𝑣𝑖𝑖𝑖. 𝑡𝑒𝑐ℎ𝑛𝑖𝑐𝑜𝑙𝑜𝑟 𝑏𝑒𝑎𝑡

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Este one shot no es un smut, así que no esperen un +18 puerco este día, solamente que este one shot lo estaba escribiendo hace un par de días atrás para desahogar algo atorado. Si gustan de lo sad, este es su lugar.

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El día nublado, avecinaba una tormenta. Las nubes grisáceas sobre Nueva York pintaban la ciudad a una tonalidad lúgubre, sin vida, sin color. Las personas que estaban caminando por el pavimento de las calles cubrían sus cuerpos con abrigos caros, otras tantas con un par de sudaderas, suéteres de diferentes colores.

Su sonrisa torcida se reflejaba por la pequeña ventana, mientras una lágrima bajaba por su mejilla; delicadamente viajaba hasta su barbilla donde se perdió en el suelo blanco de la habitación.

Por instinto, llevó el dorso de su mano sobre su ojo húmedo por las lágrimas que querían hacer su camino a la libertad, secándolas al paso.

No quería asimilar lo que había ocurrido días atrás.

Recuerdos seguían en su memoria, no querían irse, no quería borrar todos esos momentos. Como quería que su memoria fuese como una computadora, donde pudiese borrar todos esos momentos de dolor.

No recuerda el momento en el que su cuerpo se halló en el sofá, sus brazos abrazaban con fuerza sus piernas que estaban cerca de su pecho. Las abrazaba de una forma fuerte, queriendo oprimir todo lo que tenía su pecho, sacarlo.

Gritar era una forma de sacar todo su odio, todo su dolor, todo su sufrir. Pretendía que, al llorar, pudiese cansarse y dormir sin tener que rememorar esas palabras que ardían, quemaban, helaban.

Escondió su rostro entre sus rodillas, cerró sus ojos y dejó que las lágrimas salieran sin parar cuan cascada. Su pants gris que llevaba puesto se mojó; de sus rodillas se podían notar pequeñas manchas de lágrimas, una tonalidad oscura le recriminaba que había estado llorando.

Había aventado su celular en una de las esquinas, no le importaba si su pantalla quebró al impacto o si se había rayado. Además, lo había apagado para no escuchar los sonidos de notificación o llamadas entrantes, aunque sus deseos le impedían mantener su celular apagado, un anhelo era prenderlo y revisar si él había cambiado de opinión, pero el recuerdo de sus palabras les decía a gritos en su mente ¡NO LO HAGAS!

Su cansancio estaba llegando. Había estado llorando un par de horas, su energía se había consumido y el sueño estaba atrayéndolo más y más a acostarse sobre el sofá. Poco a poco sintió el cojín por debajo de su cabeza y sintió alivio. Su cabeza estaba explotando. Sus sollozos seguían escuchándose por el desierto apartamento, los sorbos de su nariz y pequeños quejidos de su parte.

—Mañana será un buen día, Thomas, puedes hacerlo —se dijo así mismo mientras las palabras salían con pequeños sollozos. —Eres fuerte, puedes hacerlo.

Su voz se fue desvaneciendo. Eres fuerte y tú puedes hacerlo, seguían como susurros antes que se apagaran por completo.

La lluvia arrecía. Las gotas golpeaban las ventanas, los cláxones de los carros significando un embotellamiento gracias a los grandes charcos de las diferentes calles y avenidas. Quizá era de noche. Y despertó, despertó de golpe, sintiéndose desorientado a la primera, su vista era algo borrosa y sentía sus ojos algo pesados gracias a la hinchazón de haber llorado.

Buscó su celular en la mesita de centro, pero no estaba, al momento recordó que lo había dejado en una de las esquinas de la sala. Se levantó e hizo una búsqueda de su celular.

Al encontrarlo, se halló con un pequeño rayón en la pantalla, pero nada de lo que se pudiese preocupar. Sin esperar más, prendió el celular. Su corazón comenzó a hacerle jugarretas, latía rápidamente mientras en su celular aparecía la distinguida manzanita y al momento se desvanecía.

Mᴀ́s 18 ᴏɴᴇ sʜᴏᴛsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora