La vuelta de Jane Potter [2]

Cap. 9

—Por tu forma de reaccionar SABES BIEN de lo que estamos hablando. —Dijo Sirius.

—Nos has mentido todo este tiempo en la cara. —Me reprochó James.

—Y seguro no sólo nos has mentido en eso ¿¡Quién... Eres!? —Dijo Remus apuntándome con la varita.

Vale, esto ya se me va de las manos, es hora de utilizar lo que me enseñó el mejor auror, Ojoloco cuando las cosas se ponen feas.

Jane ¡HUYE!

¡Me transformé en un gato y corrí los más rápido que pude, esquivando los petrificus totalus de Remus.

Corrí hacia el despacho de Albus, por suerte los dejé un poco atrás, me volví a transformar en mí y la puerta se abrió. Entré y cerré la puerta rápidamente.

—Jane... —Miré hacia atrás y estaba Albus.

—Saben que soy una Potter. —Dije, al parecer se había enterado ya puesto que no se le veía sorprendido.

—Pero no saben toda la verdad, sólo saben que vienes del linaje de los Potters.

—No caí en el mapa del merodeador, sé que lo terminaron en vacaciones, pero no caí en que saldría mi verdadero nombre. No sé cómo no pude pensar en ello.

—No lo hubieses podido evitar igualmente.

—Lo sé, pero no sé qué hacer... ¡PUEDO JODER TODO! ¡PUEDO EVITAR EL NACIMIENTO DE MI HERMANO Y EL MÍO! —Dije histérica.

—Jane...

—Tengo que huir...

—Jane...

—¡Pero no tengo hogar!

—Jane.

—¡Puedo vivir en el bosque prohibido! Claramente seguiría ayudándote... Pero tendrías que venir tú para que mi nombre no saliese en le mapa, tendría que buscar algo que comer pero me las apañaría, puede que...

—¡JANE! —Me llamó y me sobresalté.—Tranquila.

Le miré aún asustada.

—Vamos a pensar en algo. —Dijo.

Me empecé a marear y caí al suelo. Desperté en un sillón. Seguía en el despacho de Albus.

—Ya has despertado. —Me dijo Albus.

—¿Qué me ha pasado? —Pregunté.

—Te has desmayado del estrés.

—¿Cuánto tiempo? Me duele la cabeza.

—Son las once y media de la noche. —Dijo sorprendiéndome.

—¿Qué? —Pregunté en un hilo de voz.

Me sirvió una taza de té y eso me relajó.

—Sabes que no vas a poder evitar a tu padre mucho tiempo, te estaban esperando en la comida y en la cena. —Me dijo.

Me quedé pensando.

—¿Pero qué le voy a decir? —Le pregunté.

—Van a dudar de lo que digas a partir de ahora, no les mientas, si te preguntan algo que no puedes contar di que no estás autorizada a contar eso.

Suspiré.

—No me culpe si averiguan algo más y tengo la obligación de usar un obliviate.

—Espero que no sea el caso.—Me dijo serio.