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Dylan y Ki se conocieron cuando este primero vino a recogerme a la universidad, aprovechando que suspendieron sus últimas clases a causa de una pequeña inundación en una de las aulas

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Dylan y Ki se conocieron cuando este primero vino a recogerme a la universidad, aprovechando que suspendieron sus últimas clases a causa de una pequeña inundación en una de las aulas. El primer comentario que soltó mi compañero fue:

"¿Tu eres el chico del que Thomas nunca para de hablar? Un placer, yo soy Ki."

Luego le pegué un puñetazo en el hombro y saqué a Dylan de allí a rastras lo más rápido posible, antes de que mi estupendo y bocazas que tenía por mejor amigo, siguiera metiendo la pata. Menos mal que Dyl no se asustó o incomodo por tales palabras, de hecho pareció bastante satisfecho con ellas, aunque nunca me echó en cara el tema.

Decidimos dejar las cosas en casa y salir a comer afuera, aprovechando que el día siguiente no tendríamos clases. Nos atiborramos de comida hasta que estuvimos llenos y casi arrastrándonos hasta la puerta de salida, aunque fue cruzarla y que él muy desgraciado me pidiera un helado de postre. Obviamente, igual que siempre, yo no podía negarle nada, así que puse todo mi esfuerzo en caminar hasta una heladería a casi dos calles de distancia. Fue entrar, embriagarme con aquel dulce olor que desprendía la tienda y sentir ganas de potar. En cambio, Dylan parecía haber olvidado que habían pasado apenas diez minutos desde que nos comimos casi toda la carta del restaurante.

—¿De verdad no quieres uno?— insistió a la salida, con su tarrina de limón en las manos, derritiéndose y manchándose entero. Rodé los ojos y negué al mismo tiempo que sacaba un pañuelo y limpiaba su estropicio—. Gracias— respondió sonriente, mostrándome todas sus mejillas igual de manchadas. Reí y también de las limpié.

—¿Qué tal las clases? ¿Ya estás preparándote los exámenes?— pregunté, más que nada para hablar de algo. Sabía a ciencia cierta qué Dylan no tenía problemas con el estudio, quizás más con las asignaturas que no eran prácticas, pero nada de lo que preocuparse.

—¡TYLER ME HA DICHO QUE SOY ADORABLE!

—¿Quién es Tyler?— pregunté con recelo.

—Mi compañero de clases. Es bajito y aunque le gusta a todas las chicas, tiene novio. Creo que por eso me habló.

—¿Te habló porque tiene novio?

—No bobo— rió, teniéndose que relamer inmediatamente para no volverse a pringar entero con el helado—. Fue porque en mi presentación hablé de ti, y unos chicos susurraron algo por lo bajo, entonces Tyler les miró y se callaron de inmediato— hablaba con tanto orgullo sobre su compañero, que los celos me impidieron percatar de aquella fascinante noticia, de que Dyl les había hablado sobre mi a todo—. Fue tan genial...

—¿Qué dijeron?

—Algo de mariposa, casi no les escuché. Luego Tyler les dijo que no quería asquerosos homofóbicos en su vista, toda la clase aplaudió, los chicos agacharon la cabeza y la profesora mandó silencio.

—¿Estás seguro de que el Tyler ese tiene novio?— Dylan asintió efusivamente, casi atragantándose con el frío postre que disminuía por segundos.

—Ajá, me enseñó fotos de ellos juntos.

—¿Y él sabe que tú tienes novio?

—¿Tengo novio?— no supe si gritar o llorar en ese momento.

Cierto era que nunca habíamos puesto nombre a nuestra relación, pero yo di por hecho que no necesitábamos aclararlo. Nos queríamos, nos éramos fieles y compartíamos nuestras vidas. Teníamos una maldita relación y Dylan nunca lo había considerado de esa forma.

—¿No me consideras tu novio?

—N-No, no sé... No tenemos ninguna foto juntos, y-y eres m-muy genial y yo raro, y...

—Espérame aquí.

Lo empujé suavemente por los hombros, haciendo que se sentirá en el primer soporte de piedra que vi, y sin pensarlo dos veces eché a correr hacia la tienda más cercana, una que había cruzando la calle. Allí compré una pequeña cámara dorada de autorevelado que me costó casi la mitad de lo que llevaba en la cartera. Cuando volví, Dylan seguía sentado, comiendo tranquilamente su helado y mirando curioso el cielo. Al verme llegar, sonrió y se puso en pie.

—¿Qué compraste?

—Ven, acércate— le agarré de la cintura, y antes de que pudiera formular palabra, pulsé el botón de la cámara. La imagen salió a los pocos segundos, mostrando a un sorprendido y adorable Dylan que aún tenía la cuchara del helado en su boca, y mi característica sonrisa. El castaño no tardó en agarrar la fotografía—. ¡Espera a que se seque!

—¡ES SÚPER GENIAL, VAMOS A HACER OTRA!

—¿Sales conmigo?

—¿En la foto? Claro, sino no es divertido— respondió, terminando su helado, tirándolo a una basura y limpiándose indiferente en su sudadera, alzando inmediatamente las manos para agarrar la cámara. Negué y la aparté.

—Salir como novios, Dylan.

Y entonces sí que se detuvo. Miró la foto que habíamos hecho, y luego a mi, y repitió lo mismo varías veces hasta que se detuvo en mi rostro de la vida real, entreabriendo los labios con confusión.

—¿Qu-Quieres salir conmigo?

—Claro.

—¿Tú? ¿Conmigo?

—Es lo que acabo de decir.

—Pe-Pero, yo no sé, soy y-yo...

—Por eso mismo quiero ser tu novio, idiota— respondí sonriente, agarrándolo nuevamente, esta vez tomándolo en brazos y dejando que me rodeara con sus piernas a la cadera—. ¿Entonces qué dices?

—Gracias.

—...

—Y sí.

Y de nuevo volvió a ser él quien se adelantó, pillándome por sorpresa y uniendo nuestros labios, a la vista de toda la gente que carecía de nuestra atención, pues cada uno nos centrábamos únicamente en el otro.

—Tommy.

—¿Qué pasa?

—¿Ahora podemos hacer más fotos?— le dejé en el suelo y reí, disfrutando de lo emocionado que se veía con la idea—. Mañana se las enseñaré a Tyler.

—Me parece muy buena idea.

—¿De veras?

—Ajá. Y si le dices lo mucho que me quieres, mejor que mejor.

Sonrió tímidamente y respondió lo mejor que pudo haber dicho.

—Eso ya lo hago siempre.

Luego me quitó la cámara y fotografió la cara de idiota que se me quedó. Para mi desgracia, esa última foto terminó guardada en su cartera de jirafas hasta el final de los días.

COLORS  적응! ー dylmas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora