Pero tan vacía

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Pero tan vacía. 

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Ella no se lo iba a decir. En verdad pensaba que ese era un secreto que solo les correspondía resolver a ellos. Pero él la provocó.

La provocó a decírselo en la cara. Frontal cómo solo ella, se lo dijo con el mentón en alto y un gran sentimiento de tristeza y pena calando por sus arterias de una manera insoportable. Pena por él. Tristeza, porque era lo suficientemente estúpida cómo para sentirse conmovido con una trágica historia de amor pasado, que no pudo concluirse.

Pero si se sintió tan liberador. Tan malditamente correcto decírselo en la cara. Hacerle notar frente a sus narices la cobardía que había tenido toda su patética vida, ocultando su cariño que jamás podría ser reciproco. ¿Por qué? Porque la fuente de su anhelo. La raíz de su más profundo y sincero amor, estaba muerto.

Jamás podría concluir esa bonita historia que seguramente él se hubiera podido imaginar al lado de Berlín. Todo por una estúpida cobardía, que lo obligó a guardar silencio por casi una década, por años, estando siempre aceptando esa basura de "mejor amigo", frente a la persona más importante de su vida. Sin atreverse a tener los cojones suficientes, como para confesarse, para decirlo, antes de que Berlín se decidiera apartar de su lado.

Sin permitirse a ambos la posibilidad de intentarlo. De probar si lo suyo podía continuar de otra manera. Porque Nairobi era muy consciente de que Berlín era lo suficientemente impredecible con sus sentimientos, cómo para atreverse a probar algo con Palermo, por muy hombre que fuera.

Palermo fue la persona que Berlín, se había encargado personalmente de apartar, para protegerlo. Para que no lo vea morir de la manera en la que lo hizo.

Pero ella jamás se lo diría. No con la basura, que había sido ese sujeto con su Helsinki. No, no le diría que Berlín en un pasado lo llegó a considerar la persona más importante para él, cómo para atreverse a comentárselo a ella. E incluso ella podía estar segura, de que lo tuvo en la mente al momento de su muerte. Porque si, Berlín lo quería. Ella lo notó. Pero ese era un secreto que se llevaría a la tumba.

Palermo no merecía saberlo.

Por no atreverse a decirlo cuando aún tenían tiempo. Cuando aún existía esa esperanza que hace ya años había muerto en esos ojos azules.

Porque si, ella pudo darse cuenta desde el momento en que esa sonrisa se desvanecía de su rostro mientras Nairobi escupía una por una, las verdades que dejaron tan sorprendidos tanto a Helsinki como a Denver. Ese hombre estaba roto, completamente desbastado con una melancolía y odio a sí mismo, que no lo dejaba vivir en paz.

Pero también vio la tristeza. La amarga y cruda tristeza que trataba de ocultar detrás de una faceta sádica y cruel. Lo malditamente desafortunado que se sentía cómo persona, cómo ser humano que había perdido al amor de su vida. Palermo se tenía asco a si mismo, se odiaba a si mismo, por eso trataba de repeler y negar el cariño a cualquier ser vivo que se le posara en frente.

Se negaba a dejar a ir a Berlín.

La culpa, la profunda decepción que sentía por si mismo, lo hacían una persona tan frágil como cualquier persona en esa sala. Y ella lo notó.

Si, Palermo era la persona a quién Berlín, en el más sincero y cruel muestra de amor había dejado atrás. Amándolo lo suficiente como para hacerle una descripción tan detallada a ella, con esa sonrisa completamente empapada de sinceridad. Muriendo en el intento, negándole la posibilidad de volverse a encontrar nuevamente después del atraco. Dejando, seguramente un tema pendiente con Palermo, que jamás podrían aclarar. O por lo menor, no en esta vida.

Pero también Palermo era una persona tan vacía de amor. Tan rota. Porque le faltaba una parte de sí. La parte que murió con Berlín.

Por lo que dándose media vuelta, se retiro con el mentón en alto y ese desagradable nudo en la garganta cubierta de impotencia. Impotencia y también cierta simpatía, por la historia tan bonita que hubiese sido si ambos hubiesen sido valiente. Quizás Palermo le hubiese caído mejor...¡Quién sabe! Ella jamás podría conocer esa versión completa de la persona, que Berlín le describió ese día. O por lo menos, no en esta vida.

Esa persona que tanto se encargó de descubrir dentro de todos esos meses. Y tal cómo le había dicho Berlín, era una persona tan dominante, tan egocéntrica, tan inteligente, tan malditamente impulsiva, tan brillante.

Pero era una persona tan vacía. Tan rota.

Que fue definitivamente una pena que ella nunca podría conocerla del todo. Aunque hubiese sido bonito...

Pero apartó esos pensamientos rápidamente, para encaminarse a su trabajo. Necesitaba distraerse, para que todo eso terminase de una buena vez. Por lo que con la cabeza en alto y respirando suavemente, camino dignamente por ese largo pasillo rumbo hacia la sala de los rehenes. Preguntaría a Estocolmo si deseaba que la cubra por un momento, para que descanse.

Porque en ese sitio, no había lugar para pensar en fantasmas del pasado o en sentimientos ajenos sin resolver. Debía preocuparse por las personas que estaban presentes. Nada más. 

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¡Muchas Gracias por leer!♡

Una persona [Berlín x Palermo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora