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Sonríe incómoda intentando disimular aquel momento, volteándose rápidamente subiendo la cremallera de su mono.
—Boston —oyó a Bogotá llamarla a escasos pasos de Denver, sabiendo que en cuestión de segundos aparecería por la puerta— Bos...
Se interrumpió a si mismo al ver la situación, Boston lo miraba culpable, al igual que Denver y por último Palermo, quien a diferencia de los nombrados no muestra ningún reparo; más cerca de lo normal del cuerpo de Boston, lo miraba con una sonrisa fanfarrona, sin un ápice de culpa
—Sal...— musitó Bogotá mirando a Palermo.
—¿Yo?— cuestionó él irónico.
—Sal de aquí Palermo.— repitió Bogotá tratando de controlar su furia.
—Está bien muchachos —cedió — voy a centrarme en mis labores que aquí empieza a oler a muerto, y no quiero ser yo — añadió con sorna, dirigiéndose a paso lento hacia la puerta— Denver vámonos.
Boston se humedeció los labios nerviosa, evitando el contacto directo con los ojos de Bogotá.
—¿Algo que decir?— preguntó el hombre irónico.
—Es un malentendido Bogotá, no era nada.— se excusó mirándose al espejo.
—¿Un "malentendido"? —preguntó con enfado— ahora se le llama así, ¿Necesitas ayuda para ir al baño o qué?
—Solo estábamos hablando, le estaba preguntando por sus ojos —intentó sonar segura.
—El que te ha echado el ojo es él, que parece que no te quieres dar cuenta— escupió tomando el brazo de la mujer para que pueda verle.
—Bogotá...— suspiró cansada.
—Boston, lo que menos soporto es que me quieran ver la puta cara— espetó serio— el otro ha salido con una sonrisa de oreja a oreja, ¿No te das cuenta de que está jugando contigo, con nosotros? —cuestionó— lo único que quiere es que te quedes sola, como él.
—No digo tonterías Boston —habló — y lo sabes, pero no quieres admitirlo, no sé qué cojones está pasando contigo.
—La pregunta es: ¿Qué carajos está sucediendo contigo? —preguntó ella con ironía— Te conté mi pasado con Palermo, para que sepas que estaba siendo sincera contigo en esta relación, no para que a cada rato que estoy con él, me hagas una escenita de celos Bogotá.
—Boston..—titubeó— no son celos, confio en ti.. pero no en él.
—Menos mal que confías en mí —contestó irónica— no me quiero imaginar si no confiaras.
—No lo entiendes —musitó cansado de la conversación.
—¡Es que me reclamas cosas estúpidas Bogotá!— exclamó cansada apartandolo de su camino— Voy a darle la bienvenida a Río, cuidado que antes me tiraba la caña a saco.
