Capítulo 16

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Eran más de las dos y media de la madrugada cuando finalizó "El chat", un programa informal que hacían en la academia los domingos después de cada gala.

Cuando, por fin, las cámaras se apagaron aquella noche, todos comenzaron a hablar en pequeños en corrillos. Anaju estaba con Roberto y Manu, comentando la gala. Ella trataba de seguir la conversación, pero, en realidad, su mente llevaba horas en otro sitio.

Levantó la vista y tragó saliva de nuevo. Seguía estando a un par de metros, simulando que hablaba con dos profesoras con la misma mirada sexy y salvaje que llevaba provocando, durante toda la noche, que se derretiera por dentro y mojara las bragas.

- ¡Anaju!, -dijo Roberto.

- ¡Anaju!, ¿me estás escuchando?, - insistió de nuevo.

- Sí, sí, perdona es que estoy muy cansada y me he puesto a pensar en otra cosa, - trató de excusarse.

- No te preocupes... - Puso una mano sobre su hombro para tranquilizarla y continuo hablando con el otro sin darle más importancia-. Manu, entonces mañana....

Volvió a mirar a Hugo. Una sonrisa maliciosa se había dibujado en su cara al ver el aprieto que estaba pasando. Levantó las cejas y frunció los labios como respuesta.

- Te vas a enterar. -pensó-. Roberto, Manu, perdonadme pero me voy a la cama, ha sido un día muy largo. - dijo dándoles un beso rápido a cada uno.

Caminó sensualmente hacia la salida sin perder el contacto visual con él, dando un pequeño rodeo intencionado por la sala para no pasar por su lado y azorarlo un poco. Su ego sonrió triunfante cuando vio que la sonrisa de Hugo desapareció y miraba expectante cada paso que daba, incluso, cambiando su posición para no perder detalle. Al girar, para encaminar la salida, buscó un espejo para seguir observándole y vio cómo se mordía el labio inferior con fuerza al verla menear el trasero con descaro.

Estaba convencida de que iría tras ella y no se lo queria poner fácil. Buscaría en la habitación y en la zona de los armarios en primer lugar, asi que decidió esconderse en las duchas.

La estancia era sencilla. El paño frontal tenía un gran espejo y una encimera blanca con algunas baldas debajo para utensilios de aseo. Había tres cabinas de ducha a cada lado y, en el paño de la puerta, varios ganchos para colgar las toallas y un botiquín sencillo.

Quería parecer ocupada cuando llegara asi que cogió su neceser y volcó su contenido en la encimera decidida a aprovechar el tiempo en algo útil.

Ya había ordenado gran parte del contenido, cuando vio movimiento en la puerta a través del espejo. Reprimió una sonrisa y fingió que estaba concentrada en la tarea. Hugo entró en silencio y se apoyó en la puerta en esa postura sexy que tanto la torturaba y la descolocaba, con sus manos en los bolsillos y las piernas cruzadas.

- Estabas aquí, -dijo con voz ronca. Buscó su mirada a través del espejo y se ruborizó de inmediato. Sus pupilas estaban tan dilatadas que sus ojos azules eran casi negros.

- Sí..., ¿me buscabas?, - intentó fingir indiferencia, aunque en realidad apenas podía evitar sonreir. Bajó la vista al neceser y continuó ordenando-. ¿Necesitas algo?, - preguntó cuando consiguió volver a ponerse seria.

Hugo recorrió un par de veces con la punta de la lengua su labio inferior mientras meditaba la respuesta. Se quitó la americana y la dejó en uno de los bancos del centro de la sala. Anaju tragó saliva expectante viendo como la atravesaba con la mirada mientras caminaba despacio hacia ella. La sangre empezó a recorrer acelerada todos los rincones de su cuerpo, subiendo la temperatura a su paso. Se paró tras ella y deslizó las uñas por su nuca para apartar el pelo hacia uno de sus hombros y liberar el otro. Apoyó su mano en la cadera y se acercó un poco más, dejando su boca entreabierta a escasos milímetros de su cuello. Su mirada ardía a través del espejo. Anaju rompió la distancia y se movió hacia atrás buscando su contacto. Llevó la mano de Hugo a su vientre y la cubrió con ambas manos. Su calor traspasaba la ropa y quemaba su piel donde no había. Sintió su aliento cálido en su cuello expuesto y una incipiente erección presionando sus nalgas que despertó aún más su deseo. Los músculos de su interior se contrajeron y temió que le faltara el aire cuando él recorrió, despacio, la curva de su cuello, rozando levemente su piel con la punta de la nariz y con los labios. Dio una bocanada de aire desesperada mientras subía una mano por encima de la cabeza hasta la nuca de Hugo. La otra la puso en su cadera y comenzó a mover la pelvis despacio.

- Te necesito a ti..., - dijo en un susurro cerca de su oido antes de morder y estirar el lóbulo de la oreja.

Llevó las manos a su escote para recorrer la V, traspasando ligeramente la frontera roja de su ropa, despacio, apenas rozando la piel y ella se humedeció los labios lasciva. Estaba siendo muy excitante para los dos mirarse mientras se acariciaban a través del espejo.

Subió las dos manos al cuello de la camisa y tiró de él hacia arriba para desnudarlo, necesitaba, quería sentirlo piel con piel. Hugo lo entendió enseguida y subió los brazos para que saliera y los bajó rápido, ansioso por besarla. Acomodó su mano en el cuello y le dio un beso húmedo y largo mientras deslizaba una mano hasta su pecho para acariciarlo.

- Hay algo que llevo queriendo hacer toda la noche desde..., desde que te vi en la habitación - dijo al terminar con voz ronca, mirándola en el espejo de nuevo.

- ¿Sí?, - susurró Anaju con voz entrecortada mientras trataba de respirar. Se giró para volver a besarlo, pero Hugo se retiró y recorrió con las yemas de sus dedos su espalda, erizando su piel a su paso, hasta llegar al broche del mono y soltarlo. Cayó a plomo al suelo y se mordió el labio al verla desnuda, solo con aquellas braguitas negras de encaje y corte brasileño, que apenas tapaban su culo respingón. Admiró su piel dorada, tersa y sus pechos turgentes con los pezones erguidos, ansiosos caricias.

Puso sus manos en las caderas y la giró. Se acariciaron con la mirada durante unos instantes antes de volver a tocarse, los dos jadeantes, reconociéndose de nuevo, como si hiciera mucho tiempo que no lo hicieran. Hugo acarició con el pulgar sus labios y cuando estaba a punto de besarla, paró.

- Anaju, - dijo buscando sus ojos en un susurro-. No puedo prometerte nada...

- shuuuush...., - dijo poniendo un dedo sobre sus labios-. Solo esta noche...- Su voz era un hilo de voz apenas audible.

Un destello de deseo apareció en sus ojos. La besó ardiente al tiempo que agarraba su cintura y la subía a sus caderas. La sujetó con una mano y despejó desesperado con la otra la encimera, antes de dejarla sobre ella y colarse entre sus piernas. Bajó besando, mordisqueando y chupando su cuello, sus pechos, sus pezones sin dejar de mover la pelvis excitado. La oía jadear y eso le excitaba más.

Anaju se incorporó decidida a desabrochar su pantalón y Hugo se liberó de su ropa mientras ella quitaba sus braguitas en un rápido movimiento. Fue corriendo hasta el botiquín para coger un condón, que colocó hábil mientras regresaba. Tocó su sexo cálido y húmedo mientras la besaba de nuevo y sin más dilación la penetró profundo, levantando las caderas hacia arriba. Anaju ahogó un gemido. Esperó unos segundos y repitió la embestida. Era una delicia verla sofocada, luchando por airear su pelo para aliviar el calor, jadeante, mientras Hugo iba imponiendo un ritmo frenético. Metió el pulgar en su boca para ayudarla a acallar los gemidos descontrolados, tenía miedo que en cualquier momento la puerta se abriera e iba mirando de reojo de vez en cuando a través del espejo. Los músculos de su interior lo aprisionaban, cada vez más fuerte y más rápido, y supo que estaba a punto de llegar al orgasmo. Tres embestidas más y ambos llegaron al clima exahustos. Se abrazaron fuerte después de un último beso largo mirandose a los ojos.

- ¿Puedo dormir contigo esta noche?, - preguntó Hugo con la voz entrecortada.

- Claro, vamos antes de que alguien entre y nos pille así....- Besó de nuevo sus labios y comenzaron a vestirse. Seguían mirándose sin creer lo que acababa de pasar.

- Sal tu primero y voy yo en un rato, por si acaso...

- Vale, tienes que abrochar de nuevo el mono, - poniéndose de espaldas.

- Vete o te lo vuelvo a quitar, -dijo tras cerrar el broche con voz ronca. Le dio una palmada en el trasero y se quedó sentado en la encimera viendo cómo se iba.

NO PUEDES ESCONDER LA VERDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora