Loreto se sentía incómoda. Desde luego, sin ganas de encararse de nuevo con ellos. Pero allí se encontraba, conduciendo hacia la casa de sus padres. Aporreteaba rítmicamente el volante con sus finas uñas, girándolo lentamente a medida que se iba aproximando a cada curva.
Lenta y premeditadamente. Todo denotando un claro nerviosismo. Intentaba controlarse. Respiraba en cada rotonda, cada semáforo. Mantenía una velocidad pausada. Tomó la autovía y más adelante un desvío, que se adentraba en pleno campo. Se desplegaban árboles aquí y allá, dispersos. La tierra estaba reducida a oscuras cenizas, y el sol de mediodía no había recuperado el brillo. A lo lejos iba asomando la negra sombra de un caserón al otro lado de una hilera de hierro esculpido en vallas.
Hacía años que no se pasaba por allí, y no le hacía puñetera gracia, no tenía gana ninguna de llamar al timbre o rozar la argolla de la gruesa y vieja puerta de ébano. Pero allí estaba.
Salió del coche, sujetando en mano una pelota antiestrés que había sacado de la guantera. Iba enfundada en sus brunas botas y oscura chaqueta, y se había nublado los ojos y la vista tras unas gafas de sol. Se acercó a la altas vallas de hierro renegrido y se detuvo frente a la entrada de la verja. Una cámara de vigilancia la observaba fijamente al otro lado. Loreto evitó mirarla y llamó al timbre.
—¿Quién es?
Loreto no dijo nada, no quería dirigirles la palabra. Pero algo tenía que hacer, así que decidió devolverle la mirada a la cámara para que al menos sus padres la reconocieran.
—¿L-Loreto?
La pregunta se hizo casi con miedo, le pareció. No se esperaban bajo ningún concepto su aparición por aquellos lares.
—...Sí—se dignó ella a responder—. He venido a hablar.
Un murmullo empezó a sonar al otro lado del aparato.
—Será posible...¿¡Qué diablos...!? ¿!Qué haces aquí ahora!?
—¡He dicho que he venido a hablar, joder!—le gritó Loreto (y respiró, que le hacía falta no encolerizarse).
Hubo un chasquido y las oscuras puertas de la verja abrieron el paso con vehemencia.
Fuera del alcance de los oídos de Loreto, su madre se había dado la vuelta y miraba a su marido.
—¿Dónde está esa mujer?—preguntó sin que pudiera evitar notar un ligero toque de impaciencia—Ella no está aquí y la niña ha venido... El contrato está a salvo, ¿no? La niña no sabe que existe, ¿verdad? No podrá romper ese papel, ¿verdad?
El hombre no mentó palabra alguna, con una gota de sudor frío bajándole por la sien.
—Mejor será que la llamemos antes de que la niña haga una locura. Ve a avisar, que yo me encargo de la cría.
Ninguna sirvienta recibió a Loreto, en su lugar, solo se presentó la soledad. Entre tanto, se ofreció ante la visitante un esbelto perchero de metro y medio, para que ésta dejase allí su chaqueta, que a pesar de todo se negó a soltar. Las gafas oscuras, sin embargo, de poco servían entre tanta penumbra, así que Loreto se las quitó, jugueteando nerviosamente con ellas entre los dedos, mientras esperaba ser recibida.
La cara adusta de su madre apareció bajando las escaleras hacia el recibidor, e hizo un gesto a su hija para que pasara al vestíbulo. Éste era amplio, las velas que colgaban de la lámpara de araña o bien no se atrevían a iluminar, o bien ofrecían poquísima luz a posta, para aportar incomodidad a la atmósfera en la que Loreto se había zambullido.
Su padre salió del salón con las manos en los bolsillos, denotando también un claro nerviosismo, compartido por su mujer y su hija. Ésta última percibió el bulto en el bolsillo de su progenitor, liso y rectangular. Loreto deducía que había estado trasteando con su móvil, y eso no le gustaba nada.
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Loreto bajo control
Mystery / ThrillerUna mujer despierta sin previo aviso en medio de su propia boda. Sabe perfectamente que sus padres andan detrás del asunto, e intentará evitar a toda costa contraer matrimonio con un desconocido. Lo que no sabe es que sus padres tienen el método pe...