llevaba dentro suyo y las sospechas crecientes de Can sólo flamearon con fuerza, golpeteando en su pecho mientras tomaba asiento. —¿Lanzarán fuegos artificiales?

—Si — afirmó rápidamente Tin y fue tan sencillo leerlo, tan fácil comprender en esa sonrisa que había más que fuegos artificiales en mente y era increíble, se sentía increíble la manera en la que Can había podido conocer a Tin tanto en el plazo de unos meses viviendo bajo el mismo techo.

Le encanta poder saber y prever las ideas o sorpresas que Tin llevaba en su mente y más aún le encantaba poder asombrarse ante sus ocurrencias porque siempre, y sin excepción, Tin aparecía con algo increíble que lo dejaba sin habla.

Como aquellos cuadros que había colgado en su oficina y estudio, incluso cuando Can dudaba de la preciosidad de los mismos.

Como el anillo que llevaba colgando en su cuello, el cual jamás se había quitado y no parecía con intenciones de hacerlo, aferrándose al objeto cada vez que los nervios lo consumían y se sentía al descubierto.

Como cada dibujo de Pete que decora sus carpetas y archivos, volviéndose sorpresas enternecedoras y simpáticas para cualquiera que se encontrara haciendo un tratado con el empresario.

Porque así, con cada detalle, se había hecho un lugar en el corazón de Can.

Merecido, aceptado y bien ganado, Tin lo había conseguido.

—¿Eh?, ¿por qué se detuvo? — cuestionó el artista, asomándose por la ventana de la cabina cuando la atracción se detuvo y ambos se encontraron, sorpresivamente, en la cima de la misma. Tin no respondió y simplemente, sonriendo como siempre lo hacía, se arrodillo frente a él —. ¿Amor?

Sacó de sus bolsillos una caja de madera, decorada a mano torpemente, antes de tomar una profunda respiración y abrirla, dejando a la vista de Can un anillo de plata hermosamente decorado con letras que parecían italiano, destellaba con singularidad gracias a las luces de feria que se reflejaban en los cristales de la cabina. A los ojos del artista, ese anillo llevaba un arcoíris dentro.

—Desde que los ví a Pete y a tí, yo supe que mi vida jamás volvería a ser la misma y soy feliz. No quiero que cambie, quiero que sea así para siempre — susurró Tin, aclarándose la garganta mientras fijaba sus ojos ilusionados en Can. —Pero no quiero pedirte algo que sé que no quieres, por eso este anillo significa más que matrimonio — su voz tembló, dudosa, removiendo cada parte del cuerpo del artista mientras éste tapaba su boca con ambas manos —. Te amo, te amo muchísimo, y cuando te veo siento que tengo el cielo a mi lado. Tenerte a tí y a Pete es un sueño, es mi mayor deseo hecho realidad. Quiero darles lo mismo, quiero devolverles lo bonito que me dan cada día, cada sonrisa que me roban, cada alegría — "Tin" —, quiero serlo todo y ser mejor. Quiero merecerlos — "Ya lo haces" —. Amor mío, ¿me aceptas como tu compañero?

Can exhaló, cerrando los ojos unos segundos mientras aclaraba su mente porque sí, joder, sí. Estaba pasando, estaba pasando de verdad y no podía creer que Tin le estuviera pidiendo aquello que no había hecho con anterioridad. Tin, el hombre al que tanto había anhelado años atrás, estaba arrodillado frente a él con el corazón en las manos y el claro deseo de una respuesta afirmativa que prometía compañía para toda la vida.

—Sí — susurró, asintiendo rápidamente en el instante en que abrió los ojos y se abalanzó sobre Tin, abrazándolo con toda la fuerza que tenía a su alcance. —Sí, sí — repetía, tan emocionado que se sentía volar y Tin se acercó a una de las ventanas de la cabina sólo para sacar uno de sus brazos y alzar el pulgar.

—¡Dijo que sí! — gritó, tomando finalmente el rostro de Can para plantarle tal beso que los dejó desorientados a los dos mientras los vitoreos que se escuchaban de abajo acompañaron ese momento de intimidad que compartieron ambos.

Rápidamente Tin tomó su mano también, nada más soltar esos labios que deseaba sentir contra los suyos para toda su vida, y quitó el viejo anillo para reemplazarlo con el nuevo.

Pero hubieron más sorpresas, al menos para Can quien inclinó la cabeza hacía un lado mientras acariciaba su nuevo anillo cuando Tin se quitó la cadena y, cuidadosamente, colocó el antiguo en la misma cuando al que ya colgaba en ella.

—¿Qué haces? — preguntó el artista, frunciendo su ceño levemente a la par que alzaba la mirada a los ojos de Tin otra vez.

—Quiero reemplazar todos los malos recuerdos con buenos momentos — se explicó, colocándose el colgante una vez más. La cabina se removió un poco y la atracción recuperó su rumbo, moviéndose lentamente. —Tú ya no tienes que cargar con mis errores, yo sí debo. No quiero olvidar.

Can se acercó, tomando con ambas manos el rostro de Tin para acariciarlo con sus pulgares y observar cada gesto, cada parte del mismo en búsqueda de algo que denotase sufrimiento en el hombre más lo único que vio fue emoción, amor conmovedor que arrasó su corazón y lo llenó de cariño.

—Aún así yo no creo que. . .

—Por fin tengo una familia — espetó Tin, tomando una de sus manos para cerrar sus ojos y besar el dorso. —Por fin me siento querido — agregó, mirando con ojos profundos a Can. —Gracias amor mío, compañero mío, vida mía — recitó, obedeciendo el grabado del anillo para aferrarse a su amado y regalarle, como sello a una carta de amor, un beso que cerrará el principio de su nuevo comienzo.

Yuanfen

Principio que define esos amores que nacieron predestinados.

Yuanfen (TinCan) (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora