|| O N C E ||

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No había forma de que la mano que se aferraba a la suya, herida por acciones que prefería no confesar jamás, expresara alguna vez otra cosa que no fuera cariño, amor y calidez. Quizás, si la hubiese sentido en ese momento, habría entendido que Can era todo aquello que Tin creía inexistente.

«Pero, al menos, lo siento ahora»

Y cuando observó una vez más al artista, el corazón rogó de forma desesperada, latiendo con fuerza.

Sus labios se sentían secos, el silencio era abrasador y el calor, que invitaba permanecer allí toda una eternidad, lo invitaba a acercarse poco a poco sin despegar los ojos de aquellos que lo miraban, casi expectante. Como si deseara lo que Tin soñaba.

«No, no lo invadiré de esa forma»

Sonrió con timidez, suspirando profundamente antes de soltar a Can de incorporarse.

—Ya es tarde, debes estar cansado y yo debería irme — susurró, dándole un rápido vistazo al artista quien miraba, seriamente, hacia la puerta. Lucía pensativo, Tin no quiso ser el que interrumpiera más aquella noche y se acercó a la puerta para tomar su saco y su maletín.

«No haré nada que él no quiera hacer»

No podía negar la sutil felicidad que lo invadía mientras se acomodaba la ropa.

Aún tenía la nube de incomodidad y arrepentimiento nublando un poco su criterio pero no permitió que le negara la alegría de haber sido perdonado. Y de haber, también, recibido una disculpa.

—Buenas noches — susurró Can cuando le abrió la puerta y lo observó, aún con esos ojos algo confundidos y pensativos.

Tin asintió, saliendo del departamento con la vista fija en el ascensor. Algo le faltaba. Y sus ojos se abrieron de par en par, volteándose tan rápido que Can se detuvo a medio cerrar la puerta, sorprendido por el brusco movimiento.

—Espera, casi lo olvido — informó Tin, agachándose para apoyar el maletín en el suelo y abrirlo, buscando entre el papel. El artista abrió nuevamente la puerta, saliendo con curiosidad para acercarse al empresario.

Y cuando el empresario sacó una rosa, los pasos de Can se detuvieron.

Tin se incorporó, teniéndola a su exesposo mientras sonreía de tal forma que parecía haber encontrado un tesoro y rió nerviosamente, rascándose la nuca con su mano libre.

—Creí que estaría aplastada — explicó y avanzó un par de pasos, quedando lo suficientemente cerca de Can para que la nube de intimidad se formará a su alrededor y el silencio acompañara al presente, dejando al artista sin palabras —. Compensaré la salida de hoy, Can. Lo prometo.

Can tomó la rosa, casi con el mismo cuidado con el que tomaba un pincel y lo observó callado, tragando sonoramente antes de alzar la mirada hacia los ojos de Tin.

Y no hubo forma de que Tin puede haber previsto lo que el artista haría segundos después; al balancearse un poco en sus pies para rodear su cuello con sus brazos y presionar sus bocas juntas, arrebatándole el aire de los pulmones.

El mundo se detuvo, Tin podría haberlo jurado. El piso no tembló pero su corazón sí lo hizo y cerró sus ojos, tomando con cuidado la cintura de Can porque era él, era Can quien estaba besando y cuyos labios parecían el cielo, acariciándolo de tal forma que una llamarada de amor se encendió dentro suyo, llenándolo de todo el cariño con el que sólo podría haber soñado.

Porque Can lo abrazaba, no lo dejaba irse y Tin tampoco planeaba soltarlo, aferrándose a su sueño hecho realidad mientras apresaba la boca del artista una y otra vez, aprendiendo con atención la textura, la forma y la manera en la que le gustaba ser besado y besar también.

No pudo evitar sonreír, presionando suaves besos en las comisuras de la boca de Can y en la punta de su nariz, y en sus mejillas y en todo a su alcance. El artista no se quedó atrás, tomándolo por ambas mejillas para repetir el mismo recorrido sólo que con lentitud, con cuidado.

¿Así se sentía ser querido? ¿Con tanto afecto y atención?

Abrió los ojos con una sincronía casi mágica cuando notó que Can también lo hacía y rozaron sus narices, observándose casi temerosos de que aquello fuera una ilusión o un mismísimo sueño. Pero cuando se sintió tan real, cuando Tin se inclinó y le robó un beso más, Can se sonrojo violentamente ante sus ojos y, joder.

«Es hermoso, y lo he provocado yo »

—Gracias, Tin — susurró el artista, soltándose lentamente antes de volver en sus pasos. No dejaron de mirarse, casi como si temieran perderse de vista y Can sólo pudo sonreír cuando entró al departamento y apoyó una mano en la puerta, incapaz de cerrarla.

¿Y si la dejaba abierta? ¿Podrían quedarse para siempre en aquel momento de sus vidas?

Tin lo deseó.

Pero deseó aún más que Pete estuviera allí también, estuviera en brazos suyos mientras Can lo acariciaba otra vez.

—Buenas noches, Can.

Ya llegaría.

Como el sueño de ser querido por Can, se volvería realidad tarde o temprano.


N/A: Sin duda, este capítulo es mi favorito de toda la historia <3

Yuanfen (TinCan) (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora