Tan egocéntrica

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Tan egocéntrica

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Pasando sus manos por esas sedosas cortinas que decoraban el lugar, ella disfruto por un momento el tenue aroma del aire calando por ese enorme pasillo con aroma a vela. Era un lugar mágico, cubierto de obras de artes robadas, que parecían fácilmente reencarnar las épocas pasadas que ese monasterio había pasado.

Por un momento se vio en otra época, en otra vida. Viviendo la vida de una honorable madre medieval que tenía cómo única obligación cuidar a su hijo, en ese lugar sacado del tiempo mismo. Sin embargo, el solo pensamiento le ocasionó una risita divertida. No, definitivamente ella no podría ser jamás una honorable madre que vivía en una casona tan bonita como esa. Primero, porque en su puta vida pasada tendría el dinero suficiente como para costarse semejante mansión. Y segundo, porque estaba por completo segura de que su lugar no era estar encerrada en esas cuatro paredes cómo una dulce damisela, que espera a que su marido vuelva a casa con nuevas riquezas. No, ella sería la dueña legítima de ese lugar si debía vivir ahí. Sin depender, de ningún puto hombre sea la época que sea.

Dejando un pequeño adorno de oro, que sostenía en sus manos de manera distraída. Le dio una mirada hacia la puerta del baño, con la luz todavía encendida, dejando sus fantasías de lado.

Era tarde, todos estaban cansados por el largo viaje que les llevó llegar a ese lugar. Ella incluso, podría asegurar que apenas vuelva a poner su cabeza sobre la almohada se dormiría cómo un tronco. Pero Helsinki, le había pedido de favor que lo acompañe al baño que deseaba tomarse una ducha antes de acostarse.

Su enorme osito tierno, apenas había caído la noche en ese lugar, le había asegurado en susurros que ese sitio le causaba escalofríos. Nairobi, se hubiese reído a carcajadas al escuchar a ese peligrosos soldado de guerra decir eso, sino fuera que sabría que durante su larga estadía allí tendría a su compañero de cuarto, todas las noches despertándola en la madrugada inquieto, mirando los cuartos y cruces que rodeaban la habitación.

"Casa esta, dar miedo", le había dicho con ese tosco español, que tanto le encantaba y había aprendido a adorar. Era su canción de cuna. Aquella voz que por las noches hablaba con ella, se reía con ella, pero sobre todo la calmó, durante un largo año en donde ambos se habían perdido en el mundo, en un país completamente nuevo para ellos.

Y ahí estaba. Esperando a que su Helsinki terminara de bañarse y de hacer el vientre para que ambos volvieran a su cuarto designado. Y pudieran dormir bien, luego de días de ir y venir de país en país.

—¿En qué piensas?— escuchó la voz del profesor, decir en un susurró suave. En el silencio del pasillo, ella se acercó levemente hacia ese pasillo que encaminaba hacia esa improvisada aula donde el cuadro de Berlín decoraba, parado a un lado de esa maqueta de papel.

Mirando un poco, ayudada por esas sombras que le brindaba ese lugar, observó con atención cómo tanto el Profesor cómo ese tipo llamado Palermo, se sentaban ambos cómodamente en dos asientos victorianos.
Alzando una ceja curiosa, Nairobi torció sus labios en una risa algo divertida, al notar cómo este último, entre sus manos sostenía un simpático muñequito de delfín.

—En muchas cosas...—soltando un suspiró, Palermo dejó ese muñeco a un lado para mirar al Profesor con una sonrisa algo extraña. Ella jamás hubiera sabido que él tenía esa mueca en su rostro y esos ojos tan cristalinos, si no hubiera estado todas las luces de esa habitación a su favor. Brindándole, la mirada de un humano. Un melancólico humano, que nada tenía de relación con el demonio dominante y fuerte que se había impuesto ese día ante Tokio, asegurándole a que era mejor doblegarse que contradecirle. –La última vez que estuve en este sitio, fue con tu hermano. Un tiempo antes de que él se fuera hacia España para ayudarte...—soltó en forma distraída, dándole un largo y lento tragó a su copa de vino. Mirando las velas sobre la mesa, ignorando por completo la mueca ciertamente melancólica que pasó por el rostro del Profesor.

Una persona [Berlín x Palermo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora