5. PASIÓN Y VERDAD

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ADVERTENCIA: LEMON!!!

Kagome vio cómo se alejaba de ella y se odió por lamentar su partida. ¿Qué había en él que lo hacía tan irresistiblemente atractivo? Era irresistiblemente atractivo, por supuesto, pero no podía tratarse sólo de eso, ¿verdad? Tal vez fuera su fuerza, el aura de poder que lo rodeaba, o quizá algo completamente distinto.

En realidad, no importaba. Lo importante era que se sentía indefensa, irresistiblemente atraída hacia él aunque su relación hubiera estado condenada desde el principio. Su mutuo deseo era algo extraño, admitió en silencio girando finalmente la cabeza y observando la superficie cristalina de la piscina. Inuyasha no quería sentir aquello porque sin duda Kikyo no era la clase de mujer que despertara su admiración. Y él no era el tipo de hombre con el que ella podría tener nunca una relación.

Dándose cuenta de pronto de que Kaede esperaba pacientemente para acompañarla al interior de la villa, Kagome se puso rápidamente de pie y la siguió por un camino nuevo hacia una fabulosa suite que daba directamente a la terraza de la piscina. Era espaciosa y aireada y estaba decorada toda de blanco con algunos toques de azulón. Coloridas pinturas al óleo adornaban las paredes y una inmensa alfombra cubría el suelo. Kagome miró a través de una puerta abierta hacia el espacioso baño de mármol y trató de disimular lo maravillada que estaba.

Si aquélla era la habitación de invitados, no podía ni imaginarse cómo sería la suite del dueño. Si Inuyasha Zouvelekis pensaba que aquél era un modo de Vida sencillo, entonces debía sentirse aliviada de que tío conociera ninguno de los aspectos de su existencia.
Kaede la estaba mirando con simpatía, como si presintiera el creciente agobio de Kagome.

—La ayudaré a deshacer el equipaje —se ofreció. Pero Kagome negó vigorosamente con la cabeza y se puso roja al pensar que la mujer pudiera ver su escasez do pertenencias.

Esperó a que Kaede se fuera para abrir ella misma la bolsa de viaje. Se quedó mirando fijamente las escasas pertenencias que había llevado consigo. Dos vestidos, una falda, un par de pantalones cortos, unas pocas camisetas baratas y un traje de baño.

Eso era todo. Nada glamuroso. Nada adecuado para pasar unas cuantas semanas con un multimillonario.

Ella no tenía nada que hacer allí.

¿Qué clase de arrogancia le había hecho pensar que su presencia allí produciría algún efecto en la recuperación de su padre? Era inevitable que InunoTaisho Zouvelekis terminara descubriendo que su relación no era tal, y entonces sería peor. No tendría que haber ido.
Pero... ¿qué podía hacer? Por el momento estaba atrapada allí, y tenía que aprovecharlo al máximo.
Se sentía acalorada e incómoda, y estaba contemplando la posibilidad de darse una ducha cuando una suave brisa se coló por la ventana. Acercándose a las puertas abiertas, Kagome se quedó mirando la piscina, que brillaba con el sol de la tarde. El agua parecía fresca e invitadora, y no se le ocurría ninguna razón por la que no debiera darse un baño.
…../-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

Inuyasha estaba trabajando y InunoTaisho descansando, así que nadie la vería.

Inuyasha terminó la última de sus llamadas telefónicas y se pasó la mano por la cara en gesto de frustración.

Estaba claro que requerían su presencia en Atenas. En circunstancias normales, habría tomado un helicóptero para pasar unos días en la ciudad, pero no le parecía bien marcharse hasta estar completamente seguro de que su padre se estaba recuperando. Tampoco quería dejar al anciano con una mujer a la que por lo menos le doblaba la edad, sobre todo cuando esa mujer encajaba en la idea de perfección de su padre y era conocida por su tendencia a los hombres mayores.

El mero hecho de pensar en ella le elevaba el nivel de estrés hasta puntos peligrosos, y Inuyasha se puso de pie soltando una palabrota y girando los hombros para aliviar la tensión que le acompañaba desde que la recogió en las calles de París.

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