Capítulo 4

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A los veintiocho la vida empieza a cobrar un sentido distinto al que tenía hace un par de años atrás. Ahora estás mas cerca a los treinta que a los gloriosos veinte y realmente empiezas a cuestionarte hacia donde estás yendo, pues digamos que la etapa de exploración va llegando a su fin. Harry se detuvo al llegar a uno de los semáforos y miró hacia ambos lados antes de cruzar. Se resume en encontrar la pieza restante, pensó él, si eres lo suficientemente afortunado de tener los demás aspectos de tu vida encaminados, justamente eso es lo que trataba de hacer.

Visualizo las distintivas puertas de roble a lo lejos. Con ambas manos en los bolsillos caminó decidido hacia la familiar joyería situada en la calle New Bond, dicho sea de paso bastante conocida por acoger el prestigio y lujo de la ciudad.

Se detuvo frente a la vitrina y palpó la pequeña caja de terciopelo que traía al interior de su saco. Un pequeño destello sobresalió de ella cuando fue abierta y apreció con detalle la piedra preciosa. Era un bonito anillo, debía reconocerlo. De un momento a otro cerró la caja y miró alrededor. Después de unos cuantos segundos pareció dispuesto a dar media vuelta, pero nuevamente se detuvo.

Entonces se resignó a entrar.


—Buenos días Timothy—saludó cuando atravesó las puertas

—Señor Styles—el hombre, ya bastante mayor, estaba de pie detrás del mostrador principal de aquella joyería—Qué sorpresa tenerlo aquí otra vez—dijo.

—Lo sé, espero no llegar en un mal momento—Harry se aproximó a él con una sonrisa.

—En lo absoluto—le aseguró, con las manos entrelazadas a sus espaldas—¿En qué puedo ayudarlo esta mañana? —amablemente le preguntó.


Harry pareció vacilante por un momento.


—Pues lo he estado pensando—se animó a decirle. Timothy acomodó sus gafas con el dedo índice mientras le prestaba atención—Creo que quisiera ver una vez más el catálogo—dijo finalmente.


Harry colocó la pequeña caja aterciopelada sobre el mostrador. La sorpresa del hombre fue aún más grande.


—¿Piensa volver a cambiar de sortija? —le preguntó en el entrecejo caído, en señal de aparente confusión.

—Así es—respondió y se inclinó para apoyarse de codos contra el cristal de la vitrina.

—¿Le encontró algún defecto? —le preguntó Timothy, mientras tomaba la sortija y la acercaba a su rostro para observarla.

—Para nada, descuida que está en perfecto estado—lo tranquilizo. Una joyería de tal prestigio no podía haber vendido una pieza defectuosa.

—¿Entonces cuál es el problema? Es un anillo de dieciocho quilates, las caras del diamante están impecablemente pulidas—aseveró y su mirada se posó sobre el castaño—Único en su clase—advirtió.

—Hay algo en el que no termina de ser perfecto—Harry trató de explicar—Y tiene que ser perfecto—remarcó.


Timothy enarcó una ceja y colocó la sortija sobre el mostrador con suma delicadeza. Procuró quitarse las gafas para limpiarlas con un pañuelo y luego volvió a colocarlos sobre su rostro.


—Si me permite el atrevimiento señor Styles, muchos caballero ingresan a diario por esa puerta—con un tono amable le empezó a decir y señaló en dirección a la entrada. Harry asintió despacio dispuesto a escucharlo y a modo de gesto para que el hombre continuase—Y puedo decirle es algo frecuente realizar algún cambio alguna vez—le sugirió—Pero no dos, mucho menos tres—agregó.


Flicker [H.S]Where stories live. Discover now