01 - La novia

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Loreto estaba despierta, a medias. El océano de confusión le permitía ver, pero no entender; se sentía desnuda, no notaba nada puesto, ningún atuendo rozándole la piel. Sin embargo, entre aquella bruma sobresalía una superficie lisa que le devolvió la mirada. El reflejo de un espejo se presentó ante la mujer, sentado en una butaca. Notaba como, efectivamente, ella misma también estaba sentada, correspondiéndose con su otro yo tras el cristal. A pesar de todo, no tenía la capacidad de dilucidar qué llevaba puesto. No es que se viera desvestida en el espejo, pero esa niebla mental le tapaba el cuerpo, sin darle opción de divisar nada más allá. De algo estaba segura, y era que estaba saliendo del trance, si bien muy lentamente. La confusión se iba disipando, pero le costaba, le costaba mucho todavía entender su entorno.

Una mano la tomó del hombro: la estaban llamando. Seguramente salió de una habitación, seguramente la guiaron hacia el exterior y seguramente hacia donde la condujeron fue hacia el interior de un coche, donde tomó uno de los asientos traseros. Ni idea tenía de la identidad del conductor, ni de quién estaba sentada a su lado o en el asiento de copiloto. Mucho sabía ya habiéndose percatado de que un total de tres figuras estaban junto a ella, pero la neblina persistía.

No supo cuánto tiempo estuvo allí metida, y el camino que tomó una vez puso un pie fuera del auto tampoco dejaba muy en claro qué estaba ocurriendo. Momentos después estaba siendo cada vez más consciente de que la llevaban por un pasillo, y de que allí al fondo la esperaban. Y poco a poco, de forma paulatina y constante, empezaba a retomar el conocimiento.

Loreto despertó y miró amodorrada la redondita y borrosa cabeza del cura. Lo tenía en frente, soltando lo que fuera que tuviera que estar diciendo, pero ella tenía otros pensamientos pasándole ahora mismo por la mente.

Tenía la sensación de que el cerebro había tenido ganas de estallarle, pero ahora ese dolor se estaba disipando y volvía todo a la normalidad. No quería estar allí, maldita sea, ¿por qué? ¿quién le habría mandado estar...?

Un momento, ¿dónde demonios estaba?

—Perdone—apeló al cura, que se sentía contrariado de que alguien hubiese detenido su retahíla—, ¿puede decirme dónde estoy? E-es que no me encuentro bien y tengo la vista un poco...

Pero él no escuchó el resto de la frase, como si no fuese capaz de concebir algo. Atónito, mantuvo una cara de completa estupefacción mientras contemplaba a Loreto ojiplático.

—Perdone, señor...padre...—le pasó la mano por delante del rostro, al ver que no reaccionaba.

—Pe-perdonada, perdonada. Es que no termino de comprender su primera pregunta, ¿cómo que dónde está?—bufó, y mantuvo una sonrisa en la boca intentando hacer como si solamente hubiera escuchado una broma—¡Ésta es su boda!

Loreto tardó unos segundos en comprender el significado de aquella última palabra. Todavía estaba aturdida después de haberse despertado, pero abrió ligeramente los ojos en señal de sorpresa.

—¿Cómo dice? ¿Mi boda?

El cura balbuceó, y se encogió de hombros mientras dejaba cerrada la Biblia o el libro que fuera ese, si bien mantenía el dedo pulgar convenientemente colocado entre las dos páginas por las que se había quedado. No entendía en modo alguno aquella situación, aunque claro, Loreto aún menos. Ella miró hacia abajo para observar que, en efecto, llevaba un hermoso y bordado vestido blanco. Notaba ahora unos aparatosos pendientes que le tiraban de las orejas, colgando como un muerto en la soga. Los párpados también le pesaban, pero más que por el sueño era porque estaban rezumando potingues, y el maquillaje le asfixiaba el rostro.

Loreto bajo controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora