Capitulo 9.

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Hola, acá les traigo un nuevo capítulo, está vez he tardado mucho menos con la actualización. Espero les guste y disfruten de este capítulo. ♥️
Hoy quiero dedicar este capítulo a alguien que admito muchísimo Lisa-Parker


Capitulo 9.

El humor de, Manuel, no era el mejor. Se hallaba instalado en la sala envuelto en mantas para apalear el frío de su cuerpo, e innumerables libros regados por todas partes. Martín, desde la cocina observaba la simpática escena mientras se cebaba mates y acariciaba a Cholito. Nuevamente la época de exámenes los tenía agobiados a ambos, simplemente el rubio trataba de tomarse las cosas con calma.

No soportaba ver al castaño tan preocupado y sumido en esos fastidiosos libros, odiaba que no le prestará atención a él, odiaba sentirse desplazado y sentía celos incluso de sus estudios. De manera cómplice miró al gato, quién en respuesta ronroneo calurosamente. Tenía un plan para llamar la atención del chileno y por un momento hacer que se despegue de los estudios.

— ¡Haa, la puta madre! —Gritó desde la cocina, con la intención de llamar la atención de, Manuel.

— ¿Por qué gritas, Martín? —Alzó la voz para que el rubio le escuchara.

—Me quemé, Manu vení, me duele—. Gimoteó exageradamente mientras hacía un esfuerzo sobre humano por no reír.

— ¿Y qué quieres que haga, Martín? —Cogió el lápiz volviendo a tomar apuntes—. Usa la regla de los quince.

— ¿Qué regla es esa? Sos alto insensible guacho— Su voz sonaba dolida.

—Mete la mano bajo el agua, a quince centímentros de distancia del grifo por quince minutos. Con eso santo remedio. Ahora déjame estudiar y no olvides alimentar a Cholito—. Su voz sonaba ansiosa reflejando el estado en el que se encontraba.

No respondió nada al respecto, había fallado con su plan maestro. Necesitaba un nuevo plan, uno mejor elaborado que el anterior. Continúo tomando maté mientras su cerebro trabajaba a velocidades inimaginables. De pronto, una idea llegó a su cabeza. Está no podía fallar, sin dudas, Manuel, no podría ignorarlo. De la alacena sacó un tarro de comida para gatos, lo abrió y vacío el contenido dentro de un platito metálico dejándolo sobre la mesa de la cocina, el animal, perezosamente se levantó de su sitio y se acercó al plato comenzando a comer. Martín, acarició con delicadeza su lomo para luego salir de la cocina.

—Manu, voy a salir un rato—. Cogió las llaves de su auto y una chaqueta.

—Ok, rucio. Trae algo para comer, estoy cagado de hambre—. Con su pulgar e índice masajeó el puente de su nariz. Comenzaba a dolerle la cabeza y aún faltaba bastante para acabar.

—Dale, yo traigo algo rico—. Se le acercó y sin previo aviso le robó un beso, no esperó ver la reacción del castaño ya que al separarse salió corriendo.

Manuel, se quedó observándolo embobado con una inmensa sonrisa plasmada en el rostro. Era tan afortunado por tener a alguien como, Martín, en su vida. Cada día a su lado era un motivo para sonreír, para ser feliz e indudablemente deseaba pasar la vida entera a su lado. Quizás, en un comienzo no se entregó completamente a la relación, sin embargo, ahora estaba perdidamente enamorado.

°°°°°

Tardó horas en organizar todo, en conseguir lo que necesitaba. Al fin había terminado y esperaba pacientemente la orden de sushi que acababa de comprar, ya en el auto le esperaba una botella de vino de buena cosecha y una caja de chocolates finos. Él solo pensar en la carita de Manuel, le arrancaba una sonrisa. Estaba tan enamorado de él y estaba tan seguro de la desición que acababa de tomar.

Una vez le entregaron los sushis volvió a su auto, dejó el pedido sobre el asiento del copiloto y enprendioósu camino de regreso a casa. Al entrar, Manuel, seguía sumergido entre libros y apuntes, lo único diferente, es que mantenía una taza de té entre sus manos. Al sentir el sonido de la puerta giró inmediatamente el rostro recibiendo al argentino con una cálida sonrisa.

—Pensé que habías ido a China a comprar—. Estiró los labios haciendo un leve puchero.

—No seas ortivo flaco, tuve que hacer un montón de cosas. Pero seguí estudiando mientras preparo todo para comer—. Dejó un beso sobre la frente del castaño y se encaminó rápidamente al balcón.

Manuel, notó la enigmática actitud de su pareja, aún así no se sintió de ánimos como para indagar. Terminó de beber su té y se dispuso a traspasar los apuntes en el computador que reposaba sobre sus piernas. Ya faltaba poco por terminar y aún tenía tres días de plazo para entregar el informe, prefería adelantar el trabajo y poder dedicarle a Martín, tiempo de calidad. Además, lo más probable, es que al final terminara ayudándole con sus proyectos. Desde que estaban juntos se había vuelto un experto en el manejo de Photoshop e ilustrador.

Martín, arregló la mesa que tenían en el balcón, del cajón de la cocina sacó unas bonitas velas de color rojo, entre los cachureos de Manuel, encontró un candelabro, el cual utilizó para la decoración de la mesa. Cuando tuvo todo listo, encendió las velas y fue por el castaño.

—Vení flaco, ya tengo todo listo—. Su voz temblaba a causa de la emoción y la adrenalina que recorría cada centímetro de su cuerpo.

—Ya voy, guatoncito—. Guardó el documento y posteriormente cerró su notebook, dejándolo sobre la espaciosa mesa de centro. Se levantó del sillón notando sus piernas entumecidas por el poco movimiento de las últimas horas—. ¡Chucha! —Se quejó.

— ¿Estás bien, mi amor? —El rubio se acercó notablemente preocupado.

—Si, es solo que estar tan quieto me pasó la cuenta—. Señala sus piernas con su índice.

Martín, al percatarse del problema toma al castaño entre sus brazos cargándole hasta el balcón. Las risas de ambos inundaban todo a su paso llenando de alegría el lugar. Con delicadeza dejó a, Manuel, en el piso, quién con asombro observaba la bonita decoración en la mesa. Manuel, emocionado, buscó la mirada del argentino, volteó y le abrazó con fuerza.

—Está todo hermoso...— Masculló contra el pecho del rubio—. ¿Celebramos algo en especial?

—Por supuesto, te estoy celebrando a vos—. Rodeó la cintura del castaño con sus brazos—. Ahora sentate y probá estás delicias antes que se enfríen del todo.

Manuel, completamente emocionado obedeció. Se sentó en la silla designada para él y cogió los palillos tomando la pieza de sushi que se hallaba sobre las otras, la untó un poco en la salsa de soya para luego llevarla a su boca. Masticó tranquilamente, sin embargo, al sentir algo duro se sobresaltó bastante. El argentino mantenía una gran sonrisa en el rostro mientras observaba la expresión contrariada del castaño. Manuel, llevó su pulgar e índice a su boca, sacando el objeto duro que estaba en la pieza de sushi que ingirió segundos antes. Sus ojos se abrieron más de la cuenta al ver un bonito anillo de oro blanco con una gran incrustación de una brillante piedra.

Era hermoso, pese a su llamativo adorno no dejaba de ser un diseño bastante masculino, cosa que le agradaba aún más. Notó que por dentro estaba grabado, acercó el anillo un poco más y leyó el mensaje de su interior. "¿Te querés casar conmigo?"
En ese momento, su vista se nubló por las lágrimas de emoción que emanaban de sus ojos miel. Alzó el rostro, fijando su mirada en el rubio.

— ¡Si quiero, weón! —Su voz temblaba a causa de la emoción—. Quiero pasar el resto de mi vida contigo, Martín.

Le entregó el anillo al argentino, quién tomó el objeto y la mano del castaño, dejó unos cálidos besos sobre la tersa piel de su dorso para luego proceder a poner el anillo.

—Te amo, Manuel. Te amo más que a nada en este mundo, quiero estar con vos siempre y esforzarme cada día para hacerte feliz.

Ambos se abrazaron con necesidad, en un gesto tan sencillo manifestaron la emoción del momento y los miles de sentimientos que afloraban al estar juntos. Se amaban, estaban decididos y seguros del importante paso que acababan de dar, deseaban pasar juntos el resto de sus días, amándose y apoyándose mutuamente. Sabían que su desición traería repercusiones, pero juntos, se sentian lo suficientemente fuertes como para enfrentar cualquier tormenta.

Continuará.

Lazos RotosWhere stories live. Discover now