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Eran las 7 de la mañana de un día cualquiera en tiempos de diciembre.

El aire a navidad y año nuevo podría respirarse, aun estando en esa sala del hospital, cuidando de la chica de cabello Castaño-rojizo, que desde hace casi un mes, no abría sus ojos para nada.

Los doctores entraban sin tocar la puerta, examinándola y valorando su avance.

Al parecer habían retrocedido un poco sus problemas anémicos y ella se levantaría en uno de esos días.

El estaba en la esquina de la habitación, dando por terminado el libro que comenzó a Leer después de que a ella la ingresaron a Urgencias.

Cerro la tapa del grueso libro y camino hasta la ventana, abrió las cortinas y dejo que la penumbra de la nubla y los pocos rayos de sol dieran en su cara, como si no hubiera salido desde hace siglos y tal vez así era, ya que no se había separado en casi ningún momento.

Al atardecer de ese mismo día, justo cuando el sol comenzaba a ocultarse y la noche junto a la blanca y perfecta luna se hacían presentar.

El observaba los mechones de cabello que ella tenia en la cara, mientras con uno de sus dedos, le quitaba los mechones y jugaba con el contorno de aquel pálido rostro angelical.

En uno de sus jugueteos, el brazo izquierdo de la chica hizo un movimiento paralelo, que provoco la sorpresa de Nathan.

<<¡Ella esta despertando!>>

Una emoción se apodero de el y la tomo de la mano, cuando se percato de que ella ponía fuerza en sostenerlo, su corazón dio un vuelco y un millón de emociones salieron a flote.

Cristal abrió los ojos lentamente, no recordaba la razón de el por que estaba en ese cuarto de hospital.

El tenia lágrimas en los ojos.

Ella se limito a decir.

—¿Qué hago aquí?

El presiono su mano en la mejilla de aquella chica, quien lo miraba confundida. Mientras que en un rápido acto, se acerco y roso sus labios en los de Cristal.

Ella fue sorprendida al inicio, pero al notar que Nathan era quien la besaba, decidió seguir y disfrutarlo.

Aunque ella acababa de levantarse, el chico moría por hacer eso desde hace mucho, y no perdería la oportunidad.

Después de aquel beso, ambos agacharon la mirada y sus mejillas estaban coloradas al mismo tiempo.

El silencio inundo aquella habitación y Nathan la miro mientras tomaba de su mano fría y le decía con los ojos llorosos y la nariz colorada.

—Te quiero, Cristal.

 Cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora