V

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Lena estaba en la mansión Luthor que solía ser su hogar de pequeña. No recordaba cómo había llegado, ni qué la motivó a ir, ni siquiera qué hora o día era, pero la decoración de la casa era demasiado exacta para ser mentira. Era la vieja mansión Luthor, aquella donde su infierno personal había comenzado.

Estaba en la entrada y, a juzgar por los ruidos que escuchaba, los nuevos dueños estaban teniendo una fiesta. Muchos años antes de que los kriptonianos se diesen a conocer, los Luthor eran una familia respetable que se codeaba con lo mejor de las finanzas y la política, pero esos días habían quedado muy atrás, y dudaba que a los nuevos propietarios de la antigua mansión les hiciese gracia verla ahí.

Se volteó para irse, pero la puerta principal estaba cerrada con llave, y no había rastro de la misma por ningún lado.

- Mierda... - susurró Lena, sabiendo que iba a tener que pedirle la llave a alguien. Se moría de vergüenza, sobre todo porque no recordaba qué hacía ahí, o qué había pasado. Su último recuerdo era que acababa de echar a Kara de su departamento.

Caminó lentamente por su antigua casa, buscando orientarse, pero un detalle particular la dejó sorprendida, algo en lo que no podía reparar desde la entrada.

Todo seguía en el mismo lugar, hasta los cuadros familiares de ella, Lex, Lilian y Lionel. Era como si el tiempo no hubiera pasado.

Una mucama chocó a Lena antes de seguir su camino sin detenerse. Aún enojada, estuvo a punto de llamarla para pedir por la llave, pero no llegó a abrir la boca.

- ¡Lena! ¡Vení acá rápido! - gritó una voz femenina desde la cocina.

Lena se sintió avergonzada de que supieran que estaba ahí, pero no valía la pena esconderse. Fue a la cocina, ya improvisando las disculpas que iba a dar, pero no se esperó lo que encontró: ahí estaba Lilian, la madre que había cremado hacía poco, mirándola de pie con un gesto de desaprobación. Lo peor sin embargo era su altura, no había tenido que levantar tanto la cabeza para verla desde...

Instintivamente, Lena giró a verse a sí misma en un espejo cercano, y confirmó lo imposible: tenía cinco años de nuevo, y estaba empapada de barro.

- ¡¿Te parece presentarte así en una cena nuestra?! A tu hermano jamás le hubiera pasado esto. Andá a bañarte de una vez.

- Pe... perdón mamá... - dijo Lena en un acto reflejo. Su voz sonaba tan aguda como cuando tenía cinco años. No quería decir eso, pero no había tenido el control de sus cuerdas vocales.

- A veces siento que hacés todo esto para defraudarme. Si ese es el caso, pues te felicito. Al fin encontraste algo en lo que sos buena - dijo Lilian, volteándose.

Lena no pudo soportarlo. Podría tener el cuerpo que tenía a los cinco, pero su cerebro y su dolor eran los del presente. No entendía qué estaba pasando, pero sí sabía que no dejaría pasar la oportunidad de saber la respuesta a sus preguntas.

- ¿De verdad no te importó arruinarme la vida? - su voz volvió a sonar como su yo adulta.

Lilian, quien estaba sacando cuchillos de un cajón, se detuvo en seco.

- Yo no te arruiné nada.

- ¡Claro que sí! Todo lo que quería era tener una madre que me amase, alguien que me hiciera sentir querida después de perder a mamá, y nunca pudiste darme eso... ¿qué hice tan mal, Lilian? ¿Por qué me odiabas tanto?

Lilian se dio la vuelta para ver a su hija adoptiva. En sus ojos no había burla, cinismo ni desprecio, sino una profunda tristeza contenida.

- Te odiaba porque me recordabas lo que Lionel había hecho...

Sin Finales Felices (fanfic Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora