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Tan intelectual.
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Degustando la frescura del agua de la botella en su mano, pasar por su garganta, soltó un suspiro por lo bajo, pasando perezosamente sus pies por esas baldosas cubiertas de cera. Era tarde, pero la necesidad de orinar y la sed por un poco de agua, la había obligado a su cuerpo a salir, del refugio cálido que representaban las sabanas de su cama.
Fue una verdadera fortuna que Helsinki no se hubiera despertado al escucharla reincorporarse, de otro modo, lo tendría a su espalda caminando rápido, mirando hacia todos los alrededores ante el menor ruido. ¡Definitivamente no había ayudado para nada esa ridícula historia de Bogotá contada en el almuerzo, en donde aseguró ver correr a una niña en los pasillos una noche!
Niña o fantasma. ¡Sus cojones! Ella podría mil veces asegurar de que el tipo estaba demasiado borracho, cómo para distinguir sus propios huevos.
Sin embargo, a pesar de eso. El propio profesor había sugerido mantener las luces de los pasillos prendidos por una cuestión de "seguridad física", por si alguno decidía levantarse a media noche y sin quererlo hacer se tropezara con alguno de los muebles.
Nairobi, no necesitó disimular su risa ante el Profesor, la Detective Lisboa fue lo suficientemente clara al alzar una ceja frente a todos, mirándolo incrédula. ¡Sip, al Profesor también lo acojonaba ese lugar, por más que se la diera de cerebrito lógico y racional! Y mucho más, cuando Palermo con una mueca serena y tranquila, había asegurado que en ese lugar, él con Berlín habían visto a una especie de monje trasparente, recorrer los corredores o aseguraba sentirse observados desde lo lejos, por las noches. ¡Su puta madre! E incluso ella ante eso, se sintió un poco supersticiosa. Pero su sentimiento de intranquilidad, no era nada comparado con Denver que con todo el descaró del mundo y su voz temblorosa, llevó una botella de refrescó vacía a su habitación, solo para "precaución" por si a la noche se le antojara orinar. ¡Dios! Eran tan asquerosos.
Alzando su mirada un poco, se detuvo por un momento ante una puerta que definitivamente le había llamado la atención.
El Profesor, había sido el encargado de asignarle a cada uno de ellos uno de los cuartos de ese lugar. Cubierto de habitaciones, era un lugar grande, que fácilmente pudieron sentirse cómodos ante las atenciones que tenían las remodelaciones que Berlín le había hecho. Entre ellos, una enorme cocina y varios baños que ellos podían disponer para asearse y hacer sus necesidades, sin estar discutiendo por las duchas o el retrete, cómo había sucedido en la otra residencia que habían convivido.
Sin embargo, ella no le había pasado por alto que ese cuarto, con dos pares de enormes puertas de roble con elegantes detalles en sus picaportes y su tallado, había permanecido cerrado todo el tiempo. Ni el Profesor, ni Palermo, habían elegido dormir allí. Y eso, ella lo notó.
Vacilando por un momento, miró hacia sus lados para distinguir la figura de alguno de sus compañeros. Al verse sola, apretó sus labios con fuerza. Esa sería una única oportunidad que tendría. Difícilmente en una casa tan grande como esa, se veía completamente sola con una libertad como esa.
Llevando su mano desnuda por completo de sus anillos y brazaletes, que ahora descansaban en su mesa de luz, abrió el picaporte con lentitud. Haciendo lo imposible para que esas ruidosas bisagras viejas no sonaran tanto y la delataran con el Profesor, o con algún otro sonámbulo que había decidió tomar coraje para levantarse por algo. Entró con su ceño fruncido.
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Una persona [Berlín x Palermo]
RomancePorque Nairobi, lo dedujo tan fácilmente al verlo. Berlín, se estaba refiriendo a él, cuando le comentó sobre esa misteriosa persona, que había dejado atrás. [Completa]