Capítulo 11

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CÉSAR
Podría haber ganado la batalla. Podría haber destrozado la cara de aquel capullo si quisiera, a pesar de lo difícil que me resultaría hacerlo. Lo habría hecho, o al menos lo habría intentado. Pero no lo hice. De alguna forma, sentía que debía entregarme a sus golpes, rendirme y ver mi vida pasar frente a mis ojos como un tráiler. Un pequeño, confuso y borroso tráiler de mi vida que, a medida que lo recordaba, se hacía más fuerte, más presente, y podía revivirlo todo con mayor intensidad.

Por primera vez me sentía vivo, porque esta vez estaba sufriendo a través de mi piel y sentía que no estaba solo. Todo esto me sobrepasaba. Entre la falta de sueño, las pesadillas, la cantidad de cafeína en mi organismo y los golpes que se manifestaban en todo mi cuerpo, incluyendo mi cara, solo esperaba el próximo detonante que me hiciera estallar para darme cuenta de verdad de que no estaba bien. Ni siquiera un poco cerca de estarlo.

Pero mantengo mi sonrisa siempre que sea necesario y cuando conviene. No por querer aparentar, porque si me preguntan, si me preguntan como estoy, mi respuesta no será positiva. Pero mantendré un mínimo de simpatía por si alguien lo necesita en un mal día.

—Lo siento por todo —afirmó Diana justo al detener el coche frente a la casa—. Debería haber evitado que participaras en esa estúpida...

—No es tu culpa —dije arreglándome el cabello en el espejo retrovisor—. Ni la de tu padre.

—Márquez —afirmó.

—Sí, es su culpa.

—No —negó, concentrada en el camino, sujetando el volante con fuerza—. Digo que Márquez está allá —lo señala.

El hombre acababa de bajar de un coche Rolls Royce, sosteniendo un paraguas en la mano y con tres escoltas detrás de él. Luego, siguió caminando hasta subir las escaleras del jardín y entrar por la puerta principal.

—Tu padre no debería dejarse mangonear por esa gente.

—Esto no es algo casual, algo debe estar pasando. Márquez no viene así de la nada...

—Está pasando que me consideran un peligro y quieren negociar algo conmigo —Diana no contestó, pero sonrió en cambio—. ¿Qué crees que está pasando?

—Quieren mantenerte cerca, pero no porque te consideren peligroso... —contestó al salir del coche. Yo hice lo mismo y cerré la puerta al mismo tiempo que ella, esperando que continuara hablando—. Te harán preguntas, intenta no mentirles, dales lo que quieren e intenta aceptar cualquier propuesta. Si no quieres confiar en Márquez, no lo hagas, pero confía en mi padre.

—¿Por qué?

—Para mantener a los enemigos cerca, ¿recuerdas? —respondió sin dejar claro que ella sabía más. Siempre sabe más.

Caminando hacia la casa, las gotas de lluvia se hicieron más intensas, arrastrando las hojas de tonos anaranjados en contra de la corriente. De repente, el tiempo parecía más corto, los pasos más lentos y el sonido de la lluvia eterno.

Cuando llegué a la entrada de la casa, Aarón me recibió con una taza de café en la mano y, mientras tomaba la taza, me dio dos palmaditas en la espalda.

—Eres un campeón.

—Sería un campeón si hubiera ganado la batalla —respondí, desganado, mientras bebía el amargo café.

—Los dos sabemos por qué necesitabas perder esa batalla —puso su mano en mi hombro, y antes de que pudiera continuar hablando, pregunté:

—¿Qué quieres decir? ¿Esperabas que perdiera?

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⏰ Última actualización: Apr 15 ⏰

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