Capitulo 11.

304 27 44
                                    

Hola a todas las personas que leen esta historia, primero que nada, deseo disculparme por el tiempo que llevo sin actualizar. Comencé a estudiar en la universidad y mis estudios han consumido la mayor parte de mi tiempo. Pero acá les traigo otro capítulo y me esforzaré por actualizar dos veces en el mes. Solo les ruego un poco de paciencia.

Capitulo 11.–

La incertidumbre comenzaba a agobiarlo y se sentía tan jodidamente culpable cada ves que comenzaba a desconfiar del argentino. Sabía que Martín no la estaba pasando nada bien, aún así no justificaba la falta de comunicación. En momentos tan difíciles uno tiende a buscar apoyo en sus personas más cercanas, sin embargo este le rehuía.

Desde hace días su mente era un verdadero caos, no deseaba pensar mal, sin embargo, en ocasiones le resultaba inevitable apartar dichos pensamientos. Observó su teléfono celular, el que reposaba sobre la mesita de cristal junto al sillón. Sus dedos se deslizaron nerviosos hasta coger dicho objeto, desbloqueó la pantalla y una sonrisa cargada de nostalgia se dibujo en su rostro al ver el fondo de pantalla, Martín y él dándose un casto beso en los labios.

Cerró sus ojos un instante intentando recordar la tibieza ajena, pero cada día que pasaba sepultaba un poco más aquellos frágiles recuerdos. Frustrado y cansado de tanta espera decidió llamarle, tenía que contestarle y darle alguna explicación.

—El número al que usted a llamado no existe—. Gritó sumamente frustrado ante la contestación de la operadora, en un arrebató aventó el teléfono contra el sillón y rompió en llanto.

****************

Martín observaba el rostro cansado de su padre, en cuestión de días la enfermedad lo había consumido completamente. Él hombre estaba postrado en la cama, ya no ingería alimentos y la morfina no era suficiente para calmar su dolor. El rubio sostenía con delicadeza la mano de su progenitor mientras aguantaba estoicamente las lágrimas.

—Martín— le llamó el hombre con voz ronca—. No me queda mucho tiempo y me aterra tener que dejar a tu vieja sola. Se que querés terminar tus estudios en Chile, pero ella te necesita acá, yo te necesito acá. Sos nuestro único hijo, Martín.

—Lo sé papá, no te preocupes por nada. Pensaba en hablar con Manuel y pedirle que se venga a vivir acá, yo sé que el se va a re copar con la idea—. Le dedica una radiante sonrisa con un único objetivo en mente, tranquilizarlo.

—No tengo nada en contra de tú relación, no me molesta que seas homosexual. Siempre me he sentido orgulloso de vos, pero ese chico no me gusta para nada, está tan debajo de tú nivel, solo es un pobre piojo en busca de comodidad—. Débilmente le aprieta la mano y posa sus ojos cansados en los del chico—. No disgustes más a tú madre, además necesito que ayudes a la familia—. Detiene su discurso para cubrir con su mano libre sus labios tosiendo débilmente—. Tenemos problemas económicos con la empresa, la economía de este país se está yendo a la mierda y si todo sigue así en diez años más tú mamá y vos estarán en bolas.

—¿Qué querés que haga?— Estaba dispuesto a todo con tal de apoyar a su familia, comprendía la situación de su país y el quedar en la calle no era una opción viable.

—Una amiga de tu vieja tiene un hijo de tú edad, el pibe es bastante cabeza loca pero de muy buen corazón. Ellos están dispuestos a inyectar en nuestra empresa el capital suficiente para que exploremos nuevos horizontes, pero a cambio como garantía se tienen que casar—. Palmeó la mano de su hijo—. Es una oportunidad de oro, al pibe igual le gusta la pija, es inteligente y está forrado en guita.

—¿Querés que me case con alguien que ni siquiera conozco? —En ese momento deseaba llorar, gritar, mandar todo a la mierda. No pudo hacerlo, no tuvo el valor de enfrentar a su padre en el lecho de muerte, tampoco tenía las agallas para abandonar a su madre en tan terrible situación.

—Tu vieja arregló todo para que se conozcan, hace un rato me escribió un Whatsapp diciendo que Miguel estaba ya en casa. Martín, esto no es fácil, lo sé, pero tampoco vas a ser feliz estando con Manuel y sin un peso. —Cerró sus párpados con lentitud sintiendo de pronto sus ojos en exceso cansados—. Si no te gusta como es Miguel no es necesario llevar la relación a un nivel más íntimo, basta con mantener las apariencia y ya—. Intenta abrir sus ojos pero no puede, no tiene la fuerza para hacerlo—. Promete que vas a cumplir con lo que te estoy pidiendo, déjame irme en paz, por favor hijo.

—Te lo prometo, papá—. Contuvo las lágrimas y asintió frenéticamente a la petición de su padre.

**************

El llanto desgarrador de su madre le rompía el corazón, la estrechó fuerte entre sus brazos con la intención de hacerla sentir segura. A su lado, Miguel les miraba con tristeza, pese a conocer poco al señor Hernández le apenaba que su vida culminará de esa manera. La imponente mujer se rompió en el instante que el ataúd descendío tierra abajo. Toda una vida junto a ese hombre y ahora debería de continuar sin él.

Al finalizar el funeral volvieron a casa, la mujer se excuso con ambos jóvenes y se encerró en su habitación, descargando todo su dolor en la soledad que le otorgaban esas cuatro paredes. Martín sin embargo, se quedó junto a Miguel en la sala, el peruano le caía bien y resultó ser un gran apollo en un momento tan tenso y difícil.

—Estoy hecho bosta, Miguel—. Masculló decaído mientras se dejaba caer en el sillón—. Jamás pensé que las cosas terminarían de esta manera.

—Nunca es fácil perder a quien amas, pero necesitas tranquilizarte Tincho—. Se sienta a su lado y pasa uno de sus brazos por sus hombros—. Acá voy a estar para apoyarte causita—. Le dedicó una gran sonrisa.

Martín observó el rostro de Miguel perdiéndose en el potente brillo de sus ojos ámbar, deslumbrandose con aquella sonrisa de perfectos dientes blancos, en ese color tostado de su piel, en su alborotado cabello azabache y llegó a una simple conclusión. Miguel era hermoso, Miguel era seguro de si mismo, Miguel irradiaba alegría. Quizás, no sería tan malo intentarlo, era mucho mejor formar una relación por deseo a hacerlo por obligación.

De pronto el teléfono sonó dentro del bolsillo de su pantalón, con desgano lo sacó y al ver que se trataba de Manuel cortó la llamada. No deseaba hablar con él, sabía que el chileno merecía una explicación, sin embargo, no le daba la cara para hacerlo. Aún lo amaba, Manuel era demasiado importante para él, pero era sumamente conciente de la promesa que le hizo a su padre y aunque su corazón se rompiera en mil pedazos la cumpliría, aunque eso significará dejar a Manuel en el camino...

Continuará.

Lazos RotosWhere stories live. Discover now