02 - Matrona

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Blanco. Un techo desconocido se presentó ante los ojos de Loreto, si bien ella se tomó su tiempo en darse cuenta de ello. Era un borrón al comienzo, una mancha de nieve, pero paulatinamente fue definiéndose hasta tomar la forma de una superficie casi lisa, con sus ligeras rugosidades: un techo de toda la vida. Pero uno desconocido.

No estaba en casa. No estaba en casa de sus padres. No estaba en la iglesia. No estaba, estaba... ¿Dónde diablos estaba? Tuvo que a pasar una vez más por ese trámite, ese proceso por el cual su cerebro debía volver a despertar y adecuarse, acomodarse dentro de su cráneo y percibir adecuadamente lo que tenía a su alrededor.

El sol de la tarde atravesaba los cristales de la ventana, una luz tenue que no terminaba de brillar de verdad. La camilla rígida, la sábana blanca, limpia y tersa. Loreto despertó aturdida, rodeada por cuatro muros antisépticos, tan pulcros que iban inequívocamente contra natura. Tan similares entre si que se confundían una pared alba con la otra, no se percibía la profundidad, la distancia.

Llegaban ecos de pasos provenientes del pasillo. Tap, tap, tap, tap... Se detuvieron, y alguien abrió la puerta de la habitación. Entró un joven que debía de rondar los veinte, envuelto por su uniforme de enfermero, a juego con las paredes del cubículo. Desde luego, un perfecto traje de camuflaje.

Los guantes flotantes del muchacho inspeccionaron el suero que estaban suministrando a la novia (que ya no vestía el traje de bodas), todo ello mientras le preguntaba por su estado de salud.

—Usted debe ser Loreto...—nombró también los apellidos—¿cierto?—Loreto asintió—Veo que se ha despertado. ¿Se encuentra bien?

Loreto volvió a dar una respuesta afirmativa, pero no tardó en cambiarla.

—Bueno, a decir verdad...confundida.

—Entiendo.

—No, en serio—Loreto suspiró—. Me ha ocurrido un poco de todo.

—Ya veo.

—Estoy en un hospital, ¿verdad?

—Sí, ha sido ingresada a mediodía, hace ya unas cinco horas. ¿Se encuentra bien? ¿Mareo? ¿Dolor de cabeza?

—No, no. Estoy bien. Solo un poco...desorientada.

De hecho, le costaba un poco seguir el movimiento de aquellos brazos y dedos que se movían por el aire, revisando todos los detalles que giraban alrededor del lecho.

—¿Se acaba de despertar?

—Puede que...haya estado despierta en algún momento, pero no terminaba de...despertarme—susurraba mientras, durante un breve momento, se llevaba la mano a la frente—¿E-estoy repitiéndome o...? ¿Se me entiende?

—Le comprendo perfectamente, no se preocupe.

Loreto se limitó a asentir, sin forzarse en hacer nada.

—Por cierto—habló el enfermero unos pocos segundos después, todo ello mientras se aseguraba de que la paciente estaba cómoda en su camilla—Le tengo que informar de una cosa—mencionó, cambiando el tema de conversación—. Hemos visto que usted tiene el corazón un tanto...sensible. Tiene que tener cuidado. Sigue siendo joven, pero ya no está usted para demasiados botes.

Loreto se rascó inconscientemente el pecho.

—Entiendo...

—Y debo decirle—continuó—, tenga cuidado con lo que consume...

Loreto apenas se había despertado aturdida en la cama de un hospital, pero eso no evitó que le alarmara esa frase a medio enunciar. Un temblor le recorrió la espina dorsal y miró al doctor con unos ojos ansiosos por conocer algo.

Loreto bajo controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora