"¿Realmente todas esas flores eran para mí?".
✧⊱ wowkwan, wowkwan, wowkwan.
✧⊱ historia 80% soft y 20% angst.
✧⊱ s l o w burn romance.
✧⊱ multifandom: a.c.e, mamamoo, stray kids.
✧⊱ comienzo: 100320 | finalizado: 230920
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Hierba caracterizada por su fresco yrefrescante aroma.
A veces, puedo sentirlo a mi lado.
Como, por ejemplo, cuando alguien desconocido me mira y sonríe de la manera en la que él lo hacía: con los ojos entrecerrados y con su boca ladeada hacia la derecha, exhibiendo su pequeño hoyuelo sobre ese lugar. O cuando escucho una conversación sobre teorías de universos paralelos, alienígenas y viajes astrales.
Pero hay situaciones en las cuales hacen que quede paralizado, protegido y decidido en mi instinto: cuando el aroma de esa versátil hierba entra en mi nariz, soy capaz de sentir su aprobación ante alguna situación, como si me confirmara que voy en buen camino.
Cuando pasa eso, no dudo en ir a por ello con todas mis fuerzas.
Recuerdo cuando llegaba de la universidad completamente cansado y él me recibía con una sonrisa, un abrazo y una infusión de menta o cuando era pequeño y después de fertilizar el jardín de papá, visitábamos a mamá durante su descanso en su turno del hospital. Eran buenos tiempos que no supe aprovechar.
Antes de sumirme en los recuerdos y errores que hacen que me sienta mal, veo los guantes de Jeongin bajo el mostrador. Miro a todos lados y noto que Chan y Yongsun se acababan de ir.
—¡Channie!, ¡Solar! —salgo de la tienda mientras grito sus nombres. Solar es la primera que me ve, ya que, Chan tiene puestos unas orejeras felpudas de color crema y con esas cosas enormes apenas puedes escuchar—. ¡A Jeongin se le quedaron los guantes! —les informo mostrando la prenda.
Ella me sonríe y jala la mano de Yuchan para que deje de caminar. El frío se cuela bajo mi camisa y comienzo a temblar, debí haber tomado mi chaqueta antes de salir. Esa chaqueta larga es muy abrigadora, a pesar de que, es casi más grande que yo.
—¡Perdón, BK! ¡No te escuché! —Kang grita a pesar de que está al frente mío, Kim le cubre la boca y yo me río porque su nariz está enrojecida. Chan comienza a regañar como niño pequeño y ella quita sus manos de él.
—Gracias, se los pasaré al llegar a casa —la voz de Solar se escucha amortiguada por su mascarilla y bufanda, mientras toma los guantes de Jeongin entre sus finos dedos—. Jeonginnie va a dormir en el sillón esta noche por dejar todo tirado. Ayer se le quedaron las llaves del departamento y su billetera en una mesa en la hora punta, menos mal que Junhee se dio cuenta.
—Jeongin siempre anda en las nubes —río ante lo que ella me dice mientras me abrazo y doy pequeños saltitos en medio de la vereda.
—Ya entra, Byeong, que te puedes enfermar. Nos vemos el lunes —Chan saca su lengua y me empuja suavemente.
Alzo mis pulgares y corro hacia la cafetería para no terminar como un hombre de nieve. Ya adentro, veo por el ventanal y noto que Yuchan se pone los guantes de Jeongin y después tomar la mano de Solar. Esos tres siempre han sido raros entre sí.
Como no hay nadie, voy y anoto cuantos productos se vendieron, anoto el total y las cosas que debe comprar Jun para la próxima semana. Luego, me hago un Americano fríoporque, ¿qué mejor que algo helado para combatir el clima gélido? Buah, mis neuronas apenas funcionan ante mi agotamiento corporal.
Pasa una hora y termino de ordenar, limpiar y cerrar todo antes de salir de la cafetería para irme a mi hogar. Salgo por la puerta que da al callejón y camino hacia la calle principal a pasos bastante graciosos y agigantados, ya que, el viento me empuja y hace que me tropiece de vez en cuando. Los postes de luz iluminan la oscuridad de la noche estrellada.
Al llegar a la calle principal, voy al exterior del local donde trabajo y cierro todo por completo al activar la alarma y bajar la persiana de metal, para, por último, agacharme y poner el gran candado dorado al exterior. Al hacer estas acciones, me doy cuenta de que los cordones de mis zapatillas están desatados, así que canto suavemente la canción para atarlos del grandísimo Bob Esponja: "Toma cada punta y una y otra vez, das vuelta y vuelta y halar, y los cordones atados están. Por encima y atrás, de un lado a otro, vuelta y vuelta, atados están. Como los conejos y los regalos..." ¿Qué tienen que ver los conejos para atarse los cordones? Son preguntas que no me dejan dormir por las noches.
Gracias, Bob Esponja, eres un máster.
Al momento de disponerme a levantarme puedo reconocerlo.
Alzo mi vista instantáneamente y me pongo de pie tan rápido que llego a marearme por unos segundos. Un par de ojos me miran con intensidad y curiosidad y yo quedo completamente anonadado. Siento que mis orejas comienzan a calentarse y no por el hecho del clima, sino por él, por vergüenza. Canté una canción infantil cerca de un chico que parece una maldita escultura hecha por los mismos dioses e hice el ridículo frente a él
Aunque, quizás mi olfato se ha confundido...
De repente, el viento vuelve a atacar, siendo así que, la corriente de aire impacta primero con el musculoso cuerpo del chico que está al frente mío, para después, repercutir hacia mí con menos intensidad, ya que el cuerpo del pelinegro acaparó la corriente de viento. Es ahí cuando confirmo lo que pude identificar.
Nos quedamos mirando por unos cuantos segundos que parecen eternos. Sigo sin poder creer lo que está pasando.
Preso del pánico, con la respiración acelerada y completamente abochornado por la situación, alzo mis manos y me quito los mechones de cabello de mis ojos que se han desordenado, nos quedamos mirando por unos cuantos segundos y acomodo la gran bufanda dejando al descubierto mi rostro. El chico frente a mí carraspea para aclarar su voz y dar un paso hacia mí mientras me mira con más con interés que antes.
Decido hacer lo que hacía cuando quedaba atontado por alguien cuando tenía once años: salgo corriendo.
Corro hasta llegar a la parada de buses que está a tres cuadras de distancia sin mirar atrás y justo cuando llego a mi destino, el bus que me sirve aparece. No dudo ni dos segundos en subirme fugazmente, para dejarme caer caóticamente en uno de los asientos.
Mis mejillas arden, mi pulso está acelerado y mis manos tiemblan, no por la repentina huida y tampoco por el pudor que sufrí al cantar aquella canción del programa de mi infancia.
Si esto era una señal, le pido a todos los dioses existentes, a los astros y al destino volver a encontrarme con él y, de paso, prometo no irme esta vez.
Todo el desorden en mi interior se debe a solo una cosa: el aroma que él desprendía era a menta.
Los viernes pueden ser de escapes, recuerdos, indicios y flechazos a primera vista.