El ángel observó cómo las funciones vitales de su enemigo se apagaban definitivamente para asegurarse de que la batalla hubiese terminado y que no tendría que enfrentarse a un ángel decapitado semi-inmortal... otra vez.
Al instante en que el corazón dejó de latir y el cerebro dejó de pensar, pudo permitirse suspirar con una clara decepción. Otra vez no había conseguido el resultado esperado, siendo lo más probable que con semejante ataque tan obvio y ruidoso, la persona que buscaba ya estaría alerta ante su persecución, obligándola a aparcar dicho objetivo varias décadas como mínimo.
Es cuando acababa o aparcaba una misión cuando más pérdida estaba, pues una vez cumplido su propósito, se daba cuenta de que no sabía cómo vivir sin luchar. De que a pesar de que había tantas posibilidades, era incapaz de aprovechar su libertad al máximo.
En estos momentos recordaba cuando todo tenía un fin claro, entonces había una razón específica detrás de cada acción. Todo estaba planeado al milímetro y siempre había una misión que cumplir. Por lo que, cuando por fin era libre de hacer lo que quería, no tenía ni idea de lo que hacer y eso le ponía furiosa, ya que significaba que de alguna forma u otra seguía atada a la servidumbre del Cielo.
Pero su enojo no le impidió percatarse de algo que no había notado en el calor de la batalla, quizás al no recibir hostilidad alguna por parte de aquella presencia que la observaba, quien no parecía ser celeste ni infernal por la sensación que le infundía. No, se trataba de un humano, la única criatura que no se esperaría encontrar en semejante situación.
Rápidamente se giró hacía su izquierda y miró disimuladamente a la persona que se resguardaba debajo del ala de una de las bestias muertas. A pesar de la distancia, pudo ver claramente que el humano estaba vestido con pieles de diferentes tonalidades de gris que lo protegían del frío a la vez que lo mimetizaban, pero que también eran lo suficientemente ajustadas y flexibles como para permitirle una amplia libertad de movimiento.
Aquello significaba que no era un viajero casual, pues semejante atuendo que sacrificaba parte del calor a cambio de agilidad implicaba que el humano era consciente de alguna manera de la verdadera naturaleza de aquella montaña y que prefería el frío a no poder enfrentarse adecuadamente a las amenazas que esta contenía.
Así pues, cuando intentó discernir alguna pista más de su identidad a través de su rostro, descubrió que este se hallaba escondido detrás de un grueso pañuelo que escondía gran parte de sus facciones, siendo el único rasgo distintivo de lo poco que podía diferenciar aquellos enigmáticos ojos azules resaltaban a pesar de la lejanía
El humano sigilosamente se situó detrás de la extremidad de la bestia con el objetivo claro de salir de ahí sin ser notado, dejando a la vista por un momento, no solo su carencia total de armas, sino también a su acompañante.
Se trataba de un espíritu, quien probablemente era el responsable de que ella no hubiese sentido su presencia antes. Eso implicaba que el humano no servía a los ángeles, pues la relación de estos con los espíritus de la naturaleza era, por así decirlo, terriblemente conflictiva.
Posiblemente fuese un seguidor demoníaco y el espíritu su esclavo atado con magia negra, pero se suponía que los infernalitas no salían de los territorios asignados a sus señores y, si lo hacían, debían de llevar consigo un ídolo para no quedar impotentes... ¡Y definitivamente ese humano no tenía un ídolo! ¡Ni siquiera un ópalo!
Su incapacidad para discernir a que facción pertenecía el humano hizo que el ángel perdiese por un instante su sutileza, alertando a la misteriosa persona de que había sido descubierta. Pero Siora no pudo ni dar tres pasos en dirección contraria a la chica, pues de su espalda un pequeño brillo emergió e instantáneamente apareció justo a su lado.
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La perdición de la luz y la oscuridad
FantasiPor el pecado de la serpiente los ángeles perdieron su pureza. Y extendiendo sus alas en medio de la tempestad surgió el arcángel de la penitencia, que los purgaría a todos. Bajo el engaño de los falsos dioses los demonios quedaron atados a la corr...