6. SOLO MIA

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Aviso: LEMON!!!
Completamente distraído, Inuyasha atendió su llamada de negocios y luego le pidió a su asistente personal de Atenas que no le pasara más llamadas. En aquel momento no podía atender ningún asunto profesional. Había temas urgentes que reclamaban su atención, pero por primera vez en su vida, no le importaba.

Tendría que estar pensando en el trabajo, pero en lo único que podía pensar era en el sexo.

En el sexo con Kagome.

Maldiciendo en voz baja en griego, recorrió arriba y abajo el suelo de su despacho. Le ardía todo el cuerpo y se sentía incompleto. Lo único que deseaba hacer era volver en dos zancadas a la terraza, arrastrarla a algún lugar extremadamente privado y volver a repetir la experiencia.

Nunca en su vida había sentido tal deseo por una mujer, y no podía comprenderlo, porque Kagome no poseía ninguna de las cualidades que él admiraba.

Era guapa, cierto, pero también mentirosa, ella misma lo había admitido. De acuerdo, así que no era Kikyō Ducat. No había escogido el divorcio como medio de vida. Pero había tomado una entrada que no era suya, y no le había sacado de su error cuando él asumió que era la dueña de dicha entrada. Aquel hecho debió haber sido el equivalente sexual a sentarse en una bañera llena de cubitos de hielo, porque Inuyasha odiaba la mentira.

Entonces, ¿por qué su libido fluía locamente, absolutamente fuera de control?

¿Por qué se sentía como un adolescente con las hormonas revolucionadas?

Soltando una carcajada sin nada de humor, Inuyasha se vio obligado a aceptar lo obvio.

Porque el sexo había sido absolutamente estupendo, por eso.

Tal vez Kagome fuera una mentirosa, pero era virgen, y el hecho de que él hubiera sido su primer amante le proporcionaba una satisfacción asombrosa. Lo que significaba que no era tan moderno como pensaba.

Inuyasha entornó los ojos y fue desgajando los hechos con lógica. De acuerdo, no le había contado la verdad. Pero tenía razón en que él había sido quien insistió para que fuera a Grecia. Y si ella le hubiera revelado su auténtica identidad, ¿habría cambiado eso algo?

No. Hubiera seguido queriendo que fuera por el bien de su padre.

Entonces, ¿qué problema había? Kagome había ido para disfrutar de unas vacaciones pagadas por un multimillonario, así que ¿por qué no dárselas, aunque le costara unos cuantos vestidos y un collar de diamantes?

Compartirían increíbles encuentros sexuales durante la noche, y por el día, Inuyasha lo arreglaría para que pudiera ir de compras todo lo que quisiera. Kagome lo estaba utilizando por dinero, así que ¿por qué no utilizarla a ella para el sexo?

Incapaz de concentrarse, decidió abandonar cualquier pretensión de trabajo aquel día, así que se dirigió hacia la suite que ocupaba su padre cuando se quedaba en la villa.

—¿Cómo te encuentras?

—Mejor cada hora que pasa —InunoTaishō Zouvelekis estaba ya vestido para la cena—. ¿Qué has hecho esta tarde?

Inuyasha se quedó paralizado mientras unas imágenes eróticas le cruzaban por la cabeza. Aquella tarde había disfrutado del sexo más increíble de su vida. En un lugar público.

Se pasó la mano por la nuca, incómodo ante la idea de lo que su padre hubiera podido ver si se hubiera levantado un poco antes de la siesta y hubiera decidido relajarse en la piscina.

—Trabajar.

—¿Ah, sí? Bueno, espero que no dejaras a Kagome demasiado tiempo sola. Es una mujer a la que vale la pena proteger.

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