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Tan brillante.
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Mirando la maqueta de cristal frente a ella, jugueteó un poco con ese pequeño muñequito de buzo que tenía entre sus manos. Frente a ella, Estocolmo y Denver miraban esa maqueta de papel con cierta fascinación. Estaba tan bien hecha, con cada detalle bien estructurado, definitivamente estaba hecha para una exposición formal o ciertamente para lucirse en un museo.
Y esa forma de sacar el oro, tan astuta y brillante, definitivamente era un punto a favor para acompañar todo ese retorcido plan que tenían en mente. Sin duda, se notaba a grandes rasgos, el trabajo de alguien tan calculador cómo Berlín en todo esto.
A su lado, en cambio el Profesor se paraba mirando pensativamente la estructura de vidrio donde uno de esos muñequitos de buzos y uno que simulaba ser el gobernador, se encontraban parados dramáticamente uno frente al otro. Masajeando su barba con su mano, el hombre a su lado parecía pensativo. Como si millones de datos todavía se le pasaran por la cabeza creando diversas posibilidades, oportunidades, elementos que ellos pudieran usar a su favor. Todo.
Los demás, habían decidido abandonar la sala, para marchar a sus habitaciones o por algo para merendar. La tarde había caído y con ella, un largo día en donde ellos habían tenido que posar sus sensuales culos sobre esos pupitres esparcidos por la sala de estar.
—Oiga...¡Pero esto no parece ser hecho por un novato, si hasta parece que tiene hasta los inodoros de los baños para cagar y todo!—río Denver, con esa típica risa suya, siendo acompañado por su esposa. Levantando la mirada al Profesor, ambos vieron cómo su mirada dejaba de lado la maqueta frente a él, para mirar hacia aquella estructura blanca.
—¿La hizo usted Profesor?¿Cuánto tiempo le llevó hacerla?— preguntó con respeto Estocolmo, sin abandonar su sonrisa simpatía.
Nairobi, allí parada. Alzó una ceja levemente al notar cómo un suspiro escapaba en una respiración lenta del Profesor, antes de acercarse hacia la maqueta de blanco y sacar la coraza externa que tenía, para mostrar su interior. Ella, acercándose a su lado, analizó con la misma emoción que sus compañeros, ese lugar. En efecto, Denver tenía razón, tenía todo. Cada escalón, ventanas, habitación, ascensores y entradas, se representaba en ese lugar con una precisión casi demente.
—¡Wow!— soltó Denver, admirándola.
—Es hermosa— susurró Estocolmo, y ella no pudo estar más que de acuerdo con ella.
Ese trabajo, era un trabajo brillante. Hecho con una precisión y delicadeza, que definitivamente merecía ser protegido por esa sábana blanca que siempre cubría esa maqueta para que no se llenara de polvo. Acercando su dedo delicadamente a una de las paredes, ella le dio un suave golpecito con su uña, notando su firmeza. Parecía estar hecha con papel, si, pero afirmada con una especie de yeso que hacían a la maqueta fuerte. Definitivamente era una pieza de arte.
—No la hice yo— confesó el Profesor, llamando la atención de los tres. Solo existían a alguien lo suficientemente capaz, de hacer semejante pieza, con tantos detalles. Y ese era el Profesor, por lo que curiosos, alzaron una ceja con interés. –Palermo la hizo. Hace años— les soltó, mirando nerviosamente hacia los lados, al decirlo. ¿Ese tipo tan extrovertido y altanero, había sido capaz de hacer aquella pieza de arte?—Él también fue el que pensó la forma de sacar el oro—señaló con su mentón a la maqueta de cristal que ella anteriormente estaba mirando.
¡Jesús Cristo! Con que todo eso de la capsula y la bóveda, no habían sido pensados por Berlín.
—Entonces...¿No fue Berlín?— se atrevió a preguntar ella con curiosidad, mirándolo incrédula.
Con una mirada algo nerviosa, el Profesor subió sus gafas por su respingada nariz agregando— Efectivamente, Berlín fue una de las mentes detrás de todo este plan. Pero él que se encargo de hacer todo esto y de pensar la manera de sacar el oro de esa manera, sin morir ahogados o bajo la presión del agua, fue Palermo.— alzando su mentón sorprendida, ella sonrió con cierta mueca incrédula.
Brillante. Definitivamente, ese gilipolla misógino y desagradable, era brillante como para pensar todo con semejante precisión e ingenió.
Una persona tan brillante...
Nuevamente la voz de Berlín la acosaba en su cabeza, haciéndola establecer otra pieza. Otra pieza, en ese rompe cabezas, que se había convertido esa figura. Esa entidad que estuvo detrás de todo esto siendo un igual, con alguien tan hijo de puta cómo lo era Berlín.
Otro tiburón, en un estanque de pequeños pescaditos que se dedicaban al robo. Que casualmente no le importaba compartirlo con un compañero igual de peligroso e inteligente que él.
—Profesor...—lo llamó sin pensar, de manera distraída.— ¿Él fue el que ayudo también a Berlín a robar esos diamantes?—preguntó, con sus ojos fijamente en la expresión sería que tenía el Profesor en esos momentos. No quería revelar información, más que la necesaria, se le notaba.
Pero grande fue su sorpresa, al notar cómo el Profesor luego de unos momentos de bajar la mirada al suelo o de dirigirla a cualquier otro lugar que no fuera su cara, la alzó para susurrar por lo bajo— En parte, yo los ayude un poco— dijo con completa humildad— Pero él y Berlín hicieron todo el trabajo. Lo pensaron juntos. Él fue su compañero en ese atracó de los diamantes, también...—cerrando sus ojos en un pestañeo pesado, Nairobi asintió con una sonrisa leve. Sorprendida e incrédula.
¡Hostia puta!¡El cabrón definitivamente era más de una actitud hostil y altanera!
Era brillante.
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Una persona [Berlín x Palermo]
RomancePorque Nairobi, lo dedujo tan fácilmente al verlo. Berlín, se estaba refiriendo a él, cuando le comentó sobre esa misteriosa persona, que había dejado atrás. [Completa]