Capítulo 20

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Resoplo de nuevo inconscientemente. Mi cuerpo está buscando formas para calmarse y actúa por su cuenta. No me doy cuenta hasta que oigo el ruido fuerte que hago al sacar el aire entre los dientes.

Me giro otra vez hasta ponerme boca abajo, metiendo la cabeza debajo de la almohada impotente. Ya no se qué hacer... la cama se me queda pequeña, no me encuentro cómodo en ninguna de las posturas que he adoptado en la última hora... he estado bocarriba, bocabajo, de lado, con los pies en la cabecera, con los pies en la pared, con almohada, sin ella...

Además, las imágenes y las conversaciones del día pasan aceleradas por mi mente una y otra vez, en un bucle castigador que tampoco me deja pensar y que me afectan al punto de sofocarme y necesitar que me destape hasta que me quedo frio y tengo que buscar de nuevo el edredón.

También estoy preocupado por ella. Rafa me ha dicho que ha vomitado y no se si está enferma o es del disgusto que nos hemos llevado esta tarde. Se que la está cuidando y eso debería tranquilizarme, pero no puedo evitarlo...

Oigo ruido y miro hacia la puerta. Respiro hondo cuando veo a Rafa y Anaju entrando en la habitación. Quiero preguntarle cómo está, pero soy un cobarde y me hago el dormido. No tengo el valor de enfrentarme a ella..., no esta noche. Por el cambio de volumen en sus voces noto cuando se agachan y hablan en la litera de Anaju. Asomo la cabeza con cuidado para ver si oigo algo de lo que dicen, pero solo llegan murmullos que no logro entender.

Cuando Rafa se levanta tras unos minutos, me mira y nos comunicamos con señas. Yo me llevo el dedo índice derecho a los labios para que no delate que estoy despierto y con la otra mano señalo primero con el índice hacia abajo y después subo el pulgar hacia arriba, "¿está bien?", -pronuncio a la vez con mis labios sin emitir sonido. Rafa asiente y me revuelve el pelo antes de marcharse.

Intento concentrarme en las cosas buenas que me han pasado durante el día para ver si me calmo. Se que no debería pensar en ella pero cuanto más evito hacerlo, más nervioso me voy poniendo, así que pongo en marcha la estrategia contraria.

Recuerdo su sonrisa al despertarme, las confidencias intercambiadas con susurros, los besos cálidos; su cara de sorpresa al ver que le había preparado zumo de naranja y tostadas para desayunar; su mirada risueña y sus mejillas ruborizadas en el repaso de gala con los profesores mientras todos nos felicitaban por la actuación; las miradas furtivas durante la comida; su sonrisa al descubrir que cantaría con su gran amigo Javi esta semana en el reparto de temas; el calor de su abrazo en la merienda cuando le dije que ya la echaba mucho de menos como compañera; sus ojos brillantes y su boca entreabierta, jugosa, esperando un beso a escondidas antes de la cena...

Me despierto sobresaltado con un dolor agudo en el estómago. Me he debido quedar dormido en algún momento sin darme cuenta. Una arcada fuerte hace que mi boca se llene de sabor metálico y es desagradable.

Pienso en el sueño. He vuelto a vivir el momento en las duchas justo antes de la cena, como si no hubiera sido suficientemente doloroso hacerlo una vez. Escondo mi cabeza en la almohada y me tapo hasta las orejas, estoy temblando de frio.

Anaju y yo habíamos quedado en las duchas a escondidas antes de la cena porque estábamos deseando tocarnos y besarnos, no aguantábamos más ninguno de los dos... Ella me había gastado una broma y la tenía acorralada contra una de las puertas de la ducha. Estaba a punto de besarla, solo a unos milímetros de ella, cuando oímos a Eva, mi compañera de actuación de esta semana, gritando a nuestro lado. Estábamos tan pendientes el uno del otro que no la habíamos oido entrar...

- ¿Se puede saber qué estás haciendo Hugo?. ¿Te parece normal?.... tanto decir que quieres a tu novia y mira...

Nuestra sonrisa se fue borrando poco a poco y la pasión dio paso al horror. Se nos desencajó la cara y perdimos el color del rostro.

- No es asunto tuyo Eva..., - dije en un tono seco, sin dejar de mirar a Anaju en ningún momento.

- Claro que no es asunto mío, tú sabrás lo que haces, tu sabrás lo que quieres..., - sentenció antes de dar un portazo como despedida.

No era asunto suyo, pero desperté de golpe de un sueño maravilloso.

- Lo... lo siento..., pero tiene razón..., - cogí mi sudadera de uno de los bancos y me fui dejándola sola.

Una nueva arcada me sacude y bajo a toda prisa la litera, tratando de no toser para llegar al aseo a tiempo.

Apenas he cenado, por lo que a pesar de los esfuerzos que estoy haciendo, las nauseas y las convulsiones que retuercen mi estómago no puedo aliviar mi malestar. Noto como alguien llega y me coge de la frente, me alivia mucho porque me siento cansado y sobre todo, no quiero estar solo.

Tira de la cadena cuando desisto y me doy cuenta que es ella al ver sus zapatillas... Me cuesta el doble levantar la vista para mirarla, porque tengo miedo a ver el rechazo en sus ojos, pero su mirada es pura preocupación por cómo estoy.

Me tiende un poco de papel higiénico y lo acepto. No se qué decir...

- Voy a prepararte una manzanilla y te la llevo a la cama, ¿vale?. Creo que tienes la temperatura alta..., -dice tocándome la frente de nuevo ¿quieres que avise a alguien de producción?

- No hace falta, - niego con la cabeza.

- Bueno, te preparo la infusión enseguida para que te calme el estomago.

- Anaju..., - musito cuando ya estaba caminando hacia la cocina y se da la vuelta sin decir nada -. Gracias...-. Asiente y sigue su camino.

Me lavo los dientes, cojo una manta en una montaña de ropa y voy en su búsqueda.

- Vete a la cama, Hugo... ahora te lo llevo yo, -dice con cariño y sigue preparando la manzanilla.

- Estoy bien...tranquila... ¿Cómo estás tu?, ¿estás mejor?, - digo preocupado.

- Sí, estoy mejor, - Me mira al cabo de un rato y veo dolor en sus ojos-. Lo siento... me he vuelto a portar como un gilipollas...

- Olvídalo... hemos sido los dos. Yo sabía qué esto podía pasar...

Subo una mano a su mejilla y la acaricio. Presiona su cara en mi mano unos segundos y me tiende la infusión. Se ha preparado una también para ella.

La tomamos en silencio en la cocina, sentados en la encimera. Sin apenas decir nada.

Solo tengo ganas de abrazarla, pero no puedo hacerlo, no puedo hacerle más daño, lo mejor es que no tenga contacto con ella, al menos no más que el imprescindible.

- ¿Estás mejor?, -dice tomándome de nuevo la temperatura. Asiento-. ¿Volvemos a la cama?, - dice ella al cabo de un rato.

- Sí, vamos.., - Le tiendo la mano para ayudarla a bajar y le doy un beso en la mejilla-. Gracias...

Los dos volvemos a la cama y nos despedimos con un pequeño beso en la mejilla.

- Si necesitas algo me dices, ¿vale?

- Ok, descansa Señorita, - digo con una tímida sonrisa.

NO PUEDES ESCONDER LA VERDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora