𝑖𝑣. 𝑠𝑒𝑛̃𝑜𝑟 𝑏𝑒𝑐𝑘

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Peter: 16 años.
Quentin: 29 años.
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—¡Señor Beck! ¡Señor Beck! —un Peter estaba gritando por todo el pasillo. Llevaba un cartón y en él dos cafés.

El chico estaba caminando por el mar de gente, mucha reía, otros hacían muecas cuando el joven los empujaba con su codo o los pisaba sin querer.

Industrias Stark, famosa por su tecnología avanzada y por la CEO: Pepper Potts y dueño Tony Stark. Contratando a las personas con iniciativa y grandes ideas, así es como llegó Quentin Beck a la gran empresa.

Formidable, inteligente, egocéntrico y un poco caprichoso. Muchos lo comparaban con Stark, ¿para qué mentir? Eran como dos gotas de agua, es por ello que ninguno de los dos se llevaba bien con el otro, pero un niño de secundaria los tuvo que unir, a la mala.

Stark había iniciado una campaña para ayudar a los chicos, para que pudieran aprender y esas cosas, una pasantía, y el único niñato que había entrado fue: Peter Parker. Niño bastante insistente, como lo describía Quentin.

Mientras él se encerraba en su laboratorio para modificar algunos proyectos en mente, el niño seguía detrás de él, tal cual, como si fuera una celebridad. Parecía que Peter admiraba a Beck, puesto que en momentos ignoraba a Stark, o cuando estos dos, Stark y Beck, estaban platicando o teniendo lluvia de ideas en pleno pasillo, Peter le daba la razón a Beck.

Este día, Tony estaba afuera, alguna cosa de los Vengadores, parece. Y Beck tendría que lidiar con el niño. Le dio una indicación, tenía sed y le apetecía un café. Y no, no los que servían en la empresa, esos eran demasiado cargados y no tenían sabor, entonces pidió al niño que fuera a un Starbucks cerca y pidiera un café, el que fuera, pero café. Peter, con demasiada prisa y ojos brillantes, fue corriendo al elevador y directo al establecimiento de café que quedaba en la siguiente cuadra.

Mientras tanto, Beck se quedó en su laboratorio, en tranquilidad absoluta. No fue mucho tiempo cuando escuchó la voz del niño en todo el pasillo. ¿No se supone que las ventanas eran a prueba de ruido? Dejó algunas de las herramientas con las que estaba reparando un aparato.

Se abrió la puerta, la voz del niño era detestable aunque agradable. Agradable en el sentido de que tenía a alguien con quien platicar, decir sus ideas y no escuchar un «no está bien lo que estás haciendo, Quentin».

Acomodó su playera de cuello de tortuga color negro, pasó una mano sobre su cabello y cuando se dispuso a dar la media vuelta y tomar su café, ocurrió.

Peter había tropezado con uno de los cables que estaban en todo el piso del laboratorio, se tambaleó y los vasos de café cayeron en la playera de Beck, mojándola con leche caliente.

—Carajo —gruñó Beck. —Era una de mis favoritas —frunció su ceño y volteó a ver a Peter.

—Oh, miér- coles. Lo siento muchísimo, señor Beck, sólo que no vi los cables. Pff, hay demasiados, en el piso —rió por lo bajo. —Y pensé que– digo, puedo ir por otros si lo desea.

El chico estaba balbuceando, algo que encontró tierno en el niño.

«Espera, ¿tierno?»

Sacudió su cabeza y, con la mayor paciencia de todas, negó su cabeza. Se acercó al muchacho que seguía pidiendo disculpas mientras miraba hacia el piso. Parecía decepcionado con lo ocurrido.

—Tranquilo. No es tanto problema, tengo un cambio de ropa en el armario. Suelo traer uno por los aceites que utilizo y llegan a derramarse.

Le dedicó una sutil sonrisa, una sincera antes de darle unas palmaditas en su hombro y retirarse al pequeño armario de caoba que estaba justo en una de las esquinas del mismo laboratorio.

Mᴀ́s 18 ᴏɴᴇ sʜᴏᴛsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora