Un paisaje gris en el que el cielo nublado era inconfundible de la piedra grisácea que se extendía kilómetros en todas direcciones. En aquel escenario monocromático en el que el horizonte no se distinguía una figura silenciosa se movía con lentitud mientras soportaba los terribles azotes del viento helado.
Desgraciadamente para él, a pesar del bien sujeto pañuelo que le cubría la cara y la ropa hecha con gruesas pieles para mantener el calor, el frio le calaba los huesos hasta el punto que no había parte de su cuerpo que no le gritara de dolor. Su cabello oscuro había quedado blanco de la escarcha y ya casi no podía ver nada a través de los carámbanos que se formaron en sus pestañas horas atrás.
Pero ahí seguía, subiendo esa montaña entre pesares constantes y un enorme riesgo de convertirse en una estatua de hielo. Todo por cumplir su deseo de venganza contra aquella escurridiza criatura que le arrebató todo lo que amaba. Aunque en verdad se estaba planteando seriamente renunciar a esa obsesión que le había quitado el sueño durante años solo para que cierto espíritu de la escarcha se callase de una buena vez.
— Doce mil quinientos ochenta y cinco mamuts se balanceaban sobre la tela de una aracne ~
Y. como veían que no se caían, fueron a buscar a otro mamut~
En esos momentos lamentaba haberle enseñado esa canción. Desde ese fatídico día había estado torturándolo en cada viaje de larga duración con su interminable y pesada afición por la música.
— ¡Por todos los dioses, Deiche! ¡Cómo no te calles, me voy a volver loco! —dijo Siora, perdiendo la paciencia después de que le cantasen una sonata que a esas alturas odiaba con toda su alma directamente al oído.
Y no era un enojo injustificado, pues con el sonido del viento uno solo podría escuchar la canción con tanta claridad si hubiese alguna fuerza sobrenatural involucrada. Es decir, que el grandioso espíritu de la escarcha no tenía nada mejor que hacer que hacer uso de sus increíbles poderes para fastidiarle, mismos con los que se negó a ayudarle contra los elementos de la naturaleza argumentando que "No podía utilizarlos en algo tan banal".
— Es que me abuuuurro —exclamó entre pucheros infantiles— Llevamos días subiendo esta montaña sin tomarnos siquiera un descanso decente... ¡No puedo con el cansancio! —protestó de forma tan poco realista que Siora ya ni tomó en cuenta la incapacidad de los espíritus de sentir cansancio.
Solo le miró a los ojos como un padre miraría a un hijo que ha dicho una excusa estúpida para enmascarar su obvia travesura. Solo que en realidad se trataban de un adolescente con cero experiencia en la paternidad y de un ser de más de 10.000 años.
—Te recuerdo que yo soy el único que hace esfuerzo físico, tu solo vas flotando a mi alrededor como una mosca toca-narices —le respondió con fastidio.
Siora estaba acostumbrado a que muchos espíritus fuesen... difíciles de controlar. Eran seres de naturaleza libre después de todo y habiéndose criado entre ellos casi nunca se tomaba a pecho su actitud.
Pero Deiche... En ese momento le molestaba con la cancioncita, pero el día anterior se había pasado horas pinchándole la cabeza con el dedo ¡Mientras escalaba un acantilado! Y el día anterior a ese no tuvo nada mejor que hacer que dedicarse desde la madrugada a la noche repasando la famosa e interminable "Lista de Razones por las que Siora no Tiene Novia".
Y Siora odiaba esa lista. Desde los nueve años.
— Ya, pero llevamos subiendo tres días y no nos hemos encontrado ningún celestial, ni siquiera captamos su presencia —dijo Deiche con un molesto pero irrebatible razonamiento.
Era bastante sospechoso el que en un lugar donde supuestamente los ángeles organizaban sus legiones en el mundo mortal no hubiese eso, legiones de ángeles. Pero esta era una oportunidad no solo de venganza, sino de liberar al mundo de unas criaturas que ya casi dominaban por completo a la raza humana, por lo que daba igual que no hubiese indicios de su presencia, había que asegurarse.
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La perdición de la luz y la oscuridad
FantasyPor el pecado de la serpiente los ángeles perdieron su pureza. Y extendiendo sus alas en medio de la tempestad surgió el arcángel de la penitencia, que los purgaría a todos. Bajo el engaño de los falsos dioses los demonios quedaron atados a la corr...