Capítulo 4 (Narrado por Raquel)

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Buscando en mi armario, encontré el vestido que me puse en la primera cita que tuve con Sergio. Un vestido color rojo y ceñido. Me lo compré en una tienda pero, parecía que me lo había hecho a medida.
Al principio pensé en no ponérmelo, al fin y al cabo, era un vestido especial de una ocasión especial. Uno de esos vestidos que te pones una vez y lo guardas para el recuerdo.
Luego pensé en lo bien que me quedaba y me lo puse. Me miré al espejo y me vi guapa. Nunca solía sentirme así pero, por primera vez en mucho tiempo, tenía esa sensación.

Acababa de maquillarme cuando me llegó un mensaje.

Acababa de maquillarme cuando me llegó un mensaje

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— ¡Qué guapa! — Me dijo Alicia.
— Muchas gracias — Me puse roja. — ¿Está muy lejos el restaurante?
— No, no está muy lejos de aquí. También está al lado de mi casa, por si luego quieres que nos tomemos alguna copa.

Después de no más de 5 minutos, ya habíamos llegado. Bajó del coche ella primero, y me abrió a mí la puerta. Cuando salí, no pude evitar mirarla de arriba a abajo. Nunca una mujer me había resultado tan... Tan atractiva. Su pelo pelirrojo suelto, el maquillaje tan sencillo, el vestido tan bonito y su sonrisa reluciente.

— ¿Te vas a quedar ahí parada o quieres entrar a cenar? — Dijo interrumpiendo el silencio.
Como veía que no me movía, me cogió de la mano y me llevó hasta dentro del restaurante.

— Mira, nos han reservado una mesa.
— ¡Qué bonito el restaurante!
— ¿A que sí? Y encima es barato.
— Alicia, esta vez invito yo.
— Ni de broma. — Antes de que sacara la cartera, me fui corriendo a la barra para pedir.
— ¿Qué quieres? — Le pregunté.
— ¿Es Alicia? — Dijo el camarero que me atendía.
— Sí, ¿por qué?
— Porque es una clienta habitual y siempre se pide macarrones con tomate.
— Pues que sean dos platos de macarrones con tomate.
— Perfecto.

Me volví a sentar en la mesa y le dije:
— Tenías razón, es muy barato.
— Estoy enfadada porque no me has dejado pagar.
— ¿En serio?
— ¡Qué va! Me gusta que me inviten chicas guapas. — Volvió a hacer que me sonrojara.
— Entonces... ¿te gusta cómo me he vestido? He cogido lo mejor que tenía en mi armario.
— Ya ves, has venido preciosa. ¿Y yo? ¿Te gusta cómo voy? — Se levantó y dio una vuelta para que pudiera verla bien. Yo me quedé parada y sin saber lo que me pasaba. Fue como si un hormigueo recorriera mi cuerpo.
— Estás... Estás... Guapísima. Me flipa como te queda el pelo suelto y el vestido te favorece mucho. — Fueron las únicas palabras que pude soltar.
— Gracias. ¡Hala! Me encanta tu anillo. — Pudo verme la mano ya que la dejé encima de la mesa.
— Me lo regaló mi novio.
— ¿Puedo tocarlo para verlo mejor?

Me cogió la mano y empezó a tocármela, a acariciarme.

— Voy un momento al aseo. — Le dije y me fui corriendo al baño.

Estaba confusa. Alicia me estaba haciendo sentir esas mariposas en el estómago.

Salí del aseo y me volví a dirigir a la mesa.

— ¿Estás bien? — Dijo mientras me cogía las manos.
— Sí, sí.
— Ya hemos acabado de cenar, si quieres vamos a mi casa a tomar alguna copa.
— La verdad es que ahora necesito una.

Llegamos a su casa muy rápido. Vivía al lado del restaurante. Cuando entré por la puerta me quedé sorprendida. Era una casa muy grande.

— Pues... Esta es mi casa. Siéntate donde quieras, voy a por el vino.

Mientras ella iba a por las copas, yo estuve mirando el salón. Tenía muchísimas fotos por la pared y en los muebles.

— Ya estoy aquí. Espero que no me hayas echado de menos. También he traído donuts.
— ¿Vino con donuts? — Me empecé a reír.
— ¿Qué pasa? Los donuts pegan con todo.

Nos tomamos unas cuantas copas y, puede ser, que nos subieran demasiado pronto.

Estábamos hablando y riendo hasta que cuando se hizo el silencio, Alicia empezó a acariciarme las piernas. Por un momento pensé en seguirle el juego pero, al final, me aparté.

— Alicia... Tengo novio... Esto no está bien...
— Perdón... Ha sido culpa mía.
— Me tengo que ir.
— ¿Quieres que te lleve?
— No hace falta. Gracias por las copas y los donuts.

Huí de la situación. Creo que estaba confundida. Podríamos echar la culpa al vino pero, no tuvo nada que ver.

Atrévete | AU RaliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora