Al pasar Jisung la lista, Hyukjae no comenzó a golpear la puerta, para el alivio de Donghae.
No quería escuchar su ronroneante voz. Necesitaba reunir sus pensamientos sobre lo que sucedió. Pasó el resto del turno mirando a Hyukjae en la pantalla de la computadora, pero no tuvo el coraje de desplazarse hacia abajo.
Cuando Sunhee se ofreció llevarlo a casa, él no la rechazó, a pesar de la extraña mirada que Jisung le dirigió. Tan pronto como se bajó del auto, corrió a su casa para cerrar las cortinas y bloquear por completo el letrero de Yodox.
Acostado en el sofá, el sueño se negó a llegar, también cuando se acostó en su cama, y terminó mirando el pánico de su reflejo en el espejo del baño. Su cabello estaba despeinado, su piel estaba sudorosa y se formaban medias lunas grises debajo de sus ojos.
Él y Hyukjae estaban jugando un juego, un juego que Donghae pensaba que podía controlar, pero estaba equivocado.
Donghae echó la cabeza hacia atrás y miró su garganta. No había marcas de dientes, solo su lisa piel bajo las yemas de sus dedos, pero no la sentía igual. Hyukjae la había infectado, su piel no solo hormigueaba bajo el recuerdo de su voz, sino que también con su toque y su aroma. Hyukjae había comenzado a apoderarse del cuerpo de Donghae, y él no sabía cómo sucedió ni cómo detenerlo.
Le había entregado su garganta a Hyukjae, no luchó contra él, ni intentó apartarlo cuando comenzó a morder su cuello, es más, Donghae había movido su cuerpo pidiendo más. Si eso hubiera pasado en la oscuridad de un club, habría estado bien, pero no en Yodox, con un violento prisionero. Lee Hyukjae, quien cometió un triple asesinato, siendo los detalles de su crimen tan horribles que hizo que el personal se estremeciera.
Se miró en el espejo y se preguntó por qué su cuerpo lo traicionó, pero no hubo respuesta, solo una cara de confusión le devolvió la mirada.
Donghae se agachó de repente sobre el fregadero. No vomitó, pero su estómago se apretó, y el malestar no aflojó sin importar cuánto se frotara para calmarlo.
No sería capaz de volver a pasar lista. Tampoco podía arriesgarse a toparse con Hyukjae después de su llamada de Skype. Él tenía que irse. Esa era la única opción. Sabía que el personal de la prisión no era profesional, ya desgastados por todos los años monotonía, pero Donghae era nuevo, él pensaba que era un buen trabajador, eficiente, y era él mismo quien había traspasado una línea imperdonable, no ellos.
Se preguntó qué habría pasado si las luces hubieran permanecido apagadas, si en el lugar solo hubieran estado él y Hyukjae en la oscuridad. Su corazón se aceleró debajo de sus costillas, apretó su mano en un puño y se golpeó como un mono tocando su pecho. Se suponía que su corazón no debía actuar de esa manera. Se suponía que se congelaría de terror, no latiría con anticipación. No se suponía que la sangre fluyera hacia el sur, y no se suponía que debía lamerse los labios imaginando que Hyukjae se estaba presionado contra los suyos.
Donghae había oído hablar de oficiales que se habían enamorado de prisioneros, y obviamente no eran vistos con buenos ojos. Eran considerados peores que los que traficantes, peor que los que aceptaban sobornos. Involucrarse con un prisionero era traición, era pasar del lado de la luz a la oscuridad. Sooman le dijo que tanto hombres como mujeres habían quedado atrapados en la bola de la lujuria, y que nunca terminaba bien.
La única opción era renunciar. Donghae podía irse con algo de dignidad antes de perderlo todo. Aunque se tendría que ir de la casa ya que no tendría trabajo estable, pero al menos no se volvería loco.
Levantó la cabeza, miró fijamente a los ojos determinados de su reflejo y luego asintió.
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