|| C A T O R C E ||

753 99 23
                                    

Con esa petición siendo sus últimas palabras y tomando sus pertenencias, el chico salió del departamento sin mirar atrás. Sólo cuando Can cerró la puerta, dejándolos a solas, Tin pudo suspirar de alivio.

—¿Puedo saber que a dicho Pond? — inquirió el artista mientras se acercaba a él, inclinando la cabeza levemente su cabeza hacia un lado. La expresión en su rostro indicaba preocupación, genuino interés en saber sobre la discusión.

Pero Tin no podría decir jamás en voz alta lo que había escuchado. Sólo causaría más destrozos dentro suyo.

—Creo que debería irme — susurró, sonriendo de lado para disfrazar sin éxito su cansancio. Ni siquiera lo intentó nuevamente, adoptando la expresión seria y agotada que había tenido la última media hora, y estiró su mano hacía la mesa para tomar sus cosas e irse.

—Espera — Can lo detuvo, apretando su brazo de tal forma que consiguió que Tin le mirase a los ojos nuevamente. Exhaló, tragando con fuerza. —Es tarde. Puedo prepararte el sofá —, y acariciando con sus dedos por encima de la camiseta de Tin, mordió su propio labio inferior —. Quédate con nosotros esta noche.

[Y U A N F E N]

Tin bostezo para seguidamente llevarse la taza de té a la boca. Los ojos se le estaban cerrando mientras observaba a Can comerse un buen sandwich de carne. Tenía hambre, se le notaba desde lejos.

—Al final sólo fuí para un par de fotografías y una entrevista. A las dos horas ya estaba libre y aburrido. Para la próxima ven con Pete así me hacen compañía — comentó, prosiguiendo con su monólogo sobre la exposición de arte y Tin de verdad estaba tratando de prestarle atención, parpadeando lentamente mientras clavaba sus ojos caídos en Can.

Asintió tardíamente cuando comprendió que el artista estaba esperando una respuesta. Can simplemente sonrió, suspirando mientras se limpiaba los labios con una servilleta.

—Hablé con el director de la galería — el tono de sus palabras denotaban un significado casi oculto, como si un pequeño secreto se deslizara suavemente por sus labios y cuando Can, alzó sus ojos traviesos, observando a Tin, la sospecha se volvió aún mayor —. Me comentó sobre tu recomendación.

El sorbo de té se convirtió en piedra, atorándose en la garganta de Tin quien tosió fuertemente, estrellando la taza contra la mesa en el intento de evitar que el contenido saliese volando por todas partes.

Can arqueó sus cejas, inclinándose para retener la taza y dejar que Tin tosiera libremente, tomando bocanadas de aire toscas y cortas.

«Viejo traidor, teníamos un trato» maldijo para sus adentros, frunciendo el ceño antes de tomar su té nuevamente y dejar pasar, no sin algo de dolor en su garganta, la tos de la sorpresa. Can le sonreía, acariciando la mano de Tin que estaba hecha un puño sobre la mesa. Sólo cuando los dedos del artista pidieron entrelazarse, Tin suspiró aliviando las tensiones.

—Gracias. Sin ti no lo habría logrado. No estoy molesto — y esas palabras (acompañadas de una cálida sonrisa y otro cálido apretón), llenaron de orgullo el corazón de Tin. No habría imaginado que Can agradecería su intromisión de tal manera, estaba sorprendido gratamente y se encontró sonriendo también, aunque sentía que se asemejaba más a una mueca que a una sonrisa. —¿Puedo saber que discutieron tú y Pond?

Tin negó, dándole otro sorbo a su té.

«Era demasiado desagradable como para conversarlo»

—Sólo sé que va a ser difícil ganarse su confianza, su respeto. . . Todo — un suspiró salió de su boca mientras negaba, llevándose una mano hacía el rostro para masajear su rostro con fuerza. No sólo se le cerraban, la vista le ardía —. Ni siquiera creo que vaya a escucharme — lamentó.

Can rápidamente tomó su mano libre, ahora manteniendo ambas bajo las suyas para acariciarlas con sus dedos, llamando su atención. Buscó su mirada también, luciendo hasta casi preocupado con sus cejas fruncidas en un ceño que no manifestaba enojo.

—Tú no tienes que ganártelo — se apresuró a decir, apretando sus labios en una firme línea —, Pete y yo somos tu familia, tú única preocupación debería ser convencernos a nosotros y ya lo has hecho.

Y aunque Can lucía preocupado, angustiado incluso, al decir aquellas palabras, Tin se sintió más feliz al escucharlo. Casi como si lo que Can había dicho fuera, de alguna manera, una garantía de que estaba tomando las decisiones correctas.

Y quizá no era una prioridad, tener que convencer a una persona ajena a la relación, quizá no merecía desesperarse por ello.

[Y U A N F E N]

—Que descanses bien — le susurró el artista luego de haber lavado todos los platos, apagando las luces y verificando que Pete estuviera durmiendo bien.

Estaba parada en medio del pasillo, abotonándose el pijama mientras Tin terminaba de acomodarse la camiseta prestada y observaba, sonriente, como Can bostezaba.

Él estaba igual de cansado, anhelando zambullirse en el mullido sofá para sentirse rodeado, abrazado por la suavidad del tapizado. Si cerraba los ojos, era capaz de caerse dormido con solo imaginar la sensación de dormir allí.

Se dejó caer, rebotando en el sillón unos segundos antes de acostarse finalmente y taparse con la sábana que Can le había alcanzado. Pues sí, ese sofá definitivamente era una nube espesa de suavidad y calor donde podría descansar toda su vida sí así se lo permitieran.

—Gracias por dejarme quedarme esta noche — susurró, tapándose los ojos con el brazo antes de bostezar como un león, sonoro y con muy pocos modales.

Sintió, tardíamente, un beso ser depositado en su mejilla y sonrió aún más, destapándose para observar en plena oscuridad como esa cabeza de cabellos alborotados desaparecía por el pasillo hacia los dormitorios.

Así cerró los ojos una última vez, con esa sensación familiar de muchas mariposas revoloteando en su pecho, más en su corazón, y se dejó llevar por los brazos del sueño mismo, enterrándose en el acolchado sofá, hundiéndose en lo terso de las sábanas que lo rodeaban.

Yuanfen (TinCan) (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora