17: Matar nunca se sintió tan bien

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Edwalls - Ninnock 1980




          El miedo era un signo de debilidad para la sociedad, sentir el pesar y dolor por las situaciones que se avecinan sin que hayan llegado aún era algo que te mataba por dentro y por fuera, porque el miedo no necesitaba ser una maldición para acabar con todo, él te afecta mental y físicamente. Algunas veces es bueno tener miedo, la emoción del miedo nos hace sentir vivos, sabemos que podemos sentir y que se nos puede acelerar el corazón, las brujas también sentimos miedo, miedo fue lo que sintió mi tía abuela Agatha cuando se enteró de que su hija había sido secuestrada por los cazadores y que había estado trabajando con ellos. Las palabras que mi tía había dicho durante su delirio de deseos ahora tenían sentido.

          ¡Estaba segura de que no lo harías Agatha!

          Ella lo sabía, no, mejor dicho, ella lo sospechaba, bien se dice que nadie conoce a alguien como lo conocen sus padres, mi tía abuela había sospechado de las salidas se Agatha II y tenía miedo de que sus sospechas fueran reales, su más grande deseo era estar equivocada, porque duele menos una equivocación que una amarga traición.

          No tuvimos que explicar por qué habíamos seguido a Agatha al bosque, eso terminó siendo irrelevante, lo que realmente importaba eran las soluciones, buscar maneras de defendernos y proteger la casa sin perder a Agatha II, atravesar todo el problema sin perder a nadie en el proceso. Mi abuela nos dio un discurso para motivarnos y medianamente prepararnos a nivel psicológico para lo que se venía, nos dijo a Martha, Chloe y a mí que siempre habíamos sido buenos luchadores, sin importar las fallas, que éramos capaces de acabar con cualquier dificultad que se nos interpusiera en la vida, a Gael le entregó una espada y un escudo, le dijo que tratara de mantenerse al margen pero que si llegaba a ser necesario defendiera su vida, reconocí la espada y el escudo, eran reliquias familiares, el escudo te protegía automáticamente de los enemigos, y la espada era más fuerte dependiendo de tu nivel de voluntad.

          — Si los cazadores son lo suficientemente valientes para venir hasta acá es porque tienen alguna sorpresa para nosotros. — mi abuela habló fuerte y claro para todos los que estábamos en la sala. — sin importar la cantidad de sorpresas que saquen nuestra familia va a salir de esto, hemos sobrevivido a cosas peores. — terminaba siendo un hecho, los cazadores eran enemigos del pasado pero estos cazadores eran nuevos, los hombres de Fred eran una nueva versión de cazadores. — cada quién vigile desde una ventana diferente, no sabemos cuándo ni por dónde llegarán.

          Yo me situé en la ventana de mi habitación, mirando hacia los limites derechos de la casa, podía ver los árboles que poco a poco se convertían en la parte más floreada del bosque, recordé que le había dicho a Harry que le contaría cómo habíamos vencido al demonio de los deseos después del almuerzo, me pregunté si saldríamos de todo el lío antes del almuerzo, no creía que eso fuese capaz. Cada vez que una hoja de algún árbol se movía mi alerta se intensificaba, miraba hacia todos lados buscando alguna cosa que estuviera fuera de lugar o alguna señal que indicara la llegada de los cazadores, estuve así hasta las once de la mañana, todo ese tiempo había pasado y los cazadores no habían hecho acto de presencia. Me sentía desesperado, necesitaba respuestas, necesitaba acción, lo que necesitaba era algo que me hiciera sentir que haber dejado que se llevaran a mi prima no había sido una mala decisión, algo que me hiciera dejar de sentirme mal o culpable.

          Cuando el reloj de la pared marcó las doce del mediodía decidí alejarme de la ventana, si no lo hacía terminaría entrando en un brote psicótico, tomé un libro e intenté leerlo pero las palabras se perdían en las hojas, la mitad de ellas desaparecían antes de llegar a mis ojos y la otra mitad lo hacía antes de llegar a mi cerebro, cerré el libro con la frustración creciendo en mí y salí del cuarto, caminé hasta la habitación de mi tía abuela Agatha y me asomé por la puerta, la curiosidad me iba a matar, no quería que me viera fisgoneando, ella estaba pegada a la ventana con su frente contra el vidrio y su espalda subía y bajaba descontroladamente, estaba llorando, yo pude sentir mi corazón caerse de mi pecho porque quería acercarme pero sabía que si le hablaba no podría calmarla, lo que haría sería ponerme a llorar con ella. Volví a mi habitación.

Sangre y diamantes: El primer brujoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora