Capítulo 5

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ALEXEI

FLASHBACK

Me arremangué la chaqueta para proteger mis manos del agua y me puse la capucha para resguardarme del frío. Inserté los auriculares en el teléfono, los coloqué en mis oídos y reproduje la primera canción que apareció en la pantalla de la aplicación de música. Aumenté el volumen, sumergiéndome en el sonido y bloqueando los gritos y golpes que resonaban a través de las paredes. Cerré la puerta de la cocina, tomé un sorbo del vaso de agua que estaba en la encimera y observé el desorden dentro del lavaplatos. Centrándome en el ritmo de la canción, agarré una esponja, la rocié con jabón para lavar platos y comencé a fregar los platos y vasos que encontré, colocándolos a un lado para luego enjuagarlos con agua. Luego procedí de la misma manera con los cubiertos, pero algo inesperado sucedió.

Uno de los cuchillos cayó al suelo y, al agacharme para recogerlo, uno de los auriculares se soltó, permitiéndome escuchar nuevamente los gritos. Miré el cuchillo en mis manos, lo recogí, pero permanecí en el suelo, dejando que una idea se abriera paso en mi mente. Una idea que debí haber considerado mucho antes. Mucho, mucho antes. Pasé mi dedo por el filo de la hoja, cortándome y dejando que la sangre brotara, mientras imaginaba esa herida multiplicada en el cuerpo de mi padre.

Podría acabar en prisión, pasar el resto de mi vida encerrado, pero seguramente viviría mejor que en esta celda llamada pobreza. No solo pondría fin a la persona que ha destrozado la vida de mi madre, sino que además viviría en un lugar donde tendría una cama, comida y podría conocer a otros desafortunados como yo... En última instancia, la vida misma era una cárcel de todas formas.

Cerré los ojos con fuerza y, aún en el suelo, arrojé el teléfono con los auriculares, sintiendo la rabia y el dolor colisionar dentro de mí. Me levanté con determinación, el cuchillo aún firme en mi mano, mientras una gota de sangre se deslizaba por mi dedo. Abrí la puerta y corrí con furia hacia la sala, fijando mi atención en la espalda de mi padre. Sin pensarlo dos veces, clavé el arma blanca en su cuerpo una y otra vez, atravesando su espalda con una mezcla de ira y desesperación. El último golpe resonó cuando su cuerpo se desplomó en el suelo.

Mi mirada se posó en mi madre, en un rincón del comedor, sumida en un charco de lágrimas y sangre, temblando ante el horror. No pude articular palabra alguna; la mudez de mi trauma se apoderó de mí. Ni siquiera tuve el valor de pedir ayuda hasta que ella, entre sollozos, me rogó que le alcanzara el teléfono. En un estado de shock, extendí el dispositivo hacia ella, y sus dedos temblorosos pidieron auxilio. Sin embargo, cuando mi cuerpo y mis sentidos volvieron a la realidad, mi madre, con ojos desesperados, me suplicó que huyera de allí.

En ese instante, la brutal realidad se apoderó de mí, dejándome aturdido ante el hecho de que acababa de poner fin a la vida de mi propio padre. La gravedad del acto se hundió en lo más profundo de mi ser, envolviéndome en una espiral de emociones tumultuosas. La habitación estaba llena de un silencio opresivo, solo roto por el eco sordo de mi respiración agitada.

La mirada fija en el cuerpo inerte de mipadre, me embargó una sensación agridulce. Aunque una parte de mí se hallaba anestesiada por la violencia del momento, otra parte temblaba bajo el peso de un arrepentimiento que, hasta entonces, me resultaba desconocido. Jamás, a lo largo de toda mi vida, habría imaginado que llegaría a este punto, a un acto tan irreversible.

Mis manos aún sostenían el cuchillo manchado de sangre, testigo mudo de la tragedia que acababa de desencadenar. El aire se densificaba con la mezcla de olores metálicos y la atmósfera de desolación. La habitación, antes llena de caos, se volvía un escenario de pesar y remordimiento. En un instante, había cruzado una línea que nunca pensé traspasar, y ahora enfrentaba las consecuencias de un destino alterado para siempre.

Las palabras apenas susurradas por la moribunda figura fueron un eco ensordecedor en la penumbra de la habitación. "Márquez". Ese único nombre, pronunciado con la debilidad de quien se enfrenta al abismo, se convirtió en el hilo conductor que me llevó hasta él. Fue la señal que indicaba que bajo su manto estaría a salvo, lejos de las garras de las calles, el abuso y las sombras de un destino incierto. Me pregunté si mi madre, al enviarme hacia él, sabía que esto sería un salvavidas en medio de un océano tormentoso que amenazaba con devorarme.

Aunque el cobijo que Márquez me ofrecía era como un faro en la tormenta, también sabía que la calma no era eterna. Sentía que debía devolver algo, saldar una deuda implícita que se ocultaba detrás de la benevolencia aparente. Mis días estaban contados en esa burbuja de seguridad; estaba claro que debía enfrentar las mareas turbulentas de la realidad. Era consciente de que Márquez, con su sombra alargada y su manto protector, estaba inmerso en un mundo peligroso.

Desde el momento en que llegué, sus enseñanzas trascendieron lo convencional. No solo me brindó educación y resguardo, sino que también me adentró en un universo de secretos oscuros. Las lecciones iban más allá de los libros; aprendí a manejar armas y a defenderme físicamente. "Hay muchas personas que quieren hacerme daño", susurraba con solemnidad, "y tú vas a tener que protegerme". Me convertí en su guardaespaldas, un papel que nunca imaginé desempeñar.

Sin embargo, nunca olvidé mi linaje, mi apellido resonando en la esfera de los Genovese. No estaba dispuesto a convertirme en un peón en el tablero de los reyes que anhelaban poder y control. Las sombras que se cernían sobre nuestra nueva vida eran indicios de que algo más se cocía entre bastidores.

Tanto César como yo éramos piezas en un juego mucho más complicado de lo que aparentaba. Las rivalidades, las enemistades, todo parecía orquestado por una fuerza invisible, y estábamos decididos a descubrir la verdad antes de que otra tragedia golpeara nuestras vidas. El rompecabezas se formaba ante nuestros ojos, y no descansaríamos hasta conocer cada pieza que lo componía.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora