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Eran las 23:45 de la noche, a unos minutos de que la tienda de convivencia cerrara una moto se estacionó, cesando totalmente el rugido del potente motor

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Eran las 23:45 de la noche, a unos minutos de que la tienda de convivencia cerrara una moto se estacionó, cesando totalmente el rugido del potente motor.

Se sacó el casco, dejando a la vista su despeinado cabello oscuro y sus ojerosos ojos, los cuales luchaban por cerrarse y dormir unas cuantas y merecidas horas.

Bostezó sonoramente, frotándose los ojos antes de colocar un candado y cruzarlo con una cadena gruesa, previniendo por las dudas a su moto de cualquier intento de robo.

Vió a su costado, viendo con los ojos entreabiertos el luminoso cartel de la tienda en la cual siempre compraba provisiones o iba a preparar y comer ocasionalmente un poco de ramen.

Miró su reloj de pulsera, comprobando que faltaba unos cuantos minutos para que la tienda cerrara, así que sin mas avanzo a dentro de esta, encontrándose completamente vacía a excepción de la dependiente que atendía la caja.

Le brindó una mirada y una tenue sonrisa a la chica que atendía, viendo cómo está se arreglaba su cabello rápidamente y le regalaba una sonrisa coqueta y un pequeño y sensual guiño de ojo, señal que el pelinegro ignoró olímpicamente, no sintiéndose con ganas ni ánimos de corresponder el coqueteo de la joven.

Pasó de largo, dirigiéndose al fondo de la tienda en la parte apartada en donde solo se colocaban los distintos tipos y marcas de ramen.

Buscó con la mirada sumamente desinteresada el ramen que mas se le antojara, aunque si fuera por el no comería absolutamente nada y seguiría en la oscuridad de su habitación, tal y como lo había estado haciendo el resto del día y gran parte de la tarde.

Pasó de los ramens y prefirió comer algo de grasa, agarrando una gran bolsa de frituras sabor barbacoa y picante.

Se dirigió a las gigantescas heladeras y tomo un pack de seis latas de cerveza, sintiendo como una vocecita en su cabeza le pedía que se emborrachara hasta sentir que tenia mas alcohol que sangre corriendo por sus venas.

Dio una ultima mirada a las estanterías de productos, listo para pagar...

Pero de pronto se escucho la campanilla de la puerta de la tienda, anunciándo así que había entrado otra persona a la tienda.

El pelinegro levantó la mirada, sumamente alarmado cuando escucho un agudo grito de espanto venir desde la caja, viendo con sus sorprendidos ojos al mismo chico con el que se había encontrado unas noches atrás.

Se fijó mejor, viendo como el mas alto tenia en manos una navaja que parecía muy filosa, apuntando directamente a la cara de la castaña uniformada con la ropa de la tienda, ordenándole claramente que si se movía o hacia algo este la lastimaría con aquella arma blanca tan filosa.

My baby © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora