𝑖. 𝑠𝑒𝑛𝑠𝑖𝑏𝑖𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑

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La lluvia seguía. Las gotas golpeaban las ventanas, Tom estaba acostado. Gracias al frío de la temporada, vistió una sudadera de Jake que le quedaba algo grande y, para el británico, era reconfortante. Olía a Jake, tenía su aroma, a un poco de vino tinto, pues la última vez que ocupó aquella prenda fue hacía una semana, él y Tom habían quedado en ver una película, y entre palomitas y un poco de vino, quedó impregnado.

Le venía bien el acurrucarse en aquella cama del apartamento de Gyllenhaal. El mayor estaba en la cocina, preparando café, según lo que había dicho antes de dejar a un Tom algo prendido.

—Hmph, Jake —dijo el menor entre los besos húmedos.

El mayor lo estaba sosteniendo firmemente de sus caderas, inmovilizando al castaño.

Estaban en cama, Tom sobre los muslos de Jake, restregando su necesitado miembro, y al notar eso el de barba, se alejó por completo del menor excusándose que tenía que ir a preparar café. Fue así que se retiró con una media sonrisa.

Ha estado esperando más de diez minutos, el aroma que desprendía la sudadera lo excitaba más, al punto de acostarse bocabajo y, ligeramente, comenzar a mover su pelvis contra las sábanas blanquecinas y colchón.

No debió haber dejado a un joven de 23 años con hormonas disparatadas, en cama y una prenda que olía a él. Tenía la culpa. Si llegara y lo viese haciendo eso, seguro lo regañaría, primero oiría una risa, luego un "hasta mañana", y aunque no se quería arriesgar... Tenía la culpa.

Sus propios jadeos se acallaban por la almohada.

Desgracia la suya por haberle seguido el juego. Por quitarse sus pantalones del pijama y bóxer y pensar que sería una bonita noche de llovizna y sexo.

—¿Te estás divirtiendo?

Eso le hace detenerse en seco. Su corazón palpitaba al cien. No quería arriesgarse a levantar la mirada y encontrarse con un Jake con ceño fruncido y media sonrisa. Eso provocaría más excitación al joven.

—Pregunté, ¿te estás divirtiendo? —vuelve a preguntar, esta vez con más potencia.

La cabeza de Tom se levanta ligeramente y observa a un Jake con una taza de café en una de sus manos, sabía que contenía el líquido por el vapor que el café soltaba.

—Yo... uhm... —mordió su lengua, desvió su mirada.

—¿Hm? —escucha que la cerámica de la taza de café choca contra la madera de la mesita de noche. —Tanto que te gusta divertirte por tu cuenta...

No termina su oración, la dice canturreando. Se va de la mirada de Tom y en cambio, el silencio que reinaba anteriormente se vio quebrado por la puerta corrediza del clóset.

Mordió su labio ansioso. No quería ver más allá, quedándose en la misma posición en la que Jake lo había encontrado. Segundos pasaron para que sintiera cómo la cama se hundía por el peso de Gyllenhaal. El peso de Jake sobre sus piernas, hicieron que soltara un jadeo. Sus brazos los colocó por detrás de su espalda, y con un poco de agilidad, el ojiazul empezó a anudar la cuerda que iba a detener todo movimiento de manos o brazos por parte del castaño. Cuando estuvo satisfecho por el nudo que hizo, tomó a Holland de las caderas y lo volteó para que quedara al fin frente a frente.

—Te encanta jugar solo, ¿no es así? —encarnó una ceja, una media sonrisa se había formado en sus labios. —Responde, cariño —una de sus manos recorría con tanta suavidad la piel tersa de las piernas de Holland.

—Hmph —volvió a jadear el castaño, removiéndose de su lugar al sentir la tranquilidad con la cual Jake acariciaba su muslo.

—Parece que hoy tendrás un pequeño castigo —ronronea.

Mᴀ́s 18 ᴏɴᴇ sʜᴏᴛsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora