ＢＯＳＴＯＮ〈Ｐａｌｅｒｍｏ〉

S I E T E🧨

ESPERO LES GUSTE ❤️

(...)

—FÁBRICA NACIONAL DE MONEDA Y TIMBRE—

—20 minutos antes para el final del atraco—

—¿Vas a ir a por tu hijo cuándo salgas?— preguntó la castaña pasándole a Nairobi un fajo de billetes.

—No, de momento no... —respondió la pelinegra agotada— Me he quedado sin plan Boston.

—Podemos compartir piso.— agregó un exhausto Helsinki, entrando a la cámara acorazada junto a unos cuantos fajos de billetes más.

Ambas mujeres se miran cómplices, sonriendo de inmediato por las palabras de Helsinki, quien se sobresalta igual que ellas al sentir la presencia de Río y Tokio.

—Vámonos ya, ¡ya! —gritó río nervioso, agarrando fuertemente la mano de Tokio— están en el sótano.

—¡Vamos, vamos, salid ya!— interrumpió Berlín detrás de la pareja, obteniendo de inmediato la mirada incrédula de Boston.

—¿Qué?— preguntó incrédula, empujando levemente a Río, obteniendo la mirada desafiante de Berlín.

—He dicho que salgáis.— demandó nuevamente Berlín, teniendo esta vez el rostro de la mujer a escasos centímetros del suyo.

—Nos vamos.— confirmó Boston, tomando el brazo de Berlín con fuerza, tratando de jalarlo hacia la cámara acorazada, cosa que le resultó en vano, dado a que él rápidamente se zafa del agarre de la mujer. 

—Berlín, Boston... —escucharon ambos a Sergio por el pinganillo— están bajando las escaleras, lo tenéis encima.

—Berlín no me jodas, vámonos. —rogó Boston nuevamente— no le hagas esto.

—Boston vámonos —interrumpió Helsinki— vámonos ahora o no saldremos más.

—Helsinki —habló Berlín viendo al hombre— llévate a Boston, yo aguanto.

—¿Cómo que tú aguantas? —escupió con enfado, zafándose del agarre de Helsinki con rabia— ¿Estás tratando de castigarme por redondear la cifra?

—¡He dicho que te vayas! —exclamó Berlín con autoridad— Si entran en el túnel, estamos todos muertos.

—¿Qué carajos estás haciendo Andrés? —preguntó con rabia buscando la verdad en sus ojos— no puedes quedar...

—Alguien tiene que quedarse Melissa —interrumpió tomando el rostro de la mujer entre sus manos, mirándola a los ojos tratando de tranquilizarla— yo me quedo en la trinchera, ¡Nos están pisando los talones!

—Pues yo me quedo contigo —agregó ella dando por zanjada la discusión— Helsi... vete.

—No puedes hacerle esto a Martín —habló de inmediato Andrés, acariciando el rostro de la mujer, limpiando seguidamente con la yema de sus dedos las lágrimas que brotaban por las mejillas de Boston— los quiero demasiado , ¡Llévatela Helsinki!

—¡Te odio! —exclamó entre lágrimas, tratando de zafar el agarre de su cintura, moviéndose constantemente sin ningún resultado— ¡Te va odiar demasiado Andrés! ¡Suéltame Helsinki, déjame!