𝑥𝑖𝑖. 𝑎́𝑛𝑔𝑒𝑙𝑒𝑠 𝑦 𝑑𝑒𝑚𝑜𝑛𝑖𝑜𝑠 (𝑝𝑡. 2)

832 46 10
                                    

— ¡¿QUÉ?! —dijo una sorprendida MJ al escuchar el relato de su amigo. —No, no, Peter, no puedes hacer eso —dijo soltando suspiros. —Es contra la ley, ¿lo sabías?

—MJ, tranquila... —intentó calmar la situación.

—Pero tiene razón, Peter, es contra la ley —su amigo, Ned, completó.

¿Había sido una mala decisión el haber contado lo sucedido la noche anterior a sus amigos? Sí. Ahora estaba con dos amigos bastante enojados con él.

—¿Qué tal si te hace algo?

—¿Qué tal si te absorbe tu alma?

—Ned, eso es imposible. Además, si hubiera querido hacerme algo, ya lo habría hecho, ¿no?

Luego de aquella noche con Beck y de haber bebido el chocolate caliente, no hubo más que simplemente eso. Claramente habían intercambiado mensajes y ya tenían una semana sin verse luego de aquel incidente. ¿Sentía algo por el demonio? No lo sabía, pero se emocionaba en totalidad cada que Beck le mandaba mensaje.

—Juro que, si ese demonio te hace algo, yo seré la primera en abrir las cortinas de su casa.

Bien se sabía que los demonios no podían salir a la luz del sol. Su piel no estaba diseñada para los rayos UV y podían morir por una pisca de rayo solar.

El día siguió su curso, al término de las clases, Peter se dispuso a estar en la biblioteca, MJ y Ned supusieron que era para esperar al atardecer, pero Peter, siendo demasiado inocente y alguien que no sabe mentir, sus mejillas se sonrojaron y simplemente se despidió de sus amigos para encaminarse a la biblioteca.

Tuvo las horas suficientes para adelantar ensayos, investigaciones. El atardecer estaba cerca, se podía notar por entre los grandes ventanales de la biblioteca y suspiró. Guardó sus cosas en la mochila, y en esos segundos, su celular vibró. Su corazón latió rápido. No era muy común que Beck le hablara, estaba acostumbrado a los mensajes que no esperaba que Quentin le marcase.

Con una mano temblorosa, contestó.

—¿B-Beck? —su voz delataba su entusiasmo y nerviosismo.

—¡Peter! Estaré en una hora en donde acordamos —su voz parecía ajetreada, como si estuviera corriendo. —No hables con nadie, una vez el sol se esconda, yo estaré una vez se esconda el sol.

—Tranquilo, Beck, estaré bien —le sonrió al celular.

Luego de terminada la llamada, se fue directamente al lugar donde se encontraría con el demonio: un pequeño café. Siempre estaba abierto las 24 horas, entonces no habría problema, además que admitían a ángeles y demonios por igual, claramente estaba dividido el lugar, así que cuando entró, pequeños ojos destellantes lo admiraban desde las esquinas más remotas del establecimiento.

La incomodidad reinó. Se sentó en uno de los sitios más apartados de la zona de los demonios que, para suerte de Peter, ya tenía un par de hombres con pequeños cuernos saliendo de su frente, recalcando que era casi su tiempo de salir.

Desviaba su mirada de vez en cuando de aquellos demonios, pero era inevitable cuando ambas miradas se quedaban mirándole fijamente.

Cuando la alarma que eran las siete de la tarde supo que estaría en graves problemas, y Quentin seguía sin hablar.

—Vaya, vaya, mira lo que trajo el viento. Un ángel —uno de los chicos sonrió, y enseñó sus colmillos, más grandes que los del propio Beck.

—No-no quiero problemas —desvió su mirada, mirando su celular, esperanzado en que Beck marcara, pero nada.

—Chico, estás en nuestro turno, lárgate o verás las consecuencias.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 23, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mᴀ́s 18 ᴏɴᴇ sʜᴏᴛsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora