Decisión

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Han pasado dos semanas desde que Harry, de alguna forma, me propuso matrimonio. El chico terminó con una mejilla roja y con la puerta cerrada en la cara.

Por otro lado, yo terminé llorando durante unas horas por el enojo que me causó su petición. Sentí que se estaba burlando de lo que yo alguna vez quise con él hace un tiempo. Sentí que, después de volver cuando se fue sin explicaciones, venía solo a comprobar que aún me tenía comiendo de la palma de su mano...

Antes de irse, me pidió que lo dejara explicarse, pero yo me rehusé. No quería saber nada de lo que él tuviera que decirme. Al pasar un rato, los golpes en la puerta dejaron de escucharse y se fue.

Mi mamá no se percató de lo que sucedió y agradecí que tuviera un sueño pesado, porque si hubiera sabido que Harry Styles estuvo aquí, probablemente hubiera salido a golpearlo con un bate. Ella sabe lo que sufrí por él.

Desde entonces, no he vuelto a ver al chico y ruego todos los días para no tener que verlo otra vez. Aquella noche, sentí que la poca estabilidad emocional que comenzaba a tener se iba a derrumbar.

Durante estas dos semanas, mi búsqueda de trabajo no ha parado. Por supuesto que aún no tengo éxito, pero no me doy por vencida, sé que por ahí debe existir un trabajo para mí.

Salgo de casa, lista para un nuevo día de entrevistas. Visto un blazer y pantalones del mismo color con una blusa blanca abajo. Esta vez, decidí usar zapatos de piso. Mi mamá me despide en la puerta y me desea mucha suerte.

Camino hacia la parada de autobús cuando logro reconocer un auto. Sé a quién pertenece y de pronto, comienzo a odiarlo más por aparecerse aquí manejando eso. Porque, muchos recuerdos se crearon ahí. Recuerdos que me esforcé por dejar en lo más profundo de mi cabeza.

El auto se detiene en la esquina y Harry sale de él. A diferencia de la última vez que lo vi, ahora viste una camisa de cuadros roja que le queda grande, unos pantalones de mezclilla ajustados —mucho más de lo que yo alguna vez los usaré—, unas botas y lentes que cubren sus ojos del sol. El chico me sonríe y comienza a caminar hacia mí. Decido ignorarlo, doy media vuelta y regreso por donde vine.

—¡Grace! —escucho como Harry grita mi nombre, pero yo pretendo que nadie habla—. Por favor, Grace, esto es serio.

Harry me alcanza y se coloca en frente de mí, evitando que siga avanzando. El tipo comienza a fastidiarme.

—¿Qué quieres? —pregunto, irritada.

—Mira, sé que lo que dije esa noche puede sonar extraño, pero no es como lo piensas. Realmente necesito que me ayudes.

—¿Y yo por qué tendría que ayudarte? —alzo una ceja. Miro mi celular y noto que se me hace tarde. No puedo permitirme llegar tarde.

—Porque tú también tendrías beneficios. Ambos ganamos.

—¿Ah sí? ¿Qué beneficios?

—Dinero.

Durante unos instantes, el chico capta mi atención y me sorprendo a mí misma cuando me percato de que realmente estoy considerando la propuesta. No obstante, la descarto de inmediato. Es una forma fácil de ganar dinero y realmente no sé en qué consiste. No sé qué es lo que tengo que hacer y si acepto, corro el riesgo de tener que hacer cosas de las cuales no estaría segura de realizar. El dinero fácil nunca llega sin consecuencias.

—¿Grace?

—Lo siento, tengo que irme.

Una vez más, doy media vuelta y corro un poco cuando veo que el autobús ya está ahí. Ahora, Harry no grita mi nombre y eso me da alivio.

◇◆◇

—Es un idiota —digo antes de darle una calada al cigarrillo que Tom me ofreció. Él ríe por mi comentario.

—Quizá deberías dejar que te explique —eleva sus hombros en un gesto despreocupado—. Además, dijo que obtendrías dinero.

—Es dinero fácil, Tom. No creo que me dé dinero solo por casarme con él. Aun así, ¿notas lo alocado que sería casarme con mi exnovio?

—Es un matrimonio arreglado, Grace —suelta en un tono casi burlón. Como si intentara decirme que es algo obvio. Yo lo miro incrédula y él lo nota—. Pequeña, aunque estemos en el siglo XXI, los matrimonios arreglados existen y ambas partes salen beneficiadas. No creo que Harry haya vuelto solo para pedirte matrimonio.

Sé que tiene razón. Sé que Harry no volvió porque aún me quiera, volvió solo porque necesita algo de mí y debo aceptar la idea, porque de lo contrario, volveré a sentirme como cuando se fue sin decirme un porqué.

—Aún lo quieres, ¿verdad? —la voz de Tom interrumpe mis pensamientos.

—No, claro que no —digo intentando sonar segura. Aunque no sé si a quién intento convencer es a mí o a Tom.

Tom llegó a mi vida poco tiempo después de que terminé con Harry. El chico quería intentar algo conmigo, pero yo aún estaba en proceso de superar a Harry. No podía permitirme tener una relación casi de inmediato. Quería un tiempo sola, sanar y aprender a amar mi soledad. Tom lo entendió y, como si eso no fuera suficiente, se quedó conmigo durante todo este tiempo, esperando que yo esté bien para poder tener una relación formal. Muchas veces parece que somos algo, sin embargo, no nos hemos puesto una etiqueta. Estamos en el limbo y, aunque tal vez muchas personas no se sienten cómodas en una relación que no ha sido formalizada, yo me siento plena y libre con él.

Cuando llego a casa, le agradezco a Tom por acompañarme y le doy un beso cerca de los labios. Él sonríe de forma traviesa y promete que nos veremos pronto.

Entro a casa con una sonrisa pintada en la cara gracias a aquel chico. Tom es el único que me da luz y alegría cuando siento que ya no puedo más. Sin embargo, la sonrisa se me borra al instante en cuanto veo a mi mamá sentada en el pequeño comedor, llorando y con algunos sobres encima de la mesa.

—¿Qué pasa, mamá? —me acerco a ella rápidamente—. ¿Te sucedió algo?, ¿estás bien?

Ella no me responde. Se limita a cubrirse el rostro con su mano apoyada sobre la mesa. Yo dirijo mi vista hacía los sobres. Son facturas. Del banco, de los servicios y el más preocupante: la casa. Amenazan con quitarnos la pequeña casa si no pagamos todo lo que debemos. Algunas son deudas que se vienen arrastrando desde mucho antes de que perdiera el empleo. El mundo se me viene abajo. Sabía que las cosas no pintaban bien, pero todo este tiempo no estuve consiente de la magnitud.

Estoy a punto de derrumbarme cuándo recuerdo que aún me queda una opción... Salgo de casa y tomo mi celular. Busco el número que nunca me atreví a borrar. Los dedos me tiemblan, consecuencia de lo que vi hace un rato y de la adrenalina de volver a llamar a ese número después de tanto tiempo.

El timbre suena. Mentalmente suplico para que al otro lado de la línea respondan. Luego de cinco timbres, escucho su voz—: ¿Hola?

—Creo que puedo ayudarte. 

Broken Hearts |HS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora