☬Durmstrang [Drarry / Harco]

Todo es mejor sin ti (1.1)

Todo es mejor sin ti (1,1)

La noticia de su partida no llegó a la mesa de Gryffindor hasta días después ─ o mejor dicho ─ las noticias de su partida no llegaron a las demás mesas hasta días después. Nadie sabía realmente lo que había pasado, ni entendían por qué las carrozas de Lucius Malfoy, entre el golpe de las cadenas y el girar de las ruedas, habían aparecido a altas horas de la mañana a ser cargadas con todas las pertenencias de su hijo.

Ojos curiosos observaron atentos desde las ventanas, viendo recelosos cada detalle. La silueta de Lucius Malfoy traslucía por las cortinas de la carroza, su perfil romano daba una sombra imponente, se podía notar un sutil movimiento de sus labios, pero lo único que se lograba escuchar era el eco de las órdenes dirigidas a los elfos domésticos y un par de magos que estaban a su servicio, los cuales se apresuraban a cumplir lo dicho. Uno de los magos al servicio de Lucius desapareció hacia el castillo, siendo seguido por un par de elfos domésticos que mantenían cabizbaja, tratando de mezclarse contra el fondo y mantener la buena reputación de la familia ─ no quiera Merlín que alguien viera que los elfos de los Malfoy eran completamente inútiles en ser discretos ─; el jinete de la carroza fue rápido en bajar del asiento delantero y dirigirse a los tarquines blancos, con su varita acomodaba rienda y pechera de cada uno de los tarquinos, refrescaba con magia sus alas y acomodaba su crin.

Un baúl se empuja en el aire, saliendo por la puerta por la que desapareció el mago, un par de maletas flotaban tras este, y el mago regreso en poco.

Ya con todo empacado, al fin se hizo presente el joven de los Malfoy ─ vestido sin las ropas de la escuela, completamente de negro con una clámide que se agarraba a su hombro con un pin de plata ─, subió a la carroza sin mirar atrás. Tan rápido como se cerraron las puertas de la carroza, los elfos saltaron a la parte trasera, junto al equipaje asegurado con magia. El jinete y los otros dos magos sentados en el frente. Con el relinche de los tarquines la carroza retomó movimiento, galoparon por la pista antes de abrir sus alas, ya con un impulso lograron partir vuelo y desaparecer entre las montañas y el cielo nublado.

Harry sonrió al escuchar la noticia, una sonrisa de oreja cuando Ron llegó corriendo a contarle.

La noticia fue tergiversada de lengua a lengua, era un morbo horrible que se iba pasando entre todos los años y casas, cada uno añadiendo y cambiando partes de la historia a su gusto. En el mundo muggle eso podía caber perfectamente en el juego de teléfono malogrado.